viernes, abril 23, 2021

EL DÍA DEL LIBRO

 


Es el Día de Libro y podemos elegir

Entre  comprar uno electrónico

o, como siempre, en papel

Dime, ¿cómo te gusta ti?

 

Para hacer un libro en papel

Hay que talar árboles,

 fabricar tinta negra y de colores

y llevárselos a usted

 

 Además, pesan un poco

 para llevárselos con usted

si quiere leer en el Metro

o a la playa, tal vez.

 

El otro, llamado ebok

(vaya con el nombrecito)

no usa tinta ni papel

y  pesa menos que un bistec.

 

Tampoco necesita transporte

y le llega en un santiamén

a su lector de libros.

 Puede agrandar las letras

y es más barato también

 

Mirando por la peseta.

O, si quieren, por el euro

Si, ya sé que en eso  estamos

La peseta era un decir,

Que el euro vuela de las manos.

¡Qué me vas a decir a mí!

 

Pero hay tantos libros…

Cada año, ¡más de diez mil!

Dios mío, es tan difícil elegir…

Yo solito he escrito seis,

 en ebok y en papel a elegir

Y digo yo:

¿Por qué no me  compras uno a mí?

 https://www.amazon.es/Libros-Juan-Pan-Garc%C3%ADa/s?rh=n%3A599364031%2Cp_27%3AJuan+Pan+Garc%C3%ADa&fbclid=IwAR3BornLdz3qIpNlFCKKHqFQhxLNGoSJV5ROzYJnv6bkmA5fHjMjKf5Cvfg

martes, abril 20, 2021

LA PANDEMIA Y LOS BARES

 


 Dice el refrán  «Cuando el río suena, agua  lleva»

Se quejan los hosteleros  de que, debido a las normas del Gobierno, la cosa no pinta bien para sus negocios.

Yo pienso que son ellos los que echan a la clientela para atrás.

Esta mañana he ido a ver un bar que recomendaba aquí  una amiga la semana pasada, anunciando  una degustación de caracoles para el pasado sábado, a la que no fui intuyendo que habría mucha gente y poco espacio.

Está ubicado  en el centro, detrás del castillo, y tiene una terraza  acristalada y con seis u siete mesas en la calle .

Caminando  por la acera delante de mí  iba un matrimonio que ha mirado la terraza y ha  seguido para adelante. Igual que yo. Dos mesas de la terraza  estaban  ocupadas por vasos y platos sucios de desayunos. Un metro más arriba, cuatro  ancianos  sin mascarillas  y en pie en medio de la terraza, discutían sobre pensiones y vacunas. En  la puerta de entrada al bar había una joven con  los brazos cruzados escuchando la conversación. Imagino que era la dueña o la  camarera.

Yo iba  tomar  café y preguntar sobre la carta del menú  por si algún día se nos apetecía a Carmen y a mí  comer allí. Pero ni me he detenido. Al salir de la plaza del castillo y continuar por la calle de enfrente he llegado al cruce con  la calle Luna, donde  el matrimonio que iba delante de mí  se ha sentado a una mesa del restaurante El Puerto.

 Así se pierden los clientes.

Por la misma razón  –gente charlando de pie  sin mascarillas dentro de la terraza, y otros fumando–, dejamos de entrar desde el pasado verano mi esposa yo al  bar de la barriada en el que solíamos cenar casi todos los sábados. Es verdad que el Gobierno les  va a ayudar a recuperar las pérdidas; pero el cliente que se va disgustado  de un sitio difícilmente  regresa.

 

jueves, abril 15, 2021

LA ABUELA DEL HOSPITAL


 Desde ayer, el señor del Tiempo en la tele, anunciaba agua para hoy en El Puerto, pero como no acierta nunca (las nubes pasan de largo y sueltan el agua en Jerez y Sanlúcar) y no le hago caso, me he levantado a las 7 y me he ido andando en ayunas al hospital para un análisis de sangre.


He recorrido los 3,100 metros en 40 minutos y he llegado 5 minutos antes de las 8, cuando aún no había nadie en la puerta ni en las oficinas.
“¡Qué bien ¡ – pensé–, así seré el primero”

Pero me equivocaba: sentada junto a la puerta de Extracciones encontré a una señora mayor hablando sola. Al verme continuó hablando para disimular, no fuera que yo pensara que estaba chocheando.
Para ella, tener con quien hablar fue un regalo de Dios, así que para aprovecharlo al máximo se giró hacia mí y me dijo:

—Es bueno madrugar un poco porque así llega una y entra la primera.
—Señora, cada persona tendrá un número de cita y la enfermera se regirá por él. De nada sirve venir a las 8 si está citada para las 9, porque ahora empezarán a llegar más usuarios.

Diciendo esto, tomó asiento al lado de la anciana una joven rubia, de ojos azules y largas pestañas. Iba ataviada con un pantalón vaquero y una camisa de color rosa. El resto no lo puedo describir porque llevaba la mascarilla y se sentó rápidamente.
La señora la miró y, tras escanearla de arriba abajo con sus ojos vidriosos, se olvidó de ella y continuó su charla conmigo:

–Yo no quisiera venir aquí , ¿sabe usted? Mi hija es enfermera y puede pincharme; pero claro, el análisis no me lo puede hacer en mi casa y por eso vengo. Ella no tiene plaza y solo atiende a los conocidos: pone inyecciones, quita puntos de las heridas y hace las curas. Así los pacientes se ahorran tener que pedir cita en el Ambulatorio y esperar dos semanas a que se las den.

La señorita de al lado, viendo mi cara de hastío, me miraba con sus ojazos y pestañeaba. Yo me preguntaba si se reía de mí por tener que aguantar el mitin de la anciana o me estaba seduciendo.
La señora continuó su discurso:

–Esta vida no es justa, Dios le da pañuelos a quien no tiene mocos, y los que sí tienen se deben limpiar con las mangas de la camisa –nueva mirada de la joven, cuyo pecho se agitó un poco, por la risa contenida, supongo–. Mi hija tiene un título y está parada; mi hijo, que es un manitas y está casado y con dos hijos , porque ellos buscaron la parejita y luego pusieron el estop, lleva cuatro años en el paro cobrando los 420 euros y con las chapucitas, que no le faltan, se mantiene. Si usted quiere le doy su número de teléfono, por si necesita algún arreglo en su casa.

–No, gracias. Yo también soy un manitas y desde que me casé lo he arreglado todo en casa: electricidad, fontanería, persianas… Lo que sí le pido es el número de teléfono de su hija, por si alguna vez necesito sus cuidados. Me haría un favor.

Ella sacó una tarjeta y me la entregó. En ese momento salió la enfermera y la invitó a entrar en la consulta. Yo estaba contento, ¡qué fácil me había resultado disponer del numero privado de una enfermera! Hace dos meses le quitaron dos puntos en la cabeza a mi vecina, y para ello hubo de coger cita y esperar 4 días. Si hubiera tenido el número de esta chica, se los habría quitado enseguida.
Al llegar a casa llamé al número de la enfermera para presentarme y pedir información de precios, disponibilidad, etc.
Al cuarto toque, escuché una música de rok, y una voz varonil respondió:

—¡Reformas Pepe! ¿En qué puedo servirle?
¡La madre que parió la tía esta!

viernes, abril 02, 2021

YO CONFIESO




He leído otro libro : “Yo confieso”. Nada que ver con la película y anterior novela publicada anteriormente para, según él, desacreditarle presentándolo como un disidente de ETA.

Es la confesión, en 345 páginas, de El Lobo, el espía infiltrado en ETA de cuyo trabajo se aprovecharon para ascender altos mando de las fuerzas de seguridad españolas, y de ministros del Gobierno, mientras que al verdadero héroe lo abandonaban a su suerte después de realizar cada misión.

Cuenta con detalle cómo se repartían el dinero requisado de los delincuentes que él señalaba, diciendo después que no habían encontrado nada en el registro de turno. Descubrió que muchos cargos importantes de las entidades e Instituciones españolas llevaban maletas llenas de billetes a Andorra y Suiza. A veces, sus mismos jefes o compañeros de la policía y del Servicio de Inteligencia temiendo que el espía revelara datos molestos para ellos, descubrían a la prensa ellos mismos las identidades y direcciones que utilizaba el agente para que la Eta, que había jurado matarle, se deshiciera de él. ¡Incluso le pusieron una bomba!

En fin, un libro interesante que muestra cómo el Gobierno y el Dinero manipulan a la Prensa y a los medios audiovisuales, incluido a policías y jueces, para obtener sus objetivos.

La pregunta que me hago como lector y como ciudadano español, desencantado, aún más si cabes, de esta pseudo democracia es: Si existía tanta corrupción entre sus mandos y los partidos políticos, si echaban a perder las misiones, dejando escapar a los etarras cuando convenía a alguien de los de arriba, ¿Por qué ha tardado tantos en denunciar estas cosas? ¿Se trata de una rabieta por que no le han pagado lo prometido o no le han dado algún premio?

Él era cómplice de todos ellos, pues cobraba su dinero por ello.


El libro está escrito de forma coloquial, tal como alguien enfadado con otra persona te cuenta su problema en un bar con prisas y sin orden cronológico y sin una sola raya de diálogo, su versión de los hechos. Además de ser el bueno de la película, todo le sale bien: si juega dos veces a la lotería, gana. Si le hablan de un personaje famoso, empresario o presidente de cualquier país él le conoce y es amigo suyo. En fin.

No me ha gustado, me deja un mal sabor de boca.


jueves, abril 01, 2021

YO TODAVÍA LIGO


Aprovechando que se ha calmado el viento y hace calor, he ido a dar un paseo por el centro. Al pasar frente a Mercadona ha salido una mujer que quitaba el sentío, ¡qué cuerpo por Dios!

Ella salía del super cargada con dos bolsas de alimentos. Al verme alelado mirándola, se ha bajado la mascarilla y me ha sonreído, ¡Dios mío que guapa era!
Se puso a caminar delante de mí y yo la seguí, admirando el balanceo de las curvas y redondeces de su pantalón ajustado, tipo leggings.

Diez metros tardó en dejar las bolsa en el suelo para descansar, ofreciéndome una visión celestial.
Me miró otra vez, dejando caer las pestañas de de una manera sensual, cerrando los ojos y dando un suspiro.

Yo pensé en ayudarla, llevando yo las bolsas, pero me dije.” Si lo hago ya no voy a contemplar más su hermoso trasero al inclinarse para soltar las bolsas, y para una vez que Dios me regala tal divina ofrenda no la voy a despreciar”.

Un minuto después, ella recogió las bolsas y continuó su camino; yo, como fiel guarda espaldas, seguí detrás de ella.
Los pensamientos que circulaban por mi mente no son aptos ni para ustedes, los adultos. Después de descansar cinco veces, dejando las bolsas en el Cielo (perdón, en el suelo. En el Cielo estaba yo), se detuvo en el portal de un edificio antiguo de tres plantas, me miró como por última vez y se dirigió a la escalera.
Eso yo no lo iba a consentir. Me acerqué y le dije:

– Por favor, señora, permítame que le suba yo las bolsas.
– Muy amable, gracias. Es a la tercera planta.

Como buen caballero, le cedí el paso, ¡no faltaba más! Y allá iba ella dos escalones delante de mí, alzando ora la pierna izquierda, ora la derecha, y otra vez ¡alsa, qué bonita!, y yo con la cara rozando sus leggings, hasta llegar a la puerta de su casa.

Yo, con la lengua afuera y respirando más fuerte que un perro después de una hora corriendo tras la pelota en la playa, ya no la veía apenas. Tal era mi agotamiento que mi corazón pedía por favor le dejara salir del pecho un rato para respirar.

Pero ella me invitó a entrar y dejar la compra sobre la mesa de la cocina. Cerró la puerta, se quito la mascarilla, y dirigiéndose al salón me dijo, con una voz que me hizo recordar la frescura y el sonido del agua bajando de la sierra:

–Ahora mismo vuelvo. Póngase usted cómodo.

¡¿Cómodo?! ¿Qué significa, Dios mío?
Y me desnudé. Me quedé de pié en pelotas.

Al ratito se abre la puerta del salón y aparece la diosa con un niño de no más de tres añitos, que se me queda mirando con los ojos como dos platos, y le dice:
—David, ¿tú ves cómo está ese señor de blanco, y escuchimizado, sus carnes flojas y esa cara de tonto tan triste? Pues eso le pasa porque no come y pasa las horas pensando en hacer maldades. Y así te vas a quedar tú si no comes. ¿Te has enterado, cariño?

Y el zagal, haciendo un pucherito, responde:
—Chíiiii, mami
— ¿Tú te vas a comer todo lo que te ponga mamá?
—Chiiii, yo pomé tó
—Ea, pues dile adiós a ese señor, que has sido tan amable me ha traído la compra.

Y el niño me dice adiós con la mano y sale de la mano de su madre de la cocina.

¡Dos minutos tardé yo en vestirme y salir corriendo escaleras abajo!