domingo, marzo 23, 2014

YO ACUSO



Acaba el domingo. Ha sido un espléndido día primaveral, un día para tomar el sol y respirar el aire puro del mar. Pero vengo triste y siento vergüenza de ser humano al ver el trato que le damos a los demás seres que habitan el planeta. Tubos de desagües y depuradoras que arrojan al mar sus residuos contaminante, fábricas y buques que vierten en el al mar sus desechos... Prueba de ello es lo que aparece en la costa luego.
También  los turistas y habitantes del lugar que se tienden sobre la arena o hacen ejercicio corriendo por la orilla  son culpables de que muchas gaviotas y peces mueran por nuestra desidia e irresponsabilidad. ¿Sabéis que cada chicle que se tira en la arena llama la atención de las aves marinas y se lo tragan y luego muere la mayor parte de ellas porque se les bloquea el intestino?




Da pena pasear por la playa y ver lo que deja la marea cuando baja: millones de moluscos vacíos, es decir que sus ocupantes han muerto, también algunos  peces y gaviotas. Uno se pregunta qué es lo que los ha matado. Algunos son pequeñitos, prematuros, o sea que no han muerto por vejez ni nada de eso.








 ¿Hasta dónde llegara el Hombre con su mano depredadora y ansias de dinero? ya pueden imaginar qué pasará cuando comiencen a extraer petróleo en las Islas Canarias: toda una región turística y bellísima perdida en beneficio de unas empresas petrolíferas que, a juzgar por los destinos de anteriores políticos con responsabilidad en el tema,  intuyo que ya tendrán dispuesto el despacho de Consejero de la compañía al Ministro responsable de autorizar el desaguisado. Ya sabemos el dicho: " Favor, con favor se paga"

jueves, marzo 20, 2014

OCHO APELLIDOS VASCOS, la película



Ayer, mi esposa y yo fuimos a ver la película. "Ocho apellidos vascos" cuya Sinopsis publicada es esta:

Rafa (Dani Rovira) es un joven señorito andaluz que no ha tenido que salir jamás de su Sevilla natal para conseguir lo único que le importa en la vida: el fino, la gomina, el Betis y las mujeres. Todo cambia cuando conoce a la primera mujer que se resiste a sus encantos: Amaia (Clara Lago), una chica vasca. Decidido a conquistarla, se traslada a un pueblo de "las Vascongadas", donde se hace pasar por vasco para conseguir que le haga caso. Adopta el nombre de Antxon, seguido de varios apellidos vascos: Arguiñano, Igartiburu, Erentxun, Gabilondo, Urdangarín, Otegi, Zubizarreta y… Clemente. (FILMAFFINITY)

Si yo hubiese hecho caso a los críticos especializados ( que no sé quien les cree, pues siempre van en contra de la opinión general, prueba de ello es que en la primera semana de estreno esta película es la que más dinero ha recaudado en todos los tiempos del cine español) no hubiera ido a verla; pero afortunadamente no me fío de ellos y sólo os diré una cosa: es la mejor película española que he visto en muchos años. Hacía mucho tiempo que no veía la sala completamente llena. Nada de efectos especiales, sino bonitos paisajes, excelente interpretación y graciosos dialógos. No os la perdáis

Yo le pondría un 9 del 1 al 10

lunes, marzo 17, 2014

EL FARO DE CHIPIONA Y EL SIDENAFIL



EL FARO DE CHIPIONA

¡Tres meses llevaba sin clavarme! Y no porque no tuviera ganas , sino porque ....no se me levantaba.
 Me acariciaba para ponerla a punto, pero nada de nada.


Y la tristeza se vino conmigo, me arropaba por las noches y me acompañaba a la playa, al mercado y a todas partes durante el día.
Fui al médico a explicarle mi problema, le dije que sufría depresión y quería algo que me aliviara. Entonces él  me preguntó los motivos que tenía para ello y se lo expliqué. "Hombre, ya podías haberlo dicho antes, pues eso se debe a las pastillas que tomas de la tensión. ¿No ves lo que dice el prospecto? Disfunción eréctil", me dijo.
Mi doctor de cabecera me cambió las pastilla, pero me avisó de que recuperar la virilidad anterior me costaría un tiempo. Al entregarme la receta  me dijo:
— Pero mientras tanto, puedes tomar Sidenafil (Viagra). No tendrás ningún problema si sigues las instrucciones.

 Y  fui a la farmacia y las compré. Un poco caras las pastillas, joder, que para un  mileurista septuagenario supone un buen pellizco pagar 60 euros por 4 pastillas. ¡Y no las pasa el seguro!
—Bueno, con esto tienes para todo el año — me dijo mi esposa, siempre tan positiva.
— ¡Pero mujer, que sale a un quisque por trimestre!
— Pues a mi me sobran, para qué más, a tu edad.

Como si uno no tuviera ganas de vivir y de pasarlo bien a la vejez.
Y  las compré.
Y al siguiente día las probé por primera vez.
Yo, la verdad, es que tenía miedo a las secuelas que anunciaba el prospecto, pues, entre otras cosas, podía darme un ataque al corazón. Pero yo me arriesgué, pues una vida sin fumar, sin poder comer de todo y sin joder... para qué la quiero yo.

Me la tomé con la cena, para dar tiempo a su acción. Vimos la película de  TVE2, y al finalizar  fuimos al baño los dos,  y luego a la habitación.

 El pajarito seguía lacio, permanecía  escondido acurrucado en el nido como el gorrión que ve planear el águila sobre su cabeza. Y eso me llamó la atención. En el prospecto y leí que Sidenafil no actúa si no hay contacto, caricias, excitación...
Y me acerqué a mi mujer por detrás, le subí el camisón y me pegué a ella.

¡MILAGRO!

Fue sentir su piel  finísima y cálida contra mi miembro, y éste comenzó a desperezarse y estirar el cuello hacia arriba como el faro de Chipiona explorando el horizonte.
Mi mujer no daba crédito a sus ojos y se sentó en la cama para mirarlo. ¡Incluso le hizo una foto! Aquello  estaba más duro que el mástil del Juan Sebastián el Cano.
Nos fundimos en un  abrazo y comenzamos a besuquearnos y bla,bla bla, que todo lo queréis saber, chismosos, y eso no es, a cada cual su  intimidad.
Tres veces en la misma noche, una enseguida, otra a las dos horas y una tercera al despertar.
 Esa mañana yo me  quedé acostado recuperando fuerzas hasta las diez.

Mi mujer fue a coger el autobús para ir a ver a San Judas Tadeo, patrón de lo imposible, para agradecerle el milagro que sólo es producto de la Ciencia. Luego le ha puesto cuatro velas: una por cada sábado del mes.


 Porque ella está dispuesta  a ahorrar 60 euros de donde sea con tal de que no falten las cuatro pastillas  de Sidenafil cada mes.

Safe Creative #1610249545980

EL FARO DE CHIPIONA Y EL SIDENAFIL



EL FARO DE CHIPIONA

¡Tres meses llevaba sin clavarme! Y no porque no tuviera ganas, sino porque.... no se me levantaba.
 Me acariciaba para ponerla a punto, pero... ¡nada de nada!


Y la tristeza se vino conmigo, me arropaba por las noches y me acompañaba a la playa, al mercado y a todas partes durante el día.
Fui al médico a explicarle mi problema. Le dije que sufría depresión y quería algo que me aliviara. Entonces él  me preguntó los motivos que tenía para ello y se lo expliqué:
—No se me levanta.
—Hombre, ya podías haberlo dicho antes, pues eso se debe a las pastillas que tomas de la tensión. ¿No ves lo que dice el prospecto? "Disfunción eréctil" —me dijo.
Y el médico me cambió las pastilla, pero me avisó de que recuperar la virilidad anterior me costaría un tiempo. Al entregarme la receta  me dijo:
—Pero mientras tanto, puedes tomar Sidenafil (Viagra). No tendrás ningún problema si sigues las instrucciones.

 Y  fui a la farmacia y las compré. ¡Un poco caras las pastillas, joder!, que para un  mileurista septuagenario supone un buen pellizco pagar 60 euros por 4 pastillas. ¡Y no las pasa el seguro!
—Bueno, con esto tienes para todo el año —me dijo mi esposa, siempre tan positiva.
—¡Pero mujer, que sale a un quisque por trimestre!
—Pues a mi me sobran, para qué más, a tu edad.

¡Como si uno no tuviera ganas de vivir y de pasarlo bien a la vejez!
Y  las compré.
Y al siguiente día las probé por primera vez.
Yo, la verdad, es que tenía miedo a las secuelas que anunciaba el prospecto, pues, entre otras cosas, podía darme un ataque al corazón. Pero yo me arriesgué, pues una vida sin fumar, sin poder comer de todo y sin joder... ¿para qué la quiero yo?

Me la tomé con la cena, para dar tiempo a su acción. Vimos la película de  TVE2, y al finalizar  fuimos al baño los dos,  y luego a la habitación.

 El pajarito seguía lacio, permanecía  escondido, acurrucado en el nido como el gorrión que ve planear el águila sobre su cabeza. Y eso me llamó la atención. En el prospecto leí que Sidenafil no actúa si no hay contacto, caricias, excitación...
Y me acerqué a mi mujer por detrás, le subí el camisón y me pegué a ella.

¡MILAGRO!

Fue sentir su piel  finísima y cálida contra mi miembro, y éste comenzó a desperezarse y estirar el cuello hacia arriba como el faro de Chipiona, explorando el horizonte.
Mi mujer no daba crédito a sus ojos y se sentó en la cama para mirarlo. ¡Incluso le hizo una foto! Aquello  estaba más duro que el mástil del buque escuela Juan Sebastián el Cano.
Nos fundimos en un  abrazo y comenzamos a besuquearnos y bla,bla bla, ¡que todo lo queréis saber, chismosos!, y eso no es, a cada cual su  intimidad.
Tres veces en la misma noche, una enseguida, otra a las dos horas y una tercera al despertar.
 Esa mañana yo me  quedé acostado recuperando fuerzas hasta las diez.

Mi mujer fue a coger el autobús para ir a ver a San Judas Tadeo, patrón de lo imposible, para agradecerle el milagro que sólo es producto de la Ciencia. Luego le ha puesto cuatro velas: una por cada sábado del mes.


 Porque ella está dispuesta  a ahorrar 60 euros de donde sea con tal de que no falten las cuatro pastillas  de Sidenafil cada mes.

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viernes, marzo 14, 2014

CONTRADICIONES



Dicen que sólo se ama una vez, que no hay que querer ser amigo de quien no te quiere, pues eso es una losa que cargas en tu espalda y acaba por aplastarte.



Dicen que por dignidad no se debe admitir ser considerado un segundo plato, que si uno consiente eso todos los dedos te señalan y acabas muriendo avergonzado.

Dicen que hay que tener amor propio y no humillarse ante la persona amada cuando ésta te rechaza, y menos aún si ésta tiene ya otro que la consuele.


Y yo digo que hay mucho de mentira en estas frases y mucha hipocresía en quienes las pronuncian.


Porque una persona puede amar a varias personas, objetos y cosas al mismo tiempo: Uno puede amar a su mujer y estar prendado de su vecina, de la profesora de su hijo o de la esposa del amigo; puede al mismo tiempo amar a sus hijos, al perro, al coche, al chalet... Un corazón tiene espacio para dar amor a muchos a la vez



Si un amigo no te quiere y por ello lo dejas nunca volverás a tenerlo. Yo creo que un verdadero amigo hace todo lo posible por conservar esa amistad, y creo que si no se precipita ni se obsesiona el tiempo vuelve a poner las cosas en su sitio. Lo malo es insistir, acosar y mendigar ... Eso lo que hace es abrir la brecha.

Nadie quiere ser segundo plato de nadie; pero entonces si eso es así, ¿dónde está la libertad de cada persona al elegir a sus amigos, la libertad de amar a quien quiera? Se nos llena la boca al decir que somos libres y debemos respetar la libertad del otro; pero si una amiga o novia nos dice que ama a otra persona ¿debemos apartarla de nuestra vida, insultarla y odiarla? Dejar de ser amigos y separarse porque ella prefiera a otro, ¿es ése el respeto a la libertad del que hablamos? ¿No es mejor reconocer que el otro es afortunado de tener a la persona que uno quisiera tener y respetar la elección de ella sabiendo que ella es feliz así?

Amar en vez de odiar, respetar en vez de acusar, confiar en la buena fe de los demás, hacerle ver que tiene un amigo para lo que sea que necesite, unir en vez de separar... Y buscar la felicidad en otra parte sin perturbar la de ella: ésa es la verdadera amistad

jueves, marzo 13, 2014

MONUMENTS MENS, LA PELÍCULA




Ayer, como cada miércoles, fui al cine, aprovechando al oferta de entrada de 3´70 euros que solo dura hasta abril. No sabía que película ver, pues las mejores ya la las había visto. Me decidí por un estreno nuevo: "Monuments mens"

Es una historia real: durante la segunda guerra mundial los alemanes no solo invadieron Europa sino que la despojaron de su riqueza cultural, llevándose a Alemania los cuadros y demás obras de arte de las colecciones que contenían museos y particulares.

Un equipo de célebres historiadores británicos y estadounidenses, a finales de la segunda Guerra Mundial, fueron enviados por el entonces presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, a la peligrosa y loca misión de rescatar las y devolverlas a sus respectivos dueños.

Al principio no me entraba la película, era un argumento ya repetido en otras películas, Como "Doce hombres del patíbulo" en la que unos hombres condenados deben redimir sus penas cumpliendo una peligrosa misión de la que no esperan salir vivos.

La diferencia  es que en ésta los protagonistas son unos viejos jubilados, exceptuando al chófer y a un intérprete, los  que son entrevistados y aceptan voluntariamente la misión. Los primeros veinte minutos me hacían bostezar (no había dormido la siesta). Me perecía ridículo que los obligasen a entrenarse con los soldados que van al frente arrastrándose por el sueño embarrado y bajo alambres o saltando vallas demasiado altas.
Pero a medida que fue avanzando la película se despertó mi interés y llegó a atraparme de tal modo que luego me supo a poco y esperaba un final más largo y detallado. Fue un final brusco.

En general estuvo bien, es entretenida, si bien algunas cosas parecen no muy creíbles y se nota que algunos actores estaban ahí por amiguismo o por el nombre, que en otras épocas fue famoso, pero que hoy ese papel lo hubieran hecho mejor muchos otros.


Del 1 al 10, yo le pondría un 6

domingo, marzo 09, 2014

viernes, marzo 07, 2014

ELSA



Comencé el día mal: el despertador no había sonado, pues durante la noche se fue la corriente eléctrica y el reloj se puso con las luces intermitentes sin funcionar como es debido.
Total, que me levanté una hora más tarde, me vestí de prisa y sin probar el desayuno que mi mujer me había preparado, bajé corriendo las escaleras y me fui volando en mi Peugeot 2005 a la fábrica.
El jefe no quiso atender mis motivos porque la cadena de producción estaba atascada en mi puesto de trabajo y  me echó una bronca de mil diablos, amenazándome con echarme a la calle la próxima vez que eso sucediera, pues en mi puesto se habían amontonado una gran cantidad de piezas y los siguientes puestos estaban detenidos por falta del material.
 Ocupé mi sitio en la máquina y trabajé a destajo durante todo el día para recuperar el tiempo perdido, despejar el atasco  y dar servicio a las siguientes máquinas que dependían de mí.
Cuando sonó la sirena al finalizar la jornada, yo permanecí un cuarto de hora más para acabar unas piezas que tenía entre manos y así comenzar sin atrasos al día siguiente. Mis compañeros entre tanto se dirigieron al vestuario, se ducharon y se cambiaron de ropa.
Cuando yo llegué a las duchas, empapado de sudor y exhausto, me di cuenta de que ya no había agua caliente, pues mis compañeros habían agotado la que había en el depósito del termo, y me duché con agua fría, ¡en febrero!
Decididamente aquél no era mi día.
Salí de la ducha tirititando y comencé a secarme con vigor para entrar en calor; luego me dirigí a la sala de las taquillas donde me esperaba mi ropa de calle. Allí me esperaba otra sorpresa:
Colgada de mi pantalón, con las garras hundidas en él de tal manera que no sabia soltarse, se hallaba un  gatito de unas cinco semanas  de edad. Se había subido trepando por la pernera del pantalón para alcanzar la repisa de arriba, donde yo había dejado mi bocadillo intacto, y ahora no sabía soltarse.
El gatito me miraba angustiado y maullaba con un sonido tan débil que me dio pena. Lo cogí por el centro de su cuerpecito de manera que mi mano lo abarcaba totalmente. Por encima de mi mano asomaban sus patitas delanteras, y por debajo las traseras y su diminuto rabito.

Era tan delgadito que mi dedo pulgar se juntaba con los otros dedos abrazando su cuerpecillo.
El felino me miraba con sus ojos verdes grandes y abiertos, y me soplaba amenazadoramente tratando de impresionarme para que lo soltara. Era de un color  atigrado y moteado. Tenía una línea blanca y fina alrededor de los ojos, y el morrito también blanco. En el cuello amarillento tenía tres líneas como tres collares oscuros, del mismo color que el pelo del lomo.
Yo me senté en el banco de madera y sin soltar al animal le quité el embalaje de aluminio al bocadillo y se lo puse delante. Era atún en aceite de oliva.
El animal, que estaba hambriento, no perdía tiempo en masticar ni nada: bocado y para adentro, así una y otra vez hasta que acabó con el atún. Lo solté en el suelo y comencé a vestirme para regresar a casa, pero el animal, agradecido, se frotaba su cabecita con mis pies una y otra vez. No había nadie más en el vestuario y era viernes. Pensé que el gatito se quedaría solo en el vestuario hasta el lunes, con el único alimento del pan impregnado en aceite que yo había dejado. Acabé de vestirme y me dirigí a mi coche. Abrí la puerta y al ir a cerrarla  de nuevo una vez sentado en mi asiento vi como el gatito, que me había seguido, intentaba subirse al vehículo dando saltos, aunque era tan pequeño que no alcanzaba.
Entonces decidí llevarlo a mi casa para que mis hijos lo cuidasen durante el fin de semana y devolverlo el lunes a la fábrica, pues sin duda alguna su madre estaría buscándolo.
Yo no sé lo que pasó, todavía hoy no puedo explicármelo; pero lo único que sé es que la gatita, pues resultó ser hembra, entró un viernes de febrero de 1977 en mi casa y salió el 7 de febrero de 1989, doce años después.
¿Qué tenía ese animal que nos conquistó a todos?
La verdad es que lo ignoro; pero vamos a analizar el tema en profundidad y así tal vez descubramos el porqué las cosas a veces no salen como se piensan.
Lo primero que hicieron mis cuatro hijos fue pelearse  entre ellos por tener en brazos a la gatita, atiborrándola de alimentos: el uno le daba paté, el otro leche, otro yogurt, otro carne...
Mi esposa le dio un baño caliente para quitarle los parásitos que corrían por su vientre y la gata casi se nos muere de frío. Mi mujer se asustó al verla temblar de aquella manera, y le estuvo dando calor en su regazo durante toda la tarde, rodeada por los niños que no le quitaban ojo a la gatita diciendo: ahora me toca a mí — decía uno —, y luego a mí –respondía otro.
Había de ponerle un nombre, y decidimos llamarla Elsa, como a la leona de una película que habíamos visto hacía poco, "Vivir libre".
Mientras tanto, yo no me quitaba de la mente lo difícil que me iba a resultar llevarme la gata el lunes a la fábrica. ¿Qué dirían mis hijos? ¿Se opondrían?
Ya me imaginaba sus argumentos, y no me equivoqué. El domingo por la noche me rodearon medio  llorando unos, con cara larga otros, y me dijeron: ¿Para qué lo has traído entonces? ¿Lo traes muerto de hambre para que lo cuidemos y ahora que se ha recuperado lo vuelves a abandonar donde estaba para que se muera?
Finalmente, decidí dejarlo unos días más hasta que el animal pudiese buscarse la vida solo. Así pasaron los días, las semanas , los meses y los años.
Nos vimos obligados a proteger el tresillo con un forro porque a Elsa le encantaba afilarse las uñas en los sillones; cambiamos tres veces las cortinas y sufríamos mucho cada vez que la veíamos trepar por ellas, deshilachándolas.
Media docena de figuritas de porcelana heredadas de la abuela de Carmen, una parejita de ancianos  de Lladó con un siglo de antigüedad, acabaron destrozadas por los suelos.
Pero todo se le perdonaba ante la desesperación de Carmen, pues cuanto más traviesa era la gata más la querían los niños, que no cesaban de jugar con ella, provocándola para que ella les atacase. Otras veces le lanzaban bolitas de papel y Elsa corría  y saltaba sobre ellas como si fuera una presa que había cazado.
A veces la observábamos escondida toda encogida y en tensión detrás de una silla, dispuesta a saltar sobre su presa, que no era otra cosa que una bolita de papel que habían dejado olvidada los niños. Elsa se encogía y de pronto se estiraba dando un salto cayendo sobre la bolita y le daba manotazos de un lado a otro provocando las risas de mis hijos. Otras veces les traía la bolita en la boca y la soltaba a los pies de uno de ellos para que se la lanzase de nuevo para cazarla y volver a traérnosla. Y repetía la acción una y otra vez hasta que caía rendida en el suelo y descansaba.
Los pajarillos la volvían loca, y se pasaba las horas sobre la mesita camilla en el balcón observándoles volar. A veces las aves  se arrimaban a los cristales y Elsa daba un zarpazo sobre el vidrio intentando cazarlos.
Tenía dos años de edad cuando vio detenerse un gorrioncillo en la ventana del cuarto de baño. Elsa no desaprovechó la ocasión que los dioses le ofrecían y avanzó cautelosamente por el pasillo con la mirada fija en el pajarillo. De pronto tomó carrerilla y se lanzó sobre él, y el avecilla, asustada al ver lo que se le venía encima, echó a volar.
Elsa también voló, pues en lugar de caer sobre el gorrión salió por la ventana planeando hasta caer sobre la acera, cinco plantas más abajo, desde  doce metros de altura.
Nosotros no nos dimos cuenta de nada y no fue hasta pasada media hora que la echamos en falta. Comenzamos a buscarla por toda la casa sin resultado: Elsa no estaba.
Fue cuando nos asomamos al balcón que vimos a un grupo de niños  alrededor de un gato que avanzaba arrastrándose hacia el portal del edificio, dejando un rastro de sangre por el camino. Bajamos corriendo por las escaleras sin esperar al ascensor y comprobamos que era Elsa, nuestra gatita.
Aunque cayó de pie sobre sus cuatro patas, la inercia del golpe hizo que se diera contra la acera en la boca, y parecía un monstruo con la cabeza hinchada, deforme, ovalada; la boca sangrante y también hinchada. Apenas podía respirar.
Mi hija tuvo una crisis de nervios y de llanto. Intentamos convencerla de que ya nada podíamos hacer, pues el animal estaría reventado por dentro; pero ella insistía en que la llevásemos cuanto antes al veterinario, y así lo hicimos.
Después de examinarla concienzudamente, el veterinario nos dijo:
"Puede ser que tenga el cráneo partido, en cuyo caso morirá sin remedio. No le voy a hacer radiografías porque de nada sirve saber que lo tiene fracturado; no se salvará con saberlo y solo aumentará la factura. Le voy a inyectar dos inyecciones: un anti inflamatorio y un calmante para que no sufra; pero háganse a la idea: Si tiene fractura craneal, morirá; si no la tiene, podrá curarse."
Efectivamente, a los tres días,  con el morrito hinchado y en carne viva, ya estaba corriendo por la vivienda.
Aquella experiencia hizo que la quisiéramos todavía más, pasó a ser uno más de la familia. A Elsa le sirvió para tenerle pánico a la calle y a las ventanas. Nunca se atrevió a salir más allá de la puerta del ascensor, y se asomaba por la reja de la escalera y miraba hacia abajo y regresaba corriendo a casa.
Estuvo diez años más así, sin salir de mi casa. Las gaviotas y golondrinas pasaban rozando el ventanal del balcón y eso la volvía loca. Elsa maullaba mirándonos como solicitando que le cazáramos una para ella.
Durante todos esos años aprendimos muchas cosas sobre los gatos:
Aprendimos que los olores tienen gran incidencia sobre su comportamiento. Si alguien trae un olor que la desagrada ella buscará el punto de donde sale el olor: un pantalón, un calcetín, una camisa un zapato....y se frotará sobre ese punto  para quitárselo y dejar el suyo.
Odian el olor a naranja hasta tal punto que si alguien intentaba cogerla o acariciarlas después de haberla comido, Elsa se repuchaba y atacaba  de improviso con todas las uñas fuera.
A mí me arañó  la cara, la cabeza y  el cuello una vez que quise darle un besito en la cabecita. Luego comprendí que era por el olor a naranja ya que no me había lavado todavía  los dientes ni las manos después de comerlas.
Por eso, cuando la gente dice que los gatos son traicioneros, se vuelven locos y atacan a sus dueños de improviso, ignoran que es debido al olor que llevan, que posiblemente odien los gatos.
Una de las primeras cosas que hay que hacer ( he tenido cuatro gatos, cada uno era diferente en su comportamiento, y algo he aprendido observándolos), es saber qué olores desagradan al animal y cuales acepta.
Elsa no quería olores a colonia ni lavandas, ni a naranjas, y mucho menos a limones. A ella le gustaba acostarse sobre la ropa sucia que dejábamos al llegar del trabajo o del instituto con olor a sudor. Se frotaba sobre ella intentando quitarle el olor para dejar el suyo, y seguía a Carmen cuando se llevaba la ropa sucia a la lavadora, maullando porque se la habían quitado a ella.
También buscaba los rincones del sofá o de las camas donde ella ya había estado antes, los reconocía porque  conservaban su propio olor.

LA ALIMENTACIÓN
 La gatita que yo traje a mi casa hambrienta y que se comía cualquier cosa: pan, arroz, paté, garbanzos etc. se volvió después, cuando ya tenía donde escoger, extremadamente delicada con las comidas. Rechazaba todo lo que nosotros le echábamos en su platillo  de nuestros platos. Se relamía pero no lo probaba. Comenzamos a comprarle comida de gatos: hígado, pescado, carnes...  Pero nada le gustaba, todo lo rechazaba.
Por fin un día, a fuerza de probar, dimos con el alimento que le gustaba: unas bolitas secas que vienen en cajas; pero tenían que ser de atún, salmón y trucha. Nada de carnes ni de mezclas.
También le encantaba la pescadilla blanca cocida y caliente. Ninguna otra clase de pescado.
El yogurt natural o de todas clases de frutas menos el de ananas.
El quesito del Caserío; pero ningún otro.

Como podéis comprobar, era muy exigente y no nos quedó más remedio de darle lo que ella quería durante todo el tiempo que estuvo en casa.
Otra cosa que aprendimos del animal, y que ignoramos si es una cualidad común a todos los gatos, es que ella notaba cuando alguno de la familia estaba enfermo, pues cada vez que uno de nosotros debía permanecer en cama con fiebre, gripe o cualquier otra cosa ella permanecía junto a él sobre la cama  todo el día, y de vez en cuando acercaba su cabecita para olerle y trataba de   lamerle la cara como queriendo quitar con su rasposa lengua la enfermedad.

Cuando nosotros nos comíamos nuestro yogurt de postre, ella se quedaba esperando mirándonos fijamente para ver quién era el que le iba a dejar la última cucharada. Entonces le echábamos cada uno en su platito una cucharada de nuestro yogurt. Elsa le encantaba comer el postre a la par que nosotros, era un miembro más de la familia y no quería verse apartada.

Su curiosidad era infinita: cualquier cosa que comprásemos, cualquier cosa que hiciera ruido en nuestras manos o bolsillos: monedas, papeles, llaves... debíamos enseñársela y dejar que la oliera, pues ella venía corriendo a investigar lo que teníamos en las manos.
Después, cuando nos íbamos a la cama a descansar, Elsa elegía con quién dormir y se iba a la cama  elegida, se acostaba en los pies, y allí permanecía hasta que se cansaba y se mudaba a otro lecho.
 Toda la casa era suya, no permitía compartirla con ningún otro invitado. Nos regalaron un perrito caniche y tuvimos que darlo porque ella intentaba sacarle los ojos.

A los doce años tuvimos que sacrificarla porque sufría con un tumor. Mi hija cogió depresión y durante un tiempo dejó de estudiar.
Ahora estará en alguna parte, o quizás viviendo otra vida como ser humano, ¿quién sabe los designios del Creador?