sábado, marzo 27, 2010

¡NUNCA MÁS!



El pasado día 24 se commemoraba el aniversario del fin de la barbarie en Argentina. Un aniversario más.
Varias escritoras y poetas han expresado de diferentes formas en la Red el sentimiento doloroso por lo sufrido y el mensaje implicito de que ¡NUNCA MÁS SE PERMITA QUE SUCEDAN COSAS COMO ÉSAS!

Claudia Isabel, excelente y reconocida poeta de Buenos Aires, nos invita a leer su poema:
Además del enlace de Claudia, quiero dejarles aquí el relato de Silvia Pereiro, otra argentina conocida en los foros literarios como LENY:



IDENTIDAD

Cuando tomó el colectivo aún faltaba un largo rato para la hora de la cita.

No importaba, bajaría unas cuadras antes y caminaría. Le vendría bien para tranquilizarse y, además, no había lugar para sentarse y ya le dolían las piernas. Recién en la vereda, se dio cuenta de que aferraba aún, junto al boleto y al pañuelo blanco, el rosario de cristal de roca que la acompañaba desde la comunión de su hijo. El más chico.
Comenzó a caminar mezclándose entre la gente que habitualmente paseaba los sábados por Rivadavia, preguntándose si podrían tener alguna idea de la felicidad y la ansiedad que estaba sintiendo. Supuso que no. El gesto adusto que se le había instalado desde hacía tres décadas y que nunca había logrado borrar, disimulaba muy bien cualquier emoción.
Pensó una vez más en el lugar elegido para el encuentro y que, quizás, no era el indicado. Pero él jamás había salido de Trelew y como el amigo que lo hospedaba vivía a pocas cuadras de allí, era posible que no estuviera tan mal.
Además en su última carta, él mismo le había pedido que la cita fuera en algún bar. La haría menos formal, menos solemne.
Cuando le faltaban pocos metros para llegar sintió un aleteo en el estómago, las manos le hormigueaban y las piernas le flaquearon. Debió aferrarse a una vidriera de la galería para no caerse.
Se preguntó nuevamente si alguno se habría dado cuenta, o si intuirían las mil imágenes que poblaron su cabeza como una película en retroceso…

…Cómo la primera carta que recibió de la asociación, en la que le avisaban que él había estado averiguando por su cuenta. Que había dudado toda su vida, pero que sólo se animó a confirmarlo cuando murieron sus padres. Sus padres…
…O el miedo a otro desgarro, a otra perdida, a hacerse ilusiones. Las mismas que se había hecho cuando en el setenta y nueve le contaron que su hijo, el más chico, estaba bien en Uruguay. Y las que le arrancaron cuando se enteró de que era mentira.
Mentiras. Siempre hubo mentiras.
Y lágrimas…
Durante el día, en oficinas inmundas donde los recursos de amparo se apilaban para borrarse. Y en la noche, cuando un país ignorante o cómplice, festejaba el triunfo del último gol de un mundial en el que éramos derechos y humanos, mientras estallaba en bocinazos y saltaba para no ser holandés.
…Tapando sus oídos mientras estrujaba el pañuelo blanco pensando en la Plaza. Y estrenando el gesto adusto y esas venas abiertas que parían la certeza del nunca más.
Nunca más verlo ni abrazarlo.
Nunca más saber si su nieto había nacido para ser, como ella y tantos otros, una víctima absurda y demencial de una guerra oscura y oculta…

Logró recomponerse y caminar los metros que le faltaban. Abrió la puerta de la confitería y los vio.
Y lo vio…
En los ojos francos de él y en la actitud asombrada del niño que lo acompañaba. En el corte de pelo, en la forma de las orejas, en la nariz recta y en la postura de los hombros.
Sus miradas se cruzaron y él se levantó empujando el brazo del pequeño.
— ¡Ahí está! —pareció decir.
Y el miedo al rechazo, a la ignorancia, al desprecio desapareció de golpe. Con la sonrisa de ambos. La misma…
La misma…
— ¡Hola abuela! — Dijo cuando ella llegó. —Te presento a tu bisnieto…

miércoles, marzo 24, 2010

LA PRIMAVERA



Campiña cordobesa foto de Juan Quesada.

Esta foto ha sido seleccionada para Google Earth


La primavera ha llegado y los campos muestran distintos tonos verdes y se han llenado de flores e insectos; el cielo luce más azul y el aire parece que alimenta.


La imagen más bonita que recuerdo de este tiempo es la de los ondulados campos que lindan con la autovía de Andalucía en las cercanías de Córdoba. Componen un lienzo maravilloso de parcelas verdes con docenas de matices. Ni un sólo árbol sobresale entre las líneas verdosas que configuran el horizonte antes de diluirse en la bruma de Sierra Morena, al Este.



Pero no sólo el buen tiempo con los campos reverdecidos y florecidos nos trae la primavera; también los insectos, las alergias y enfermedades. No sé si es casualidad o no, pero el año pasado, en este mismo mes, me llevaron a urgencias. Y hace unos días me ha visitado el mismo dolor y a mi esposa un principio de neumonía que nos tiene enclaustrados desde que vinimos de Olvera, hace casi dos semanas.



Todo eso nos prueba que no somos nada y que el único fin que nos mantiene en este planeta es la lucha permanente contra el mal en todas sus vertientes.

El libro que estoy leyendo ahora, «El símbolo perdido», cuenta que los grandes personajes de la historia, casi todos ellos masones, entre los que se hallaban algunos ex–presidentes de Estados Unidos, tenían un lugar secreto en sus domicilios cuyos símbolos eran comunes en todos ellos: una habitación estrecha y sin comodidades, amueblada con un altar sobre el que luce una carabela, un libro y una vela. Y en un rincón, supervisándolo todo, vigila una enorme guadaña.


Al parecer, los jefes masones visitaban de vez en cuando el lugar y se arrodillaban ante el altar para reflexionar. Los objetos descritos les indicaban que no eran nada, que acabarían secos y vacíos como la carabela; la luz de sus mentes, ésa que los había encumbrado al poder, se extinguiría como la vela. Era una manera de obligarse a bajar de las nubes, a poner los pies en tierra y no dejarse llevar por el éxito al que los han encumbrado las organizaciones humanas.


Y todo esto me lleva a reflexionar en la vanidad que forma parte de nuestra indumentaria. Nos creemos alguien y miramos de soslayo al prójimo cuando las cosas nos van bien y destacamos en cualquier actividad; nos pervierten las lisonjas y honores y nos creemos superiores a quienes nos acompañan. No pensamos que al cabo pasaremos a un segundo plano, y aún al tercero y así hasta el olvido. La guadaña imparte justicia haciendo tabla rasa.


Sabiendo esto, ¿no deberíamos tratar de ser solidarios, de compartir en vez de atesorar, de ser amables en lugar de despreciar, de amar a nuestros semejantes en vez de tratar de pasar sobre ellos a cualquier precio?


«La primavera, la sangre altera». Y a mí me ha alterado la salud y los ánimos. Y también a mi esposa. Pero tenemos que seguir adelante luchando para que el año que viene, en primavera, estemos aquí compartiendo cariño, alegría y conocimientos.





jueves, marzo 18, 2010

Te buscaré en otoño


Colaboración de mis amigas Margarita (Foto) y SISÍFA (Poema)

Te buscaré en otoño

Tal vez en cada hoja que a su verdor lejano

Recordará en un soplo de nostalgia serena

Sabiendo irretornable la savia y yo tu risa

Sabiendo de igual modo que nunca se termina

De recordar el tiempo en el que dimos todo

Te buscaré en otoño

Un sitio donde pueda sepultar el recuerdo

Y amanecer sin ojos para no ver tu ausencia

No quiero más camino

Si sé que voy andando al compás de la eterna rebelión del olvido

Si sé que por delante sólo tengo el pasado

Si sé que en cada nido que construya habrá un sitio

Para el fantasma amado

Y la otoñal riqueza de las hojas y un nombre

Lo demás será vano.

sábado, marzo 13, 2010

El Club Custer Hills


El plan defensivo llamado Wild Fire es la respuesta automática de que dispone EE.UU. en caso de sufrir un ataque nuclear por terceros países. Treinta minutos después de ser atacados, los misiles nucleares de EEUU salen disparados sin necesidad de aprobación por el Parlamento ni por el Presidente hacia los países que ellos creen son sus enemigos, borrando así de golpe de la faz de la Tierra a todo enemigo.


El Club Custer Hills, formado por un magnate del petróleo americano, el jefe de la CIA, un consejero del Presidente, dos generales del Ejército del Aire y de la Armada, el director del FBI, y algunos multimillonarios, se ha reunido en sesión extraordinaria en una zona boscosa donde el magnate del petróleo ha construido un bunker antiatómico, y deciden, tras votación, provocar un tremendo atentado en dos importantes ciudades americanas, lo que activará inmediatamente la respuesta nuclear estadounidense.



Todo está preparado para iniciar la cuenta atrás, las bombas ya están colocadas en su sitio y sólo esperan la orden de activación automática, que llegará a través de un código transmitido por una onda ultracorta de radio.

Cuarenta y ocho horas antes de iniciarse el plan, entra en escena el matrimonio Carey, formado por dos agentes especiales, que harán todo lo posible por impedirlo.

Éste es el argumento del libro escrito por Nelson De Mille, que ha logrado vender más de treinta millones de ejemplares de la obra.Un libro de 503 páginas apasionantes y divertidas.





Un libro que me ha gustado mucho y que recomiendo para los amantes de aventuras y acción.

Tiene otra cualidad: sólo cuesta 6 euros en la sección de oportunidades de Carrefour, está encuadernado con tapa dura y sobrecubierta. Además de ser una obra genial, es un regalo interesante, bonito y barato.

Del 1 al 10, yo le pondría un 9

jueves, marzo 11, 2010

OLVERA,

Foto de internet

En la falda de la montaña, a la izquierda si vas por la carretera de Jerez hacia Antequera, orgulloso como un dios, se alza un bonito pueblo llamado Olvera.

«Es de lo más bonito de España», pensé la primera vez que vi su iglesia plantada en la montaña. Fue en el verano de 2003. Por aquel entonces, yo trabajaba en la estación de Bobadilla y venía cada viernes a mi casa a pasar el fin de semana con la familia. El 15 de abril de 1986, este pueblo fue declarado Conjunto Histórico Artístico Nacional.

Los lunes, yo madrugaba y pasaba por el túnel del cruce de Ronda a las seis de la mañana; recorría unos diez kilómetros y allí estaba: Impresionante, maravillosa, toda iluminada. La iglesia parecía flotar en el aire. Sus torres tocaban las estrellas, parecía un palacio de hadas, y en mis retinas, maravilladas, se reflejaba su suntuosa fachada.

Esa imagen no aparece en ninguna postal. Solo se puede obtener a unos tres kilómetros más allá del desvío para entrar en el pueblo desde la carretera de Jerez a Antequera. Tres veces he intentado captarla desde ese punto, pero me ha sido imposible: está a la salida de una curva, no hay buena visibilidad y los coches llegan a gran velocidad, con el consiguiente peligro de empotrarse detrás del tuyo si te detienes unos momentos. Hay raya continua, además, y si aparcas en el estrecho arcén la Guardia Civil te puede denunciar.

Ayer lo intenté otra vez, pero fue inútil.

Amaneció el día soleado y decidí llevar a mi mujer a celebrar su cumpleaños (el día anterior no pudimos) en la Sierra. Queríamos ver también los estragos que había hecho el agua por todas partes, y a las diez de la mañana cogimos la Ruta de los Pueblos Blancos. Dejamos atrás Arcos, Bornos, Villamartín, Algodonales, el cruce de Ronda y El Gastor y, finalmente, atravesamos el túnel

http://www.casaturismorural.com/lugaresparavisitar/pueblos/mapa.php?id=2631

« ¡OH!...» —exclamó mi mujer al ver a lo lejos Olvera.

Apretujadas y blancas con sus tejados rojizos, extendidas sobre la ladera como una alfombra de flores de almendros, las casitas del pueblo rodean la peña sobre la que se alza la imponente iglesia, y sobre ésta, orgullosa y eterna, se alza la fortaleza mora.

Siempre se adjudicó a los árabes la fundación del pueblo, y no fue hasta 1986 cuando un hombre, que trabajaba con su pala en un camino rústico, se encontró una estatua de Trajano.

La Junta de Andalucía se hizo cargo de las excavaciones y diez años después, con ocasión de la remodelación del pavimento de la plaza de La Iglesia, se hallaron vestigios de los pobladores del lugar en épocas anteriores: bordes de vasos, cuencos, laminillas y un punzón neolíticos, fechados entre el 3º y 4º milenio antes de Cristo. Del siglo III A.C. son los restos romanos e íberos encontrados en 1986 en una pequeña villa de agricultores excavada por la Junta de Andalucía, donde descubrieron monedas de los emperadores Graciano y Constantino.

La historia de la Olvera musulmana comienza en el sigloXI cuando los reinos de Taifas disputan entre ellos, siendo Olvera una plaza fronteriza entre los Taifas de Morón y de Ronda. La conquistó el año 1327 un joven de 16 años, el Rey Alfonso XI, quien respetó las vidas y bienes de los vencidos.

Y es esta Olvera musulmana la que yo fui ayer a conocer y admirar.

Olvera está perfectamente organizado para recibir al turismo. Contrariamente a otras ciudades del entorno, el visitante encuentra en los diferentes puntos de la ciudad cercanos a los monumentos, numerosos aparcamientos gratis. Yo dejé mi vehículo a la entrada del pueblo y me fui a pie subiendo la cuesta hasta el castillo.

El medio kilómetro aproximado de camino que conducía a la fortaleza ofrecía maravillosas vistas panorámicas del paisaje. Bajo la peña, un grupo de perros, al parecer abandonados y maltratados por sus dueños, a juzgar por el miedo que nos tenían, nos seguían a lo lejos. A la derecha, conforme ascendíamos, el barranco aumentaba de profundidad y el paisaje ganaba en hermosura.

Al fin llegamos a la primitiva ciudad. Entramos por una angosta callejuela y nos encontramos de pronto en la plaza. Una parcela cuadrada de unos tres mil metros cuadrados cuyo lado derecho estaba ocupado por la iglesia, un edificio construido sobre las ruinas de la mezquita árabe, que fue usada para culto cristiano hasta el siglo XVI cuando fue demolida para edificar sobre sus cimientos la iglesia primitiva. En 1823 se derriba la iglesia primera y sobre sus cimientos se construye la actual.

Caminando hacia el frente, un mirador nos permite contemplar la ciudad que se agita abajo, y el paisaje verde y montañoso del entorno; a la izquierda se haya una fila de casitas de dos plantas pegada a la base del castillo. Es precisamente por una de ellas que se accede a la fortaleza.

Cruzamos el patio interior y nos encontramos con la escalera.

Mi mujer me miraba como preguntándome si estábamos capacitados para subir hasta las almenas; yo le hacía la misma pregunta con los ojos, y ella, sonriendo, me dice:«¿Por qué no? Para eso hemos venido». Y allá fuimos.

Pasamos un día fenomenal, inolvidable. La gente olvereña es amable, simpática, y sabe atender a sus visitantes. Cuando les preguntas algo te responden sinceros y amables, no te engañan indicándote la dirección contraria, como en otros sitios que he visitado.

Después de visitar el castillo (la iglesia estaba cerrada por obras), nos paseamos por el pueblo y fuimos a comer al Restaurante Entrecaminos, que nos habían recomendado porque, además de la carta, ofrecía un buen Menú del Día por un módico precio:

Choco con patatas, Flamenquín casero, tarta de queso, ensalada, café, dos cervezas y el pan = ocho euros.

Observé que muchas calles tienen nombres de países europeos: calle de Francia, Alemania, Holanda, Suiza… Esto se debe a lo que ya he criticado en algunas entradas anteriores: El pueblo andaluz siempre ha pasado necesidad y se ha visto obligado a emigrar para quitarse el hambre, mientras sus gobernantes vivían a cuerpo de rey. Y Olvera no podía ser menos: sus habitantes tuvieron que emigrar tanto, se sienten tan agradecidos a las naciones que los acogieron, que han bautizado sus calles con sus nombres.

Las huellas de las inundaciones mostraban la magnitud del desastre sufrido por las lluvias en la provincia; la carretera estaba rota en un punto y un carril estaba anulado y acotado. Los empleados de obras públicas se afanaban en arreglarlo.

Aún nos queda por conocer varios pueblos de la sierra gaditana: Setenil, Villalengua y Alcalá del Valle y algún otro más, visitas que dejamos para otra ocasión.




lunes, marzo 08, 2010

¡FELICIDADES, COMPAÑERA!

Foto de internet

En estos momentos sueña. Su cara plácida denota que está tranquila. Los años han cubierto su piel suave y lozana con una pátina de seda, algo arrugada y flácida, y la experiencia que le han dado sus cabellos plateados, después de haberse realizado como mujer, como madre, abuela y esposa amiga le hacen ver las cosas de manera diferente: ya no quiere conquistar al mundo, lo ama y lo disfruta.

Es bondadosa, todo lo entiende y lo asume. Sabe que no hay nada nuevo, que se repiten los ciclos como las primaveras; que de los capullos continuarán saliendo las mariposas, que los inviernos llegarán fríos y despojarán cruelmente a los árboles de sus hojas, que el lobo devorará a los corderos… Es ley de vida.

Su carita de niña curtida sonríe. ¿Qué estará soñando? Tal vez revive alguna aventura, como la de ver caminar a sus hijos, o está escuchando el parloteo de sus nietos. O quizás me ve junto al Sena, arrebatándole el libro que siempre llevaba consigo para besarla, tumbados ambos en la hierba; o haciendo las compras para la llegada del primer bebé; o se ve trabajando en aquel restaurante de Calpe mientras yo, en paro, cuidaba a los niños y los llevaba al colegio.
O simplemente se ríe de la hipocresía del mundo machista, que homenajea a la Mujer un día al año, mientras continúa explotándola y marginándola en las empresas pagándoles un salario muy inferior al que cobran los hombres por realizar el mismo trabajo.


Dentro de poco, a la hora del desayuno, y también mañana, a la hora de entrada al colegio, comenzará a sonar el teléfono y ella pondrá el altavoz para que los dos escuchemos: «¡Felicidades, mamá!», dirán sus hijos.«Felicidades, abuela», dirá Iván, su nieto. «¡Pumpeaño féeliii!»,cantará su nietecita. Y ella, con los ojos lagrimosos, le dará besos al auricular del teléfono para que suene bien en los oídos de todos.

Y es que mañana mi esposa cumple un años más. Es tan buena, tan dulce y tan humilde que quiso retrasar un día su nacimiento para no quitarle protagonismo al Día de la Mujer Trabajadora, que con tanto mérito y esfuerzo se habían ganado.¡Como si ella no se mereciera también ese homenaje, con todo lo que trabaja!

De todas las cosas buenas que me ha dado la vida, ella es la más valiosa, la mejor, la que más quiero y valoro. Siempre ha estado a mi lado apoyándome, aconsejándome, reconfortándome en mis momentos bajos, y alegrándose conmigo y celebrándolo juntos cuando la vida nos hacía un buen regalo.
Por eso la necesito tanto y no sabría qué hacer sin ella; por eso es con todo mi corazón que hoy le deseo que cumpla muchos años más.
¡FELICIDADES, CARIÑO!


A todas las mujeres del mundo dedico el artículo que presento aquí.


Con toda mi admiración y respeto, besos para todas ellas

viernes, marzo 05, 2010

Homenaje a Juan Ramón Jimenez del escritor y poeta Fernando Jimenez- Ontivero



Juan Ramón Jiménez.


Ahora que estás ausente, hablando con tus dioses

déjame Juan Ramón depositar el Libro de los Muertos

en tu lejana tumba donde reposas tú,

sochantre de los cantores poéticos,

y después de arrodillarme ante la cruz de tu humilladero

liberar la éntasis de tu poesía,

para que se derrame sobre la tierra.

¿Por qué tiene que morir un poeta como tú,

o es que ha muerto el que iba a tu lado sin tú verlo?

¿ Cómo es posible que la sustancia de todo lo vivido por ti

no se esparza, sume y magnifique entre nosotros?

¿Pueden los acantilados resistir el oleaje de la mar bravía

y no dejarse invadir los hombres por la fuerza de las olas

de tu poesía?

Que vengan los dioses, y los rayos del sol derritan sus alas,

para poder hablar con ellos y decirles lo que te recordamos,

lo que te necesitamos y ¡ oh ! seres supremos, recoger

alguna gota de tu esencia inmortal e inolvidable.

Mi primer contacto contigo se produjo en el café de las sorpresas,

donde un niño asombrado convivió con Platero,

rodeado de luz y de mariposas de colores,

acariciando su piel como de algodón

y viviendo con plenitud sus aventuras poéticas.

Las mariposas siguen volando hoy día, amigo, a tu alrededor,

pero no nos abandones nunca a nosotros,

los niños, que siempre te amaremos.

Juan Ramón, tú el loco, de barba nazarena,

me han oscurecido tu recuerdo con la veladura

de un premio Nóbel, pero tú seguirás siendo el único canto

que soy capaz de identificar entre el de las miles de aves del cielo,

porque tu voz tiene una presencia eterna y tu sustancia es inmortal.

Déjame que ciña la hopalanda de los antiguos discípulos para asistir

boquiabierto a tu cátedra, palpitando mis sienes, latiendo mi corazón

a tu lado, sin verte, sólo soñándote, pleno de ti.

Te descubrí de niño, te adoré de adolescente y ahora estoy

descubriéndote en Moguer, haciendo, tú y Zenobia juntos

en su cementerio, la verdadera ciudad poética que soñabas.

Rompan los hombres tu silencio declamando tus versos,

rescatando tu voz desde la sepultura en que te intentaron hundir

aquellos a los que ignorabas con tu talento inolvidable,

desde tu flaqueza física y tu portentosa intelectualidad,

escondiéndote, unas veces en las casas de socorro,

soñando con el océano, por fin descubierto,

y otras en la lejana cátedra americana en que te refugiaste.

¿Dónde está ahora esa inquietud que te ahogaba

y que nunca supiste descubrir, dónde esa fortaleza mental,

dónde ese amor sin igual a la profundidad del pensamiento,

a las cosas humildes, a la naturaleza cercana?

Cuando pienso que un hombre como tú ha podido morir

habiéndote estrechado en mi corazón de adolescente,

y entregado años más tarde en tu lectura meditada,

creo que los montes pueden hacerse arena

y el mar desaparecer por las rendijas de un desagüe universal.

Tu destino de muerte estaba muy lejos de Moguer,

¡oh! qué lejos de parecerse aquel profesor americano

a tu primavera de hombre, hoy paloma perdida.

hoy paloma herida en el último rincón de tu estancia.

¡oh! qué soledad de sábanas blancas, de dolor infinito.

de plateadas estrellas colándose por las persianas,

de cuidados litúrgicos, de sueños imposibles.

Yo no puedo cambiar el orden establecido,

mas si los dioses desaparecieran podría universalizarse tu voz,

impregnarse las sábanas de tu palabra prodigiosa,

y cantar cada mañana las aves del cielo la alegría de tu salvación.

Podría saludarte desde el café de las sorpresas,

entrar en ti, besar tus manos frías,

aumentar la paz de tus madrugadas,

hablarte de la luna ,del pinar y del viento

con tus poesías al hombro, como Eneas llevó a su padre

hasta las costas de Cartago, y reemplazar tu dolor

por la inmensa y profunda ternura de tus versos.


FERNANDO JIMENEZ-ONTIVEROS

jueves, marzo 04, 2010

BANDERA BLANCA

¡Vale, vale!, lo sé, lo entiendo...
Y como no deseo castigarles más con las tonterías que escribí hace siete años en mi Diario personal, cambio de tema y les invito a escuchar música mientras se me ocurre algo.
Que os guste es lo que espero.




miércoles, marzo 03, 2010

MI DIARIO 3



Albalate de Cinca, día 3 de noviembre de 2003

«Hoy he salido a las dos de la madrugada de Valencia y a las seis estaba delante del hostal. Olvidé que era lunes y el bar no abría.
El trabajo se ha dado bien: no hemos discutido y se ha montado una virola.*
Dormí un poco en el coche y luego me fui a la fábrica. Allí el café y un dulce, 0´60 euros.

Al parecer la jefa está muy enfadada conmigo porque me llevé la tarjeta de la habitación. La he llamado por teléfono para preguntarle qué habitación tenía y la he notado muy enfadada: me ha colgado el teléfono bruscamente y me ha llamado “señor” de una forma escueta. Nada de familiaridad, ni simpatía.

Sabiendo que durante el mes de octubre me he dejado en su establecimiento 800 euros en 23 días entre la habitación, café y cervezas, y teniendo en cuenta que voy a continuar aquí hasta diciembre creo yo que merecíamos un mejor trato. Pero en fin… ¿Qué le vamos a hacer? Aquí se valora más al cliente con buena situación económica que se permite venir a cazar un fin de semana y se gasta 60 E. en el hostal, que al trabajador que está toda la semana y se gasta 200 E…»

Esta es la nota escueta que aparece en el Diario. Como dice mi amiga Margarita en un comentario anterior, al leerla emergen del pozo de mi memoria los recuerdos nítidos de aquel día y revivo los estados de ánimo que me embargaban.

Inés nos había anunciado que a partir de noviembre los fines de semana deberíamos agruparnos en habitaciones dobles, y dejar las nuestras para los cazadores que acudían en la temporada de caza. Los compañeros murmuraban por detrás, pero a ella le dijeron que no había problema. Yo me opuse, pues yo pagaba una habitación individual y no tenía por qué dormir con un extraño. Inés me dijo que si no me parecía bien, que me fuese del hostal, y yo le respondí que yo me iría cuando lo considerase oportuno y la reté a que me echara ella. Le pedí el Libro de Reclamaciones y le advertí que mientras yo estuviese al corriente de pago y me comportase bien no podía hacerlo. Se puso furiosa y se fue mascullando algo.



El viernes, mi hijo me dijo que por qué no iba a su casa a celebrar mi cumpleaños, y cogí mi equipaje y me fui a Valencia, dejando ocupada la habitación con mi ropa y utensilios y llevándome la tarjeta electrónica que daba acceso al hostal y a la habitación.

El lunes, en el trabajo, los compañeros me dijeron que Inés había sacado mis cosas y que había dicho que no fuese al hostal porque no me aceptaría en su casa. La llamé por teléfono y le pregunté si era cierto lo que me habían contado, y qué había hecho con mis cosas. Ella me respondió, muy seca: «Sus cosas están donde usted las dejó, señor; no he podido alquilar la habitación porque usted se llevó la tarjeta» Iba a decirle que era lógico que no alquilase una habitación que ya estaba alquilada y pagada por mí; pero no me dio tiempo: me colgó bruscamente.

Según nos dijo durante la cena, desde hace muchos años, un grupo de cazadores venían a Albalate y se hospedaban en el hostal. Inés decía que eran clientes antiguos que reservaban la habitación de un año para otro. Yo le dije que por qué entonces me la había alquilado sabiendo que permanecería en el pueblo casi tres meses. «Esperaba que usted fuese comprensivo», dijo.
Prefiero no serlo a ser idiota. ¡Dejar libre cada viernes mi habitación, que cuenta con baño completo, TV por canal satélite, y aire climatizado para que la usen unos señoritos que vienen a divertirse dos días a la semana!

Yo le dije que no me gustaba compartir la habitación con otro hombre, que tal vez si me ella me ofrecía compartirla con alguna mujer... me sacrificaría y aceptaría.

A partir de ese día, me declaró la guerra.
Yo empecé a buscar otro hotel, pero sólo había plazas libres en Monzón, a 30 kilómetros de la fábrica, y el jefe no estaba dispuesto a pagarme el kilometraje ni el tiempo de desplazamiento. Busqué un piso en Albalate y fui a verlo con Paco, un montador de Cáceres que había trabajado conmigo anteriormente en Guijuelo y Bobadilla y nos llevábamos bastante bien. El piso tenía dos dormitorios, salón con chimenea, cuarto de baño completo y cocina.

Quedé con el dueño para el fin de semana, pues él vivía en Tortosa y acudía al pueblo de vez en cuando. Cuando Paco dijo que si yo me iba él se venía conmigo, Inés se vino abajo y dijo que estábamos muy exaltados y decíamos cosas que en verdad no sentíamos, que olvidásemos el asunto.


* Virola, anillo de chapa de acero de 2 metros de altura, que ensamblado con otros diez formaban el depósito de 20 metros de altura.

martes, marzo 02, 2010

MI DIARIO 2

Albalate de Cinca, a 27 de octubre de 2003


Siguen los problemas en el trabajo.

Hoy me he enfadado con Antonio, el encargado, y me he ido al hostal. Paco también ha discutido con él y no ha ido a cenar.

La buena noticia es que las seis radiografías de las soldaduras que se hicieron siguiendo mis directivas han salido bien, lo que demuestra que mi trabajo es perfecto y me tienen que tragar mal que les pese. La soldadura que hizo Jorge, un soldador colombiano recomendado por Antonio y preferido de Salvador, ha salido mal por falta de fusión.

Yo se lo había advertido y no me hizo caso: «Llevo veinte años soldando por el mundo y no vas a venir tú a enseñarme lo que debo hacer», fue su respuesta. Ahora, su prestigio como soldador homologado ha caído por los suelos y baja la cabeza cuando nos cruzamos.

Al principio yo no quería cenar, para no ver la cara de ese idiota de encargado que se cree Dios, aunque no es más que un pobre hombre estresado e infeliz porque se ha separado de su mujer y ésta se ha quedado con la casa y sus hijos; pero luego me he dicho: ¿Por qué no voy a cenar yo? Si alguien sobra en esa mesa es él.

Lleva dos meses más que yo en el hostal y tiene en el bolsillo a Inés. Ella es amable con Antonio y se muestra borde con quienes éste considera sus enemigos. A mí no me traga, se nota.

Antonio no sale del bar y los domingos no va a ninguna parte: se queda hipnotizado en el mostrador charlando con ella. Es un jilipollas, no se da cuenta de que Inés es una profesional de la hostelería, su aparente amistad es falsa: sabe que vive solo y lo que a ella le interesa es que todo su salario y dietas se queden en el hostal

¡Y Antonio cree que se la ha ligado! Demasiado grande le viene el traje.

La Sra Teresa, madre de Inés, me ha dado una receta para curar infecciones y cortes. Dice que es milagrosa, y que ella ha curado a mucha gente del pueblo con esa pomada. La ha sacado de la nevera y nos la ha enseñado.

Una yema de huevo, miel, aceite de oliva y harina a partes iguales. Se hace una cataplasma y se pone en la zona infectada toda la noche durante un par de días.

Jorge, el colombiano, para no ser menos o para hacerme la pelota un poco tras su fracaso profesional, ha dicho que pasando por la Turmix una calabaza y bebiéndose un vaso de zumo un par de horas antes del desayuno, baja el azúcar en la sangre. Asegura que su madre no se pone insulina ni nada de medicamentos, sólo se bebe un vaso de zumo de calabaza cada día en ayunas y así controla la glucosa.

He notado que este pueblo es muy caro: me han cobrado 10 euros por cortarme el pelo, cuando en El Puerto de Santa María me cuesta 6. Y en Carrefour cuesta 6 euros lavar 5 kilos de ropa, mientras que aquí, por lavarme 2 pantalones y una camisa he pagado 18.

Mi nuera Eva me dice que no lave nada, que se la lleve a Valencia. Qué poco me conoce. ¿Cómo piensa que voy a permitir que para un día que voy a verlos ella se tenga que pasar el día lavando y planchando mi ropa? ¡Claro!, lo que ella quiere es que yo vaya cada fin de semana, y esto de la ropa es una excusa.

Nada de eso: el fin de semana que viene iré a Zaragoza, y de la ropa que se encargue Inés y que cobre lo que quiera. ¿Quién sabe? A lo mejor le gustan mis calzoncillos…

lunes, marzo 01, 2010

MI DIARIO


En las entrevistas que me han hecho en tres emisoras de radios y televisiones locales, decía que la afición a escribir me entró porque en el Instituto me obligaban a llevar actualizado un Diario personal con todas las cosas que hacía durante el día. Más tarde, continué con ese hábito y con los textos que recopilé saqué material para mi primera novela, La pista del lobo.


Esta costumbre la he seguido en los diferentes lugares donde he debido desplazarme para trabajar, y eso me da ahora la oportunidad de compartir con ustedes mis experiencias laborales y estados de ánimo. Si de ello sacan alguna idea para escribir una historia, me sentiré satisfecho.


En esta ocasión voy a ir presentando las notas escritas a finales del año 2003 en el hostal donde me hospedaba, Casa Santos, en Albalate de Cinca, (Huesca). Algunos términos son los usados por los profesionales de montajes industriales, y quizás no sean entendibles por ustedes; pero en la medida que sea posible lo explicaré sin cambiar el sentido del texto.

Tampoco pretendo otra cosa que compartir coloquialmente con ustedes las anécdotas y estados de ánimo que construyen la vida de un hombre que se ve obligado a trabajar fuera de su casa y de su familia.

Para aquel trabajo me llamó el dueño de Montajes Salvador, una empresa que cambiaba de nombre a cada obra para evitar que la Seguridad Social y Hacienda atrapasen a sus socios, una de tantas que pululan por España. Estoy seguro de que a cualquier trabajador no le permiten un desliz en la declaración de ingresos y le embargan enseguida la nómina y todos sus bienes; pero a los empresarios… Es otro cantar.


Cuando presenté la solicitud de prejubilación, me adivirtieron que me faltaban tres años de cotización (1973 al 1976), años que trabajé con un contrato visado por Organización Sindical, y cuyas cuotas a la seguridad social me descontaban cada mes en la nómina. Sin embargo, la empresa no las ingresaba en la Caja Nacional y por ello me faltan los tres años de cotización. De nada sirve que yo presentara el contrato legal que me unía a la empresa: La Seguridad Social me exigía el justificante de ingreso de la empresa, algo imposible de obtener para cualquier trabajador, pues en aquellos años no existía el documento llamado TC2. ¿De qué sirven los inspectores de trabajo, por qué no buscan ellos a los empresarios defraudadores? ¿No figuran en los contratos los nombres y DNI de quienes los hacen?

Como dicen en Valencia, «Siempre paga poca ropa», o sea: el más débil. Eso me ha costado una reducción en la cuantía de mi pensión del 3% además del 7% consabido por cada año de antelación en el disfrute de la jubilación.

Como decía, antes de divagar sobre las injusticias permitidas por el Gobierno, Salvador me llamó y me ofreció un buen trabajo: El trabajo a realizar tendría dos meses más o menos de duración, bien remunerado, y en una zona muy bonita, desconocida para mí. Ya había trabajado para él en otras dos ocasiones. No me importaba su problema con Hacienda o la S.S. ¡Que se peleen ellos! A los trabajadores les pagaba bien, aunque con retraso. Y acepté

Llegué a Alcolea de Cinca a las siete de la tarde con la misión de controlar la calidad de soldaduras que realizaban en un depósito de acero inoxidable que estaban construyendo en el interior de una fábrica de reciclado de papel y cartones un equipo de cinco hombres de diferentes provincias y costumbres, que tenían muchas prisas por acabar el trabajo y regresar a sus casas.


Pero la historia de mi llegada, los atractivos del pueblo y los motivos que me llevaron a ese lugar lo expliqué hace tiempo en este capítulo.


Después de esta introducción, comienzo copiando unas notas del cuaderno que hacía de diario:


Día 23 de octubre de 2003

Problemas:

Hoy todo ha salido mal: han surgido problemas en el trabajo, problemas con mi familia y en el hostal, donde noto cierta hostilidad.

En el trabajo nada funciona, los días pasan y no avanzamos; ya nos hemos comido el presupuesto y cada día nos decimos unos a otros que nos marchemos a casa y que la obra la hagan otros.

Mi hija hace 17 días que no me llama. Se fue enfadada porque no me gustó el amigo que se ha buscado. Me da igual, que haga lo que quiera con su vida; pero que no espere que la aplauda.

Intento no discutir con nadie, aunque a veces me provocan. No hago daño a nadie, sólo cumplo con mi trabajo y me trago mis problemas yo solo.

Sin embargo, noto cierta hostilidad en el ambiente. En la obra están a la caza, con la escopeta cargada, dispuestos a declarar la guerra a la mínima ocasión.


Me han obligado a desplazarme a Santander para hacer un test profesional, lo que llaman “homologación”, y he debido recorrer mil kilómetros entre la ida y la vuelta, y trabajar tres horas realizando el test. Todo eso en el mismo día, pues al siguiente, debía estar en mi puesto de trabajo.


Incluso en el hostal Casa Santos veo caras largas y se respira un ambiente cargado. Si está Inés, la dueña del bar, cuando yo entro ella se va y deja que me sirva su madre, una anciana.Y cosas por el estilo.

La camarera colombiana no sirve la mesa sino que te tira los platos, siempre va con prisas. Deja la comida en la mesa y los platos amontonados para que cada uno se sirva. A los demás los tratan de manera diferente: sonrisa de oreja a oreja y exquisita amabilidad en el servicio. Me estoy planteando la opción de marcharme a casa. Llevo quince días aquí y no sé si aguantaré otros quince, pues el otro problema, el sentimental, es el más gordo de todos y el que me ocupa día y noche...