A escasos diez kilómetros hacia el Este se halla Denia, la capital de la comarca conocida como Marina Alta.
Ya entonces era un pueblo bonito y rico: su lonja pesquera proveía de pescado a toda la comarca; sus fértiles campos rebosaban de verdes naranjales y de huertas que producían toda clase de verduras. De algunas, como el tomate, se recogían incluso dos cosechas al año: una en febrero, conseguida tras el laborioso trabajo de plantar las matas bajo un techado de cañizo orientado al Sur para recoger en el fondo la luz y el calor del sol en sus horas más cálidas. Las heladas nocturnas las combatían manteniendo encendidas algunas hogueras dispersas en el huerto, usando neumáticos viejos o cañas cortadas en las acequias. En la primera mitad de los sesenta, un grupo de agricultores valencianos fueron los que trasladaron esa idea a los campos almerienses, dando origen a las grandes plantaciones en invernaderos de plástico, que actualmente han convertido Almería en la despensa de Europa.
En esa misma época Denia fue descubierta por el turismo alemán, y las laderas del Cabo San Antonio y el monte Montgó fueron cubriéndose de chalets y urbanizaciones privadas, cuyas calles lucían sus nombres en alemán.
Denia recibía cada año a miles de jornaleros manchegos y andaluces en la época de la recolección de la naranja. Luego ya no se iban: la siembra y recolección del tomate, de los cacahuetes, las judías verdes y las alcachofas; el mantenimiento de los naranjales desde la primavera con el arranque de la hierba, el riego de los árboles y el podado de las ramas lograban empalmar una campaña con la siguiente.
Denia contaba en 2009 con 43 000 habitantes, pero en los meses veraniegos la población supera las 200,000 personas.
La ciudad forma parte de la Costa Blanca, y la separa de Javea el monte Montgó, de 753 metros de altura, un lujo para los amantes del senderismo y del ciclismo. En sus senderos y bosquecillos se pasean ardillas y otras especies de animales autóctonos, y desde el faro que luce en su cima se ve la isla de Ibiza.
En Denia conviven varias culturas y se respetan entre ellas. Los valencianos suelen hablar en su lengua entre ellos, pero cuando se encuentran con personas de comunidades diferentes hablan en castellano, nunca exigen a nadie que aprendan el idioma valenciano si quieren vivir en su tierra, como sucede en otras ciudades del Levante español.
Por eso mi hermano el mayor, al que llamé en 1962 para trabajar en la finca del Marqués de Oriol y Urquijo, situada entre Vergel y Pego, se quedó en esta hermosa ciudad levantina y ahora vive jubilado y rodeado de sus hijos y numerosos nietos. Y como él, un millar de familias andaluzas se instalaron en su término municipal y se han integrado en su cultura. Pero las raíces no se olvidan, y su savia alimenta sus almas nostálgicas, tal como dijo el poeta:
«Estoy comprometido con mi tierra, casado con sus problemas y divorciado de sus riquezas» (Fontanarrosa).
Y en Denia existe la Casa de Andalucía, cuyos socios han organizado por segundo año consecutivo la Feria de Andalucía, a la que he tenido el privilegio de asistir durante el pasado fin de semana.En un recinto ubicado en la plaza en que se celebra semanalmente el mercadillo, se instaló un escenario frente a un centenar de mesas y varias filas de sillas que se llenaban para presenciar el espectáculo mientras la gente cenaba o tomaba unas copas. Para sufragar los gastos, además de la ayuda del Ayuntamiento y la recaudación de la barra del bar, los socios de la Casa de Andalucía rifaban entre los asistentes trajes de flamenca y jamones.
Aunque el programa de actividades funcionaba todo el día, yo sólo acudía a las veladas, y ésas son las que quiero compartir con ustedes:
El viernes se dedicó al cante jondo.
El sábado, a los caballos andaluces.
El domingo, al baile por sevillanas.
Finalizado el espectáculo, que duraba dos horas, una orquesta amenizaba el baile hasta las dos o tres de la madrugada.
Lo que yo les puedo decir, tras vivir con emoción esta experiencia, es que en Denia ha salido todo el folklore que sus andaluces llevaban dentro.
En las siguientes entradas hablaré de la ciudad, de su castillo y su museo arqueológico. Espero les guste.
Últimamente, cuando te leo, siento muchas ganas de viajar y perderme en las fiestas que cuentas.
ResponderEliminarEn ver Andalucía en otros lugares, como en Denia.
Un placer leerte, como siempre, Juan. Espero que estéis bien por allí.
me gusta y mucho mi querido Juan tanto que desearía poder viajar y conocer ese mundo que no conozco más que por t.v. y por ti que tan bien relatas y bueno la vida no permite viajar con mi cuerpo , pero si con mi mente y me permitió conocerte a ti que logras que mis viajes sean muy placenteros
ResponderEliminarUn beso mi querido amigo
Excelente tu entrada!
ResponderEliminarLlevé para mi facebook tu video de los caballos andaluces que me encantan. No te importa verdad?
Ay las sevillanas!!!
Seguro, seguro que yo tengo algo de andaluz en mí.
Mira, Denia no queda cerca de Cullera?
Que lindo paseo hiciste.
Besitossss
Flor
Amigo Juan, en el 67 emigré a Barcelona, tenía 16 años, al poco tiempo fueron mis padres cuando yo mismo le busqué trabajo a mi padre en la empresa donde estaba. Qué diferencia entre la Cataluña real y la que nos vendía el régimen...
ResponderEliminarDecidí estudiar y trabajar... así lo hice y me sobrepuse a la marginación que sufrían los pueblos emigrantes en un intento serio de integración y comprensión de la cultura que me recibía. Eso no quería decir que olvidara mi procedencia, más bien al contrario, entendí que la fusión de la cultura dominante y la emigrante era una necesidad y un reto para la integración... Difíciles tiempos aquellos, pero cargados de recuerdos, de retos y nostalgias que fraguaron un estilo y una forma de vivir la vida y de comprender y ver el mundo...
Un abrazo
Juan:
ResponderEliminarbello reportaje nos regalas y bello el lugar, que bien que se organicen eventos para promover las cultura y las raices de los pueblos.
un gusto saludarte desde mi natal Monterrey.
hasta pronto mario
Andaluces que llevaron Andalucía a todas partes.
ResponderEliminarY que no perdieron sus raíces.
Bien por ellos.
Saludos.
Como dijo el poeta: "Irte no te lleva donde vas sin venir de donde vienes".
ResponderEliminarLas raíces no han de perderse jamás.
Un abrazo, amigo Juan. Ya veo que no paras de viajar por estas fechas. Está pero que muy bien. Disfrutarlo.
Hola, Lady Luna, me alegro mucho de tu visita. Estoy seguro de que cuando termines tus estudios tendrás ocasión de viajar mucho y entonces te asombrarás de la cantidad de andaluces que te encuentras por todas partes.Un beso
ResponderEliminarMaría Susana, es un placer compartir contigo mis viajes y espero que algún día tus obligaciones te permitan hacerlos tú misma y contármelos a mí.Un beso grande, amiga.
ResponderEliminarHola, Florecilla: me aelgro mucho de que te guste tanto Andalucía, seguro que algo tienes de andaluza. Denia está a unos 40 kms de Cullera.
ResponderEliminarFue un paseo breve pero intenso y muy interesante. Besos
Antonio, amigo, ¡qué comentario más edificante!
ResponderEliminarTambién yo tenía 17 años cuando emigramos a Valencia.Guardo hermosos recuerdos de los años que pasé en esa zona.
Un placer tu vista, amigo. Abrazos.
Tienes razón, María, yo también me fui a Francia sin contrato porque al estar próximo a entrar en reclutamiento no me contrataban y me fui como turista.
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado esta entrada. Un beso
Hola, Mario! ¿Aún de vacaciones en Monterrey? Saludos a tus padres.
ResponderEliminarMe alegro de que te guste el reportaje. Un abrazo
Muchas gracias por tus amables palabras, amigo Toro salvaje. Un abrazo
ResponderEliminarHola, Juan Risueño, no conocía esa frase y te agradezco que la compartas.Las raices suelen ser profundas y bien agarradas. por eso cuando uno se encuentra un evento como este de los andaluces de Denia y ve el espectáculo se le hace un nudo en la garganta.
ResponderEliminarAún tengo pendiente un viaje para septiembre a la provincia de Guadalajara. Me encanta viajar, a mi esposa no; ese es el problema. Un abrazo, amigo.
La frase es de un poema mío de nombre precisamente raíces, y que escribí ya hace un par de años, y compartí en el blog, así que no me extraña que no lo hayas oído.
ResponderEliminarPara mí tiene el valor importante siempre de lo que quiero decir.
Un abrazo, amigo