
"Enterradme en vuestros corazones y estaré
siempre con vosotros”.
Hoy
observo que todos están preocupados, me miran sujetando las lágrimas: mi salud
debe de haber empeorado. Mi hermana Alice se encuentra a mi lado, acariciando
mis manos, y algún que otro sollozo se le ha escapado. Para animarla, yo le
sonrío y le digo:
─Tienes que enviar por email el texto que he escrito sobre la violencia de
género. Envíaselo a todos mis amigos; yo no tengo ya fuerzas para hacerlo.
Y
mientras lo hace, miro a través de los cristales del ventanal y me llama la
atención un jinete totalmente vestido de negro que se acerca en un precioso
corcel también negro; trae una guadaña en su mano derecha y mira hacia mi
ventana. Comprendo enseguida la preocupación que he notado en las personas que
me rodean y cierro los ojos para ocultar mi pena. Estoy asustada, deseo que
todo acabe pronto y sin dolor.
Siento
sueño, mucho sueño, y me dejo llevar. De pronto aparece en el cielo un carruaje
de fuego resplandeciente, arrastrado por cuatro caballos blancos, que se mueve
a gran velocidad y viene a mi encuentro. Un ser alado, vestido con una túnica
toda blanca y con cara de hombre, bellísimo, me ofrece su mano y me invita a
subir al carro. Acepto con gusto.
Pero antes de subir miro a mi alrededor: las personas que me aman están inclinadas sobre mí en el lecho, dando gritos y llantos. Veo en la cama el cuerpo de una joven de apenas treinta años, de cabellos largos y rizados de color plata, como los tenía mi abuela; tiene pecas en la cara y sonríe mientras duerme.
No quiero molestarles y silenciosamente me subo al coche. Los cuatro caballos blancos de luz intensa vuelan a una velocidad vertiginosa; desde lo alto admiro las blancas cordilleras, las azules aguas de los océanos y el verde color de las praderas y montañas, ¡todo es maravilloso! Cruzo un mundo de estrellas lejanas y al fin llego hasta un lugar desde donde se irradian todas las luces del universo.
Pero antes de subir miro a mi alrededor: las personas que me aman están inclinadas sobre mí en el lecho, dando gritos y llantos. Veo en la cama el cuerpo de una joven de apenas treinta años, de cabellos largos y rizados de color plata, como los tenía mi abuela; tiene pecas en la cara y sonríe mientras duerme.
No quiero molestarles y silenciosamente me subo al coche. Los cuatro caballos blancos de luz intensa vuelan a una velocidad vertiginosa; desde lo alto admiro las blancas cordilleras, las azules aguas de los océanos y el verde color de las praderas y montañas, ¡todo es maravilloso! Cruzo un mundo de estrellas lejanas y al fin llego hasta un lugar desde donde se irradian todas las luces del universo.
Dos
seres alados, idénticos a mi conductor, custodian la puerta de aquel lugar y se
apartan para dejar pasar el carruaje. Llegamos a una explanada donde al parecer
tiene lugar una asamblea. Miríadas de criaturas aladas se sitúan detrás de un
trono, donde se hallan sentados el Señor de todos ellos y el Príncipe. A ambos
lados se hallan millones de seres con rostros humanos, llegados allí
antes que yo. Todos me sonríen. El conductor de la carroza desciende de ella y
me ofrece su mano para ayudarme a bajar; me conduce hasta el centro de la
asamblea y se arrodilla ante el trono. Luego se levanta y me presenta:
─Esta mujer se llama Bethlehen, tenía solamente 28 años cuando la rescaté de las
garras del cáncer, una dolencia que le hizo sufrir durante largos años…
─¡Es una agnóstica!– gritó alguien desde la puerta, y todos se volvieron a mirar
hacia allí. Luzbel, el ángel caído, apareció solemnemente en medio de la
explanada. Miró altaneramente a los asistentes y continuó ─: Esta joven no debe
de estar aquí, no creía en vosotros; me pertenece. Deseaba vivir alegremente,
disfrutar del amor y del sexo sin mesura, incluso alardeaba de ello en sus
escritos ante sus amigos… En los foros literarios están las pruebas. Con esos ojos verdes
moteados de pintitas naranjas y su eterna sonrisa adornando esa preciosa carita
pecosa volvía locos a los hombres. No
pensaba en otra cosa que no fuese disfrutar, sentir el viento en su cara,
aspirar el perfume de las flores silvestres y publicar sus sueños y deseos en
foros románticos. ¿Es eso suficiente mérito para estar aquí? Si eso es así,
todo el mundo vale.
Yo me
sentía observada por todas las criaturas presentes, todas guardaban silencio.
Yo no sentía miedo ni alegría, ¡no sentía nada! Tal vez un poco de curiosidad
por saber qué era todo aquello. Parecían estar todos tan felices...
Entonces mi acompañante tomó la palabra:
─Yo fui encargado de su custodia durante toda su vida. Bethlehen murió hoy de un
cáncer de huesos, contra el que llevaba luchando desde hacía ya tiempo. El
lunes próximo, 20 de febrero, habría cumplido 28 años. Murió exactamente igual
que vivió, luchando por todo aquello en lo que creía. Fue siempre una firme defensora de los derechos civiles, y
trabajaba activamente en ello. Comprometida con los problemas sociales, se dedicó a
la defensa de los valores humanos, a la solidaridad y a promover la justicia y a…
De
pronto, mi ángel de la guarda y defensor ante aquel tribunal guardó silencio,
asombrado al ver levantarse del trono al Príncipe, un ser con rostro humano.
Éste se acercó a mí y me tomó de la mano, diciendo:
─Ven, querida amiga. Yo sé bien lo que significa el dolor y el sufrimiento.
Nadie te comprenderá mejor que yo.
Y
llevándome de la mano, me condujo ante el Presidente del Glorioso Tribunal y
dijo:
─Padre, he aquí a tu hija.
FIN
Juan Pan García. Registro de la Propiedad intelectual de la Junta de Andalucía, clave CA─ 1632