El trabajo se ha dado bien: no hemos discutido y se ha montado una virola.*
Dormí un poco en el coche y luego me fui a la fábrica. Allí el café y un dulce, 0´60 euros.
Al parecer la jefa está muy enfadada conmigo porque me llevé la tarjeta de la habitación. La he llamado por teléfono para preguntarle qué habitación tenía y la he notado muy enfadada: me ha colgado el teléfono bruscamente y me ha llamado “señor” de una forma escueta. Nada de familiaridad, ni simpatía.
Sabiendo que durante el mes de octubre me he dejado en su establecimiento 800 euros en 23 días entre la habitación, café y cervezas, y teniendo en cuenta que voy a continuar aquí hasta diciembre creo yo que merecíamos un mejor trato. Pero en fin… ¿Qué le vamos a hacer? Aquí se valora más al cliente con buena situación económica que se permite venir a cazar un fin de semana y se gasta 60 E. en el hostal, que al trabajador que está toda la semana y se gasta 200 E…»
Esta es la nota escueta que aparece en el Diario. Como dice mi amiga Margarita en un comentario anterior, al leerla emergen del pozo de mi memoria los recuerdos nítidos de aquel día y revivo los estados de ánimo que me embargaban.
Inés nos había anunciado que a partir de noviembre los fines de semana deberíamos agruparnos en habitaciones dobles, y dejar las nuestras para los cazadores que acudían en la temporada de caza. Los compañeros murmuraban por detrás, pero a ella le dijeron que no había problema. Yo me opuse, pues yo pagaba una habitación individual y no tenía por qué dormir con un extraño. Inés me dijo que si no me parecía bien, que me fuese del hostal, y yo le respondí que yo me iría cuando lo considerase oportuno y la reté a que me echara ella. Le pedí el Libro de Reclamaciones y le advertí que mientras yo estuviese al corriente de pago y me comportase bien no podía hacerlo. Se puso furiosa y se fue mascullando algo.
El viernes, mi hijo me dijo que por qué no iba a su casa a celebrar mi cumpleaños, y cogí mi equipaje y me fui a Valencia, dejando ocupada la habitación con mi ropa y utensilios y llevándome la tarjeta electrónica que daba acceso al hostal y a la habitación.
El lunes, en el trabajo, los compañeros me dijeron que Inés había sacado mis cosas y que había dicho que no fuese al hostal porque no me aceptaría en su casa. La llamé por teléfono y le pregunté si era cierto lo que me habían contado, y qué había hecho con mis cosas. Ella me respondió, muy seca: «Sus cosas están donde usted las dejó, señor; no he podido alquilar la habitación porque usted se llevó la tarjeta» Iba a decirle que era lógico que no alquilase una habitación que ya estaba alquilada y pagada por mí; pero no me dio tiempo: me colgó bruscamente.
Según nos dijo durante la cena, desde hace muchos años, un grupo de cazadores venían a Albalate y se hospedaban en el hostal. Inés decía que eran clientes antiguos que reservaban la habitación de un año para otro. Yo le dije que por qué entonces me la había alquilado sabiendo que permanecería en el pueblo casi tres meses. «Esperaba que usted fuese comprensivo», dijo.
Yo le dije que no me gustaba compartir la habitación con otro hombre, que tal vez si me ella me ofrecía compartirla con alguna mujer... me sacrificaría y aceptaría.
Yo empecé a buscar otro hotel, pero sólo había plazas libres en Monzón, a
Quedé con el dueño para el fin de semana, pues él vivía en Tortosa y acudía al pueblo de vez en cuando. Cuando Paco dijo que si yo me iba él se venía conmigo, Inés se vino abajo y dijo que estábamos muy exaltados y decíamos cosas que en verdad no sentíamos, que olvidásemos el asunto.
* Virola, anillo de chapa de acero de
Juan, tu no sabes que no se debe llevar la llave de la habitación para fuera del hotel?? Tu ya lo hacías de proposito jajajajaja no querias que la mujer ganara unos euritos mas!! Pero no entiendo y en ese piso tenia solo una habitación, donde ira dormir Paco, en el tapis????
ResponderEliminarBesos
Flor
Pues sí, Flor, no quería que ocupasen mi habitación, pues ya la pagaba yo. Si querían más ganancias que agrandasen el hostal.
ResponderEliminarBesos.
El piso tenía DOS dormitorios.
La verdad es que no entiendo la política del hostal ese. No se puede alquilar una habitación si ya está ocupada... No solo es por la molestia de dormir acompañado, sino por el trasiego de ropa para arriba y para abajo, al que le tocara hacer el cambio de habitación en el finde. Además que estabais trabajando, no haciendo deporte. Yo también me hubiera negado.
ResponderEliminarVeo que has cortado las memorias aquí.vaya y ahora nos quedamos sin saber el final.¿Qué hacemos los que somos cotillas? :) No creo que no despierte interés, sino que has subido las entradas muy seguidas, amigo, y no nos da tiempo de leerlas. Otra posibilidad es que le des forma de relato, no sé. Es por saber el final, jaja.
Un beso,
Margarita
Juan, estoy con Margarida, ya que empezaste tienes que seguir. Y qué, no sigues porque tu gente no comentó?Tu sabes que con este tiempo a mi me pasa igual, no hay muchas ganas de concentarse en nada, ni leyendo ni ná!! Todo esta tan triste, uno esta demasiado preocupado con esta vida.La naturaleza nos está regañando y nos esta faltando la paciencia es lo que pasa.
ResponderEliminarHazme el favor sigue con tus relatos. Sabes que yo te conoci y me quedé fascinada con tus relatos,te acuerdas hace unos meses ?
Besos
Flor
Hola querido Juan: me ha gustado tu diario. ¿Y sabés qué me encantaría? Leer tus impresiones de París en aquellos años locos, tal vez dorados, de tu juventud. O tal vez ésta sea tu época áurea. De hecho, toda tu prosa desprende una enorme vitalidad y calidez. Un gran beso sisifiano.
ResponderEliminar¡Hola, SISIFA! ¡Qué alegría verte de nuevo por aquí!
ResponderEliminarMuchas gracias por tus lindas palabras.
Ay, París, París... Quién pudiera volver atrás.
Besos mil.