domingo, julio 31, 2011

Valentín González, “El Campesino”


La pasada semana me prestaron este libro de 190 páginas, que sólo se encuentra en el mercado del libro usado a un precio que ronda los 20 euros + gastos de envío. Se trata de un valioso documento que derriba al mito legendario de la Guerra Civil Española, Valentín González, “El Campesino”.

A veces el autor lo ensalza; otras lo fulmina con las más graves acusaciones, según que las afirmacionnes del protagonista sean a favor o en contra del comunismo.

Y es que la historia de El Campesino es un conglomerado de traiciones a su Causa y de actos terroristas salvajes llevados acabo contra el enemigo pero también contra sus mismos soldados, sazonados con la gloriosa odisea de resistir durante nueve años el castigo y la tortura en los más inhumanos campos de concentración rusos, de los que consigue escapar dos veces.

Si bien el libro hay que leerlo con extremada cautela (Ha sido publicado en España durante los años más intensos del franquismo), teniendo cuidado de no dejarse influir por la sutil propaganda y las justificaciones del Régimen que contiene, los datos que aporta basados en los apuntes del Archivo Nacional y en las Memorias publicadas por el propio Campesino, constituyen documentos históricos escasamente conocidos por la opinión pública.

Por ejemplo: El diario "C.N.T." de Madrid explica que cuando trabajaba en la mina e intentaba afiliarse a los grupos anarquistas, éstos le dijeron que aún era muy joven y no tenía agallas para hacer lo que hacen los hombres. Y para demostrar su valía los citó a una determinada hora en la noche en que su padre llegaría a la mina conduciendo un camión cargado de dinamita y cuando llegó el camión lo hizo saltar por los aires con su padre dentro."El Campesino" contaría muy jactanciosamente lo que hizo para merecer ser contado entre los terroristas:

"—Bueno, le dije, mañana por la noche yo os probaré que ni soy un cobarde ni ando de acuerdo con mi padre. Que vengan a la carretera después de cenar unos cuantos compañeros. Cerca de mi casa habrá un camión de mi padre cargado con materiales.


-Y, en efecto, cuando vi a los compañeros que se apostaban a cierta distancia para observarme... ¡Hice saltar el camión de mi padre a la dinamita!


Y lanza una carcajada que hace retumbar la estancia."

Tras esa prueba de valor fue aceptado y le nombraron jefe de una división de soldados.

También se hizo famoso en el Ejército Republicano porque llevaba siempre a su espalda la “Despanzaburros”, una ametralladora que usaba para asesinar a cualquiera de sus soldados que retrocediera o se asustase. Algunos jóvenes milicianos, reclutados a la fuerza y conducidos al frente, sentían pánico al ver los aviones y tanques enemigos, y eso bastaba para El Campesino los acribillara por la espalda. Cuentan algunos historiadores que hubo más bajas milicianas en la batalla del Ebro muertos a balazos por la espalda, que muertos por disparos de frente, realizados por el Ejército Nacional.

A los que se destacaban en el frente los premiaba entregándoles un documento firmado por él que decía: “vale para acostarte con la mujer que quieras”. Miles de mujeres del lado republicano fueron violadas por sus mismos soldados “defensores”.

Las memorias son tan fantásticas como increíbles; fueron escritas por su lugarteniente Gorkin en México, y hay quien dice que son inventadas y escritas bajo encargo de los EE.UU para socavar la credibilidad del sistema comunista, que en aquellos años conseguía adeptos en todo el mundo. Por que, ¿puede un hombre enfermo y famélico escaparse de un campo en el norte de la Siberia a 50º bajo cero y atravesar toda Rusia huyendo de la policía y servicios secretos asistidos con perros entrenados y llegar a Irán?

El Campesino vivía con la obsesión fija de escapar de las horrendas cárceles rusas, y lo único que conseguía cada vez que lo intentaba es que los guardias lo descubrían y aumentaban la condena.

Dos veces logra escapar de las cárcerles del norte e intenta llegar al sur de Rusia para salir por Yugoslavia o Irán; pero las dos veces es detenido, torturado y condenado a trabajos forzados en minas y en el Metro de Moscú. Milagrosamente, sobrevive a todas clases de torturas y a trabajos durísimos durante los casi diez años que permanece en esos campos, hasta que ocurre un terremoto que destruye la ciudad y el campo de concentración y así escapa logrando llegar, tras muchas penalidades, hasta la línea fronteriza con Irán.

Lo curioso es que fueron sus propios compañeros españoles quienes lo acusaron y provocaron que fuera condenado.

El Campesino vuelve a Francia, donde intenta recuperar en el Partido Comunista el prestigio que alcanzó como general en la Guerra Civil, pero sus mismos camaradas, Dolores Ibarruri “La Pasionaria” y el general Lister, se han encargado de desenmascararlo como el cobarde que huyó en la batalla del Ebro abandonando a sus soldados a la merced del Ejército de Franco. Entonces publicó sus memorias y ello le reportó unos ingresos importantes que le permitieron vivir en un palacete en la Rue Truffault, nº 53, en París.

Entonces la editorial del libro y el semanario París Match le proponen provocar escaramuzas en el norte de España y venderles la exclusiva. Alegan que eso aumentaría la tirada de su libro y además, al publicar sus aventuras en la guerrilla su fama como militar revolucionario llegaría a los confines de la Tierra.

Así lo hace: Montan un campamento en el sur de Francia donde entrenan a los jóvenes simpatizantes del comunismo y algunos antiguos refugiados políticos españoles, que están dispuesto a morir por reinstalar la República en España. Cruzan la frontera y se enfrentan a la Guardia Civil, destruyen postes eléctricos y atentan contra los trenes. Ignoran que El Campesino no actúa por convicciones políticas; lo único que le mueve es el dinero que le pagan las editoriales por entregarles la crónica en exclusiva. Y así, poco a poco, El Campesino va enriqueciéndose a costa de la vida de todos los que ingenuamente le siguieron. Fracasado el intento de entrar en España, se va a luchar en Cuba y en Marruecos, como mercenario. Las editoriales publican las exclusivas y él se enriquece.


En 1977 llega a España y en 1982 sale en televisión contando sus azañas y pidiendo el voto para Felipe González. Éste es el hombre que la izquierda española ensalzaba y presentaba como un héroe, usándolo para conseguir los votos de los que sueñan con la 3ª República.
En sus memorias denuncia a las grandes figuras del Partido Comunista Español (La Pasionaria, Líster, Carrillo…).

Se le conoce un matrimonio del que nacieron tres hijos, desaparecidos durante la Guerra Civil.

Muere en Madrid en 1985.

viernes, julio 29, 2011

RESTAURANTE "LA PERDIZ" EN CAMPILLOS (MÁLAGA)


En relación a una de las últimas entradas que he puesto en este blog me han preguntado si me pagan algo por hacer publicidad de los lugares que visito. Nada más lejos de eso, lo hago por las siguientes razones:

1º Para recordar en todo momento todo lo que vi y sentí al disfrutar lo que ofrecían al visitante. Ya se sabe que a cierta edad la memoria nos abandona.

2º Para que el que me lea tenga una orientación de lo que se va a encontrar si el destino le lleva a ese mismo lugar.

3º Para actualizar mi blog, que a veces no se me ocurren ideas, y las veleidosas musas hace tiempo que me abandonaron por otros más jóvenes y guapos.

4º Para practicar la escritura, pues para el que sueña con ser escritor nada mejor que escribir a diario.

5º Y para presumir de haber estado en esos sitios, ¡joder, que todo hay que decirlo!

Pero hoy es otra razón la que me mueve a poner esta entrada: esta gente me cae bien. Que en este mundo tan corrupto aún existan personas amables y honradas que se desvivan por satisfacer a sus clientes, es de agradecer. Ya se sabe: «De mal nacido, es ser desagradecido».

En entradas anteriores sobre restaurantes de la sierra gaditana he expresado mi descontento con el servicio que he pagado. Al César lo que es del César.

Resulta que en 2003 trabajé tres meses en la aldea llamada Estación de Bobadilla, y en el restaurante que hay enfrente de la estación de trenes degusté por vez primera un menú veraniego denominado «Porras de Antequera». Me encantó.

Al medio día íbamos a comer allí un grupo de media docena de trabajadores de mi empresa (Estábamos construyendo un silo en la fábrica de cementos ubicada a dos km de la aldea)

Mi jefe solía cenar en el restaurante “La Perdiz”, en Campillos –un pueblo famoso por sus fábricas de pieles, situado a 17 Kms. de la estación de Bobadilla–, y un fin de semana en que tuve que quedarme para terminar un trabajo me invitó a comer en ese restaurante. Me llevé una grata sorpresa: a pesar de su apariencia lujosa, de su gran aparcamiento privado, de la intimidad de su comedor y de sus camareros pulcramente vestidos de blanco, era más barato.

Se lo comuniqué a mis compañeros, pero éstos decidieron seguir comiendo en el mismo local por tres razones contundentes: sólo teníamos una hora para comer; nos ahorrábamos hacer 34 kms (ida y vuelta) y, sobre todo, porque Lola, la mujer de 36 años que nos servía la comida caminando entre las mesas moviendo sensualmente su precioso trasero, que lucía enfundado en unos gastados vaqueros, estaba riquísima. ¡Cientos de ojos la seguían a todas partes! (los míos hasta sangraban), mientras su marido observaba tras el mostrador del bar y sonreía, ufano él, al intuir las pasiones que su mujer desataba.

En fin, que finalizaron las obras y cada uno se fue por su lado. Desde entonces no me he detenido ni en Campillos ni en Bobadilla, a pesar de que he pasado varias veces por allí para ir a Granada o Alicante. Hasta el lunes pasado.

¿Qué ha sucedido para que yo decidiera comer en La Perdiz a las tres de la tarde, sintiendo cómo me arañaba el hambre desde la una, y habiendo pasado ante cientos de restaurantes de todas categorías en el camino?

Fue porque, casualmente, el día anterior leí en una página de Internet, dedicada a buscar alojamiento, una carta publicada por una señora que había comido allí:

Opinión añadida por ÍNÉS MARÍA DÍAZ CANTERO

comentario

"Estas letras van dirigidas al personal de hostelería. El pasado día 15 del presente mes mi familia, y yo regresábamos de nuestras vacaciones, y paramos a tomarnos un refresco y estirar las piernas. Una vez terminado reanudamos nuestro trayecto, aún nos quedaban unos 200 km. De viaje. Cuando llegamos a casa mi marido ( con la cara desencajada) me dice que dejó olvidada en el restaurante su bolsa que contenía su cartera, carnet, dinero, llaves.... Intenté tranquilizarlo recordé el nombre y por internet localizamos el teléfono, y cuál fue mi sorpresa cuando me dijo el camarero que se encontraba allí, que estuviera tranquila. Al día siguiente fuimos a por ella y estaba todo en orden. Gracias por vuestra profesionalidad y lealtad a vuestros clientes. Por cierto el café y el mollete con jamón recién cortado están de escándalo."

Después de leer esa carta decidí volver a comer las Porras de Antequera en esa casa. ¡Estaban deliciosas! Y el segundo plato aún más, si cabe. Tenía la memoria del móvil llena y no hice fotos del menú del día elegido, pero lo recuerdo tan bien que lo puedo explicar.

Las porras de Antequera son parecidas al Salmorejo, pero con ingredientes añadidos: tomate cocido y pelado cortado en tiras, huevo duro cortado en trozos, trocitos de jamón y un taco grueso de atún. Se sirve frío en una cazuela de barro.

El segundo plato era carrillada de cerdo asada, con una guarnición de patatas panaderas y un poco de salsa de mojo picón.

El tercer plato a elegir entre fruta, helado o lácteos o café. Yo elegí el café.

Todo por 9 euros. Al pagar me obsequiaron con un llavero y un boli.

El trato fue exquisito y la calidad-precio excelente. Por eso les estoy muy agradecido y publico esta entrada con su receta.

Porra antequerana según publican en sus páginas los restaurante de Campillos:


- Ingredientes para cuatro personas:

· 1 kg. de tomates

· 2 pimientos

· 1/2 kg de pan cateto

· 2 dientes de ajo

· 2 huevos duros

· jamón serrano

· 1 lata de atún

· aceite, vinagre y sal

- Elaboración

· Se descorteza el pan y se desmiga, remojándolo ligeramente

· Se pelan los tomates y se le quita el corazón a los pimientos

· Se echan los tomates, los pimientos, los ajos y un poco de sal a la batidora, y se bate todo agregándole un poco de aceite y vinagre, al gusto.

· Cuando ya esté todo batido, se agrega el pan desmigado y se vuelve a batir.

· A medida que se bate de modo que quede sin grumos ninguno, se reajusta al gusto la sal y el vinagre.

Se sirve en cuencos de barro adornado con huevo duro picado, jamón serrano también picado y atún.

miércoles, julio 27, 2011

DENIA.




Al pasear por las calles de Denia el visitante no ve nada diferente a lo que puede encontrar en cualquier otra gran ciudad costera: Grandes bloques de edificios, plazas y parques; hoteles, restaurantes y bares, comercios, Mercadonas, semáforos y pasos peatonales, excesiva circulación y abundantes playas. Pero si busca bien encuentra que la arboleda que cubre la colina que se alza sobre la ciudad oculta un castillo con mucha historia; y que la vida ha girado en torno a ese castillo, y por ello las estrechas calles que lo rodean forman el casco histórico de la ciudad y es el centro de ocio nocturno con sus numerosos bares de copas y tiendas de “souvenirs”.

El Castillo de Denia está situado en una atalaya junto al mar, en pleno centro de la ciudad. Dinio era el primitivo asentamiento ibero que en el siglo I antes de Cristo escogió el general Sertorio para fundar la ciudad de Diannium. Sus laderas acogieron sus viviendas y fortificaciones; pero actualmente la arquitectura del castillo recoge detalles de todas las culturas presentes en Denia. Destaca especialmente la Torre Roja y la Torre del Consell, de la época almohade, y las defensas y la reconstrucción del Palacio del Gobernador, de inspiración renacentista.

El Castillo alberga actualmente el museo arqueológico de la ciudad, cuyo edificio data del siglo XVII.

Como se deduce por la explicación anterior, Denia es la suma de las muchas culturas distintas que se asentaron en la ciudad. En la comarca se han hallado rastros de los asentamientos íberos, romanos y musulmanes.

Según he leído en algún folleto turístico, Denia ha sido una plaza muy importante en la región. En tiempos de los romanos, el puerto de Denia era lugar de encuentro de gran parte del comercio del mar mediterráneo. El Islam también dejó su huella en el siglo XI, convirtiéndose Denia en uno de los reinos de Taifas más importantes de España. Importancia que permaneció tras ser reconquistada al convertirse en condado y posteriormente en marquesado. A comienzos del siglo XX, Denia es conocida por su comercio de juguetes y a la producción de pasas se le añade la de los cítricos.

Museo de la Fábrica de Juguetes de Denia

En los años 60 Denia crece espectacularmente en cuanto a la instalación en su término municipal de industrias importantes, y a sus ya famosas industrias de elaboración de pasas y cítricos y la fábrica de juguetes se añade la empresa Magdalenas Ortiz, cuyos productos alcanzarían los rincones más alejados de la península, dando trabajo a un millar de personas. Entre ellas a mi sobrina Mari, que me acompañó en todo momento en el recorrido de las calles y el castillo.

Denia cuenta también con una torre vigía renacentista, la Torre del Gerro, llamada así por su curiosa forma de jarra. Se construyó cerca del cabo de San Antonio, un sistema de vigilancia creado en el siglo XVI para prevenir los ataques de piratas berberiscos. En sus muros aún se puede ver el escudo de armas de Carlos V.

Por otra parte, Denia ofrece un buen número de iglesias cuya historia y visita resulta interesante.

Denia se halla en el extremo norte de la provincia de Alicante y goza de un clima cálido y envidiable, con una temperatura media de 20 grados centígrados.

La comarca está salpicada de bellos pueblos donde la calidad de vida es la nota predominante: Javea, Moraira, Ondara, Gata, Calpe...

El peñón de Ifach en Calpe

El macizo del Montgó (753 metros) fue declarado Parque Natural en 1987. Desde su cima, colgado del mar, domina las llanuras de Jávea y Denia. Existen rutas y caminos forestales que permiten ascender por el Montgó, e incluso rodearlo por completo.

Otra zona marina de valor especial es La Reserva Marina del Cabo de San Antonio, donde pueden disfrutar los submarinistas de sus tesoros: comunidades de coral, cuevas y grietas como la espléndida Cova Tallá. Se encuentra en el extremo este del Cabo de San Antonio.

Denia cuenta con 20 kilómetros de costa, ofreciendo todos los tipos posibles de playa. Al Norte se hallan playas de fina arena, mientras que al sur las calas son rocosas con rincones deliciosos.

Para terminar, les adjunto una recopilación de fotos de Denia, su castillo y el museo que alberga en su interior.

martes, julio 26, 2011

ANDALUCES POR EL MUNDO: DENIA


Hace 50 años casi un millón de andaluces emigraron al Norte. Mis padres y yo nos detuvimos en la región valenciana, concretamente en Vergel, un pequeño pueblo de Alicante construido al abrigo del monte Segaria, justo en el límite que separa las provincias de Valencia y Alicante .

A escasos diez kilómetros hacia el Este se halla Denia, la capital de la comarca conocida como Marina Alta.

Ya entonces era un pueblo bonito y rico: su lonja pesquera proveía de pescado a toda la comarca; sus fértiles campos rebosaban de verdes naranjales y de huertas que producían toda clase de verduras. De algunas, como el tomate, se recogían incluso dos cosechas al año: una en febrero, conseguida tras el laborioso trabajo de plantar las matas bajo un techado de cañizo orientado al Sur para recoger en el fondo la luz y el calor del sol en sus horas más cálidas. Las heladas nocturnas las combatían manteniendo encendidas algunas hogueras dispersas en el huerto, usando neumáticos viejos o cañas cortadas en las acequias. En la primera mitad de los sesenta, un grupo de agricultores valencianos fueron los que trasladaron esa idea a los campos almerienses, dando origen a las grandes plantaciones en invernaderos de plástico, que actualmente han convertido Almería en la despensa de Europa.

En esa misma época Denia fue descubierta por el turismo alemán, y las laderas del Cabo San Antonio y el monte Montgó fueron cubriéndose de chalets y urbanizaciones privadas, cuyas calles lucían sus nombres en alemán.

Denia recibía cada año a miles de jornaleros manchegos y andaluces en la época de la recolección de la naranja. Luego ya no se iban: la siembra y recolección del tomate, de los cacahuetes, las judías verdes y las alcachofas; el mantenimiento de los naranjales desde la primavera con el arranque de la hierba, el riego de los árboles y el podado de las ramas lograban empalmar una campaña con la siguiente.

Denia contaba en 2009 con 43 000 habitantes, pero en los meses veraniegos la población supera las 200,000 personas.

La ciudad forma parte de la Costa Blanca, y la separa de Javea el monte Montgó, de 753 metros de altura, un lujo para los amantes del senderismo y del ciclismo. En sus senderos y bosquecillos se pasean ardillas y otras especies de animales autóctonos, y desde el faro que luce en su cima se ve la isla de Ibiza.

En Denia conviven varias culturas y se respetan entre ellas. Los valencianos suelen hablar en su lengua entre ellos, pero cuando se encuentran con personas de comunidades diferentes hablan en castellano, nunca exigen a nadie que aprendan el idioma valenciano si quieren vivir en su tierra, como sucede en otras ciudades del Levante español.

Por eso mi hermano el mayor, al que llamé en 1962 para trabajar en la finca del Marqués de Oriol y Urquijo, situada entre Vergel y Pego, se quedó en esta hermosa ciudad levantina y ahora vive jubilado y rodeado de sus hijos y numerosos nietos. Y como él, un millar de familias andaluzas se instalaron en su término municipal y se han integrado en su cultura. Pero las raíces no se olvidan, y su savia alimenta sus almas nostálgicas, tal como dijo el poeta:

«Estoy comprometido con mi tierra, casado con sus problemas y divorciado de sus riquezas» (Fontanarrosa).

Y en Denia existe la Casa de Andalucía, cuyos socios han organizado por segundo año consecutivo la Feria de Andalucía, a la que he tenido el privilegio de asistir durante el pasado fin de semana.En un recinto ubicado en la plaza en que se celebra semanalmente el mercadillo, se instaló un escenario frente a un centenar de mesas y varias filas de sillas que se llenaban para presenciar el espectáculo mientras la gente cenaba o tomaba unas copas. Para sufragar los gastos, además de la ayuda del Ayuntamiento y la recaudación de la barra del bar, los socios de la Casa de Andalucía rifaban entre los asistentes trajes de flamenca y jamones.

Aunque el programa de actividades funcionaba todo el día, yo sólo acudía a las veladas, y ésas son las que quiero compartir con ustedes:

El viernes se dedicó al cante jondo.

El sábado, a los caballos andaluces.

El domingo, al baile por sevillanas.

Finalizado el espectáculo, que duraba dos horas, una orquesta amenizaba el baile hasta las dos o tres de la madrugada.

Lo que yo les puedo decir, tras vivir con emoción esta experiencia, es que en Denia ha salido todo el folklore que sus andaluces llevaban dentro.

En las siguientes entradas hablaré de la ciudad, de su castillo y su museo arqueológico. Espero les guste.

miércoles, julio 20, 2011

LA SONRISA ETRUSCA


Cuando hace unos meses leí la recomendación de este libro en el blog de mi amiga Vero me propuse leerlo.

Formaba parte de la media docena de libros que por diversas razones guardo desde hace muchos años en mi vitrina sin leer o leídos a medias.

Éste, concretamente, lo compró mi esposa en 1990 y ella misma abandonó su lectura al poco de comenzarla porque le dolían los ojos al leer. Eso tal vez fue lo que me incitó a dejarlo en el estante hasta ahora.

La sonrisa etrusca es un libro enternecedor. Me ha recordado a "Donde el corazón te lleve", de Susanna Tamaro, que fue un éxito mundial el año 1994.

Ambas historias las protagonizan personas muy mayores quienes, intuyendo el inminente final de sus vidas, abren sus corazones y entre diálogos, confesiones muestras de cariño y arrepentimientos, rebuscan entre los recuerdos que modularon sus caracteres y comportamientos y nos lo cuentan, la una por escrito y el otro de forma oral, para que sus sucesores les comprendan.

La sonrisa etrusca comienza con la admiración que siente Bruno, un viejo recien llegado de un pueblo del sur de Italia, por la estatua etrusca de “Los esposos”. Cuando llega a recogerle su hijo Renato le pregunta qué significa el monumento, y éste se lo explica. La figura de la pareja, construida en terracota, marcará los últimos meses de la vida del protagonista.

Bruno, un anciano gravemente enfermo, ha venido a Milán para ver a un especialista. Al principio rechaza la gran ciudad y añora su pueblo natal, aquél que tantas vivencias le ha proporcionado. Un pueblo donde también vive su peor enemigo, también aquejado de una grave dolencia. El único deseo del viejo es que éste muera antes que él.

Pero en casa de su hijo conocerá a Brunito, su nieto, a quien sus padres se han propuesto educar siguiendo las pautas de un libro de autoayuda: dejándole en su cuna solo de noche en una habitación apartada, no cogiéndole jamás en brazos.

El abuelo se rebela contra esa decisión, dice que el niño siente miedo y por eso llora; afirma que al niño le falta el cariño de los padres y critica a los modernos matrimonios que valoran más sus puestos de trabajo que a la familia. Decide educar a su manera al niño y éste le toma un gran cariño.

En un parque, paseando el cochecito del nieto, Bruno conoce a Hortensia, una anciana bondadosa cuya mirada atrapa al viejo y va ganando poco a poco espacio en su corazón hasta que decide que es la mujer de su vida, aquélla que siempre le hubiera gustado tener, y aun sabiendo ambos la cruda realidad, deciden casarse y llevarse al nieto al pueblo del viejo.

La mente le juega malas pasadas y le hace revivir escenas como héroe partisano, atacando a los alemanes cuerpo a cuerpo y en emboscadas hasta lograr liberar a su pueblo, un gran acierto del autor para describir magistralmente al personaje: un hombre rudo de la sierra, capaz de enfrentarse al enemigo hasta la muerte, de sufrir vejaciones y torturas hasta morir si es preciso en un interrogatorio antes que denunciar al compañero; un machista que piensa que las mujeres están para desahogarse y darles lo que necesitan sin más, y guardar respeto y sumisión al marido, un hombre que piensa que a los niños hay que educarlos como machos, como él mismo es.

Todas sus convicciones irán desvaneciéndose poco a poco ante la bondadosa actitud y comprensión de Hortensia; su ternura, su sosegada belleza y su entrega, su amables razonamientos harán que se cambien los roles: el viejo acabará sumiso y entregado ante la maravillosa mujer que ha conocido al final de su viaje y lamenta profundamente no haberla conocido antes.

Sentados ambos en la cama sin apetencias sexuales pero embargados de cariño, al viejo le viene a la mente la sonrisa que lucen “Los esposos” de la figura etrusca, y comprende la serena felicidad que emana de ellos.

Hay momentos en que al lector le picotean los ojos y siente la necesidad de tragar saliva ante la gran sensibilidad del autor y su arte en revelar la riqueza de los sentimientos que permanecen ocultos. Una obra exquisita que enseña a conocer mejor la naturaleza de las relaciones humanas.

La sonrisa etrusca es una novela que en mi opinión merece ser más reconocida por los que dirigen la Cultura en este país.

jueves, julio 14, 2011

LA POESÍA

Escultura del Museo de Cerámica de Alcora


LA POESÍA

Intentaba yo, amor, escribirte una poesía

Una poesía perfecta que te llegara al alma

Estudié libros, leí poemas, pregunté a poetas...

Hasta que me di cuenta de que nada entendía


Y quedose mi ignorante alma compungida

Cerrada a versos asonantes y disonantes,

Cuartetos, sonetos, endecasílabos, romances...

¡Ay, Señor, qué difícil es escribir una poesía!



Si en verdad lo único que yo quería decirte

–Para que no se te olvide y te quede claro –

Que en mi vida eres lo más importante

Y por ti yo muero, mi vida, ¡porque te amo!


Muero por sentir tu piel contra la mía

Por libar el dulce licor de tu boca

Despertar abrazado a ti al alba, vida mía

Después de una noche de amor loca, loca...



Explorar tus suaves y cálidas dunas

Refugiarme en tu oasis, tupido y escondido

Y entregarnos ambos al placer merecido

Tras la larga travesía con vientos, sol y lunas.



Perdona la crudeza de mis fantasías

Hombre humilde, en el campo he nacido

Entiendo de honor, sinceridad y cariño

Y eres tú, mi verdadera y única poesía


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miércoles, julio 13, 2011

LA EDAD

foto de internet

Feliciano no entiende que todo sean problemas a causa de su edad, no acepta que ya no pueda decidir por sí mismo, ¡hasta para admirar a la mujer de su vecino debe pedirse permiso!

Añora su época de apuesto caballero. Entonces, las damas se afanaban en conquistarlo y pugnaban entre ellas por gozar de un momento de lujuriosa felicidad.

De ese hombre ya no queda nada. Viejo y cansado, camina lentamente apoyado en un bastón, mientras revive nostálgicos recuerdos de caricias impresas en su ahora inflado vientre.

«¡Joder, qué pena! ¡Qué dolor!», exclama el pobre hombre deteniéndose un momento para limpiar los cristales de sus gafas.

Acude todos los días a la consulta del médico, y éste, abrumado por tanto enfermo y el escaso tiempo que debe dedicarles, a todos sus males concede el mismo diagnóstico: ¡Es la edad!

—Me duele el pecho, doctor.

—Es la edad.

—Me duele la cabeza, doctor.

—Es la edad.

—De noche no duermo, doctor.

—Es la edad.

— No se me levanta, doctor

—Es la edad.

—Me duele una pierna, doctor.

—Es la edad.

—¡Alto ahí, eso no puede ser: la otra es gemela y no siente ningún dolor, “doctor”!

Feliciano le pide le recete algo para la incontinencia de orina, pues suele manchar el pantalón

—Pues póngase usted dodotis, o sacúdesela bien antes de guardarse su pajarito meón.

¡Vaya tela marinera tiene el doctor!

Los recortes de la Seguridad Social y el miedo a desobedecer al inspector lo han transformado: ahora, en vez de un gran médico es un gran bribón

Sale del centro médico y camina por las calles de El Puerto rumiando su desespero. Por la noche sale a dar un paseo con su perro y al pasar por delante de un hotel de reputación dudosa ve el Mercedes descapotable del médico aparcado enfrente, y, en venganza por el trato recibido en la consulta, le arrea varios golpes con el bastón al tablero de instrumentos y rompe la radio y el GPS. «¡Que se joda; no tiene derecho a tratar así a los viejos!», piensa mientras acelera el paso para alejarse de allí.

Y luego dobla una esquina y se tranquiliza, retoma su paso lento y sonríe.

Al día siguiente, Feliciano regresa a la consulta a darle vara al médico —es gratis y por ser jubilado no paga medicamentos—, y aquél lo recibe con una cara horrorosa: ojeras como el arco iris al revés, boca torcida como las calles del centro histórico, frente más arrugada que su pichita llorona, manos temblorosas como la luz de una vela y ojos vidriados de muerto.

Es Feliciano quién se alarma al verle así y le pregunta:

—¿Qué le pasa, doctor, que tan mal aspecto tiene?

—No he pegado ojo en toda la noche, Feliciano. ¡Estoy harto! Soy un incomprendido: me esfuerzo en servir a los ciudadanos, en curar sus dolencias... ¡y ellos me odian!

—¿Le odian, doctor?

—Sí, me odian. Ayer le presté el coche a mi esposa para que fuera de compras al Corte Inglés de Cádiz con una amiga y los vándalos le rompieron el radiocasete, el GPS y el tablero.

—Es la edad, doctor, ¡la edad!; la juventud está fatal.