sábado, julio 31, 2010

MALDITO INTERNET

Hola, amig@s: Durante un par de semanas estaré de vacaciones con mi familia y apenas entraré en internet. Pero para que no me olviden les pondre artículos ya publicados en los primeros años de mi andadura como bloguero. Ruego me perdonéis si no os visito mucho en estos días. Abrazos.
Maldito Internet fue publicado el día de San Juan del año 2006


Hola, permítanme que me presente: Mi nombre ya lo saben, está escrito arriba. Mi edad no viene a cuento, de todas formas soy libre de poner la que quiera, será una falsedad. Digamos que tengo las pilas bien cargadas. Todas las pilas.
Me dirijo a ustedes porque dicen que el desahogarse es bueno para la salud. Bueno, sin más dilación paso al tema que deseo comentarles:

Resulta que mi santa mujer se pasaba el día con la cara muy seria, mustia, con un rictus torcido como sonrisa, quejándose de que la vida era un asco, una rutina: trabajar, trabajar y trabajar todos los días del año. Cuando llegaba la noche me daba la espalda y nunca me deseaba, “Estoy muy cansada”, decía.

Un día me pidió que le explicase la forma de entrar en Internet, una herramienta que yo uso a diario porque es fundamental para mí, pues soy trabajador autónomo y trabajo a comisión para una conocida marca bodeguera, dedicándome a promocionar sus productos y atender los pedidos de los clientes. Pero esto no importa, no era eso lo que quería contarles.

Mi esposa me rogó que la enseñase a comunicarse con sus amigas por el MSN, o sea: a chatear.
Yo acepté, muy contento de poder complacerla en algo, ya que últimamente nada parecía conseguirlo. Después de cenar, le dejaba el ordenador durante una hora mientras yo miraba las noticias y mi serie preferida en televisión. Pero al cabo de unos días me dijo que necesitaba el PC durante dos horas, tres, cuatro…
Llegó a pasar toda la noche sentada ante la pantalla, comunicándose con alguien del otro lado del mundo. «Tenemos las horas cambiadas —decía ella—: cuando yo me acuesto, mi amiga se levanta y solamente podemos coincidir trasnochando una y
madrugando la otra». Difícil arreglo tenía el asunto.
Un día comenzó a sacar fotos antiguas de nuestro álbum y a escanearlas para enviárselas a su amiga, fotos con diez o quince años de antigüedad. Le dio por guardar en un CD las fotos que recibía de su amiga para que yo no la conociese: “No sea que te guste y quieras también charlar con ella”, me dijo.

Ella no sabía que yo me había convertido en un experto en informática y que descubrir la clave de su correo electrónico fue un juego de niños para mí. Entré en su correo y… ¡me quedé de piedra!
Su amiga se llamaba Ramón, ¡RAAAMÓOOON! Tenía 40 años y decía que ella (mi esposa) era lo único en su vida, su sueño, su alegría, sus ganas de vivir, que moría de amor por ella y que tenía orgasmos mirándola en las fotografías.
El tío era bajo, más bien obeso, y medio calvo, ¡y me había suplantado a mí, que medía 1´90 y tenía un cuerpo modelado durante muchos años en el gimnasio, y conservaba todo mi cabello largo y plateado!

¿Qué buscaba mi mujer? ¿En qué le había fallado yo? Ésas fueron las preguntas que me acosaron en los días y noches siguientes.
Me dediqué a observarla con atención. Parecía otra: se vestía como las dieciochoañeras, enfundándose vestidos de la talla treinta y ocho; se cambió de peinado y lucía una sonrisa permanente en sus labios. El otro día, al salir del ascensor, nos cruzamos con unos vecinos del 2º y se quedaron mirándola. La vecina no pudo contener su admiración y le dijo: “Chica, que guapa estás, pareces enamorada”, y ella se sonrojó como un clavel de la feria de Sevilla.

Me propuse llegar hasta el final en mi investigación, ¡al cuerno con la Ética!, qué cojones, a nadie le gusta que le pongan cuernos, aunque sean digitales, virtuales o como se llamen.
Abrí su correo y me fui derecho a la “papelera”, puse un CD en su sitio y copié todo lo que ella había eliminado para leerlo con tranquilidad, si se puede tener tranquilidad cuando alguien obeso y medio calvo se está trajinando a tu mujer desde el lado opuesto del globo. ¡Y menos aún si éste se llama Ramón! ¿Os imagináis a vuestra esposa diciéndole a un extraño “Ramoncín…te amo, soy tuya, soy de vos…?”¡Qué horror!

Lo primero que abrí fueron las cartas de ella, y fue lo peor que hice en mi vida: las cosas que ella decía que le haría a su enamorado no me las ha hecho a mí ni en sueños.

Ella, que siente repugnancia hasta de beber en mi mismo vaso, le decía al enano que con sumo gusto le haría una mamada que le haría perder el sentido. Además, le describía sin pudor cada rincón de su cuerpo, dándole detalles de su forma y situación. Las mismas cosas que deseaba que el otro le hiciera, yo se las había propuesto hacerlas muchas veces, y casi se me divorcia porque decía que yo era un pervertido… Encontré los piropos que le hacía al miembro viril que le había enviado en una foto su “amante”: uno más bien delgado y corto: doce centímetros a lo más en estado excitado.
Se me nublaron los ojos por la rabia y por la impotencia…
¡Por la impotencia! Ésa era la excusa que daba ella por desearle tanto aun estando casada, ¡decía que yo era impotente y que no la satisfacía! ¡Yo, que cumplía todos los martes y sábados desde que nació nuestro hijo, que ahora tiene veinte años! ¡Impotente yo, que se me ponen las venas de mis 19 centímetros de nabo hinchadas como rabos de lagartos solamente al verla en bragas! ¡Ay, Dios! ¿Qué le ocurre a mi esposa?

Y el otro cabrón diciéndole que su mujer no vale nada comparado con mi niña: que si aquélla tiene las tetas lacias y secas; que si el vientre parece el de una preñada, que si… ¡Por favor! Y mi esposa le sigue el juego y le dice que “desea comérselo con papas, que no le da asco, que todo se lo traga…”

El otro día me pidió que le instalase para el Messenger el micrófono y la cámara. No le pregunté para qué, me lo imaginaba… Y comenzó la sesión de “cine amateur”: ella se desnudaba ante la cámara para que su amado se masturbara. ¡Pienso yo que harían eso!
Lo hacía cuando yo me acostaba. Yo me hacía el dormido y la dejaba gozar lo que quisiera, pues, de todas formas, peor que antes no íbamos a estar, cuando ella estaba tan triste, seria y amargada.

De pronto un día todo acabó: ella ya no quiso más Internet, ni más fotos ni más cartas; lo dejaba todo, volvía a mi cama y con amor me abrazaba y besaba. Yo quité la cámara, el micro y el Messenger, pues en mi casa nada de eso hacía falta. Y regresaron los años mozos de recién casados, el amor y sus pecados… ¡Todo maravilloso!

¿Qué había pasado?

Pues eso, que por la web cámara salen todos los defectos, y mi esposa no es la misma chica de veinte años que aparecía en las fotos que ella le había enviado; los años no pasan en balde. Y que el enamorado también la había engañado: su picha era mucho más corta aún que en la foto.

Intuyo que fue por eso: nadie cambia una autopista por una vereda, ni una caña de lomo ibérico por una Frankfurt.
En fin, les he contado todo esto para advertirles de que esto del Internet es muy peligroso; muchos matrimonios se han destruido por su culpa.

Ahora mi esposa me ama más que nunca. “Ay, mi amor… Si tú supieras que he estado a punto de abandonarte para irme lejos, muy lejos…”, me dice, mientras cruza sus piernas sobre mis nalgas. Y yo guardo silencio y me guardo mi secreto mientras con cariño la penetro. (¡Anda, con rima y todo!).

Ahora ella se va sola a la cama y me deja trabajar tranquilamente en el ordenador hasta altas horas de la madrugada. Sabe que me tendrá dos veces a la semana como antes, como siempre…

Desde hace un par de días me escribo con Alicia, una mujer tierna y sensual. Tiene ojos color turquesa y labios que destilan miel. Me ha enviado un par de fotos, es preciosa…

FIN

miércoles, julio 28, 2010

EL SANADOR DE CABALLOS

Hace muchos años, me detuve a pasar unos días en Pamplona durante los San Fermines cuando venía de vacaciones desde París, donde residía. Cuando finalizaron los festejos, recogí a un hombre que se hallaba en una gasolinera a la salida y me acompañó hasta Valencia. Era un hombre sumamente educado, amable y culto para ser militar, y durante el trayecto me estuvo hablando de su profesión, del enorme servicio que prestaba al Ejército. Era capitán veterinario.

No entendía yo muy bien la necesidad de tener un cuerpo del Ejército con su correspondiente escala de mandos dedicado a criar, amaestrar y sanar a varias yeguadas militares distribuidas por la Península en una época en que los transportes blindados, los camiones, los Land Rover, los tanques, la aviación y los misiles eran protagonistas en todo ejército que se precie.

Leyendo «El sanador de caballos» he aprendido mucho sobre el origen y el ejercicio de la profesión veterinaria. Una profesión que, según el autor, aparece ya en el Código de Hammurabi, 1800aC., y cuyas principales enseñanzas promulgaron los griegos Hipócrates, Aristóteles o Pelonius.

El caballo era considerado la principal arma en los ejércitos de la antigüedad y así fue hasta la 1º Guerra Mundial. Era obligatorio, pues, cuidarlos y sanarlos de sus heridas.

La novela consta de varias historias imbricadas que atrapan al lector desde la primera página:

Relata una bellísima historia de amor entre un pobre diablo, Diego de Malagón, hijo de un herrero, y una joven, Mencia, que llevaba el noble apellido de los Azagra,

La joven Mencia, engañada y drogada por su madre, caerá en los brazos de un noble y viejo pretendiente, que le doblaba en años, y será obligada a casarse con él. El chico, abatido por el dolor de la traición de su amada, se enrola con los Caballeros de Calatrava, donde recibe un fuerte entrenamiento como espía y es enviado a territorio enemigo. Mencia, que nunca lo ha olvidado, le buscará por toda España hasta encontrarlo en plena batalla, la más sangrienta y feroz que se haya librado hasta entonces, y que pasó a la Historia con el nombre de «Batalla de las Navas de Tolosa».

Pero antes, al inicio, el narrador nos cuenta cómo transcurren apaciblemente sus jóvenes años de vida en el pueblo que le vio nacer, en compañía de sus padres y hermanas. Un día aparecen unos sarracenos y lo arrasan todo, matan al padre y se llevan a Marrakech como esclavas a sus hermanas, ellas intentarán en vano escapar de su dorada prisión.


Diego jura rescatarlas, y durante toda la novela ésa es su principal meta

La novela también es un compendio de medicina natural, y es , sobre todo, una obra histórica que nos sitúa en la época del inicio de la Reconquista, donde España está dividida en varios reinos que se disputan entre ellos, se traicionan y pasan todo el tiempo maquinando para protegerse de sus mismos aliados y contra el invasor árabe.

A través de sus páginas desfilarán una serie de héroes que defienden a sus reyes hasta perder la vida por llevar a cabo la misión encomendada. Nos describe varios castillos y lugares históricos que podríamos aún visitar con más conocimientos después de leer la novela.

Aprendemos que lo que hoy se conoce por El Coto de Doñana sirvió durante siglos para la cría de los bellísimos caballos de raza árabe que trajo Abderrahman III de África. Miles de yeguas y sementales disfrutaban de ese paraíso, custodiados por los mejores soldados del califa. A Diego se le encarga la misión suicida de robarlos.

Una obra muy documentada, según podemos ver en el capítulo de agradecimientos y notas explicativas.

Muy recomendable para todos los que hayan disfrutado de Los Pilares de la Tierra, o La Catedral del Mar.

Muy buena historia. Uno de los mejores libros de novela histórica y de aventuras que he leído. Es tan fácil su lectura que te engancha de principio a fin


«El Sanador de caballos» es una novela que recordaré siempre. Me ha gustado mucho y, a pesar de sus 800 páginas, se me ha hecho corta.

Un libro muy bueno para leer en estas vacaciones. A mí me lo recomendaron encarecidamente. Yo os lo recomiendo.

jueves, julio 22, 2010

EL GRANADO Y LA CAMPANILLA




El granado que hay junto al camino lo he visto crecer día a día y desde hace unos diez años se repite la misma historia:

Hace unos meses, al finalizar el invierno, surgieron de entre su hojas unas florecillas que luego se transformaron en unas pequeñas bolitas amarillentas, las cuales han ido engrosando hasta convertirse ahora en las hermosas granadas que luce orgulloso el árbol cuando me llama moviendo sus ramas al verme pasar por la acera cada mañana en mi rutinario paseo de una hora.

Me acerco y admiro su tersura, su brillante color y su tímida y sonrojada cara.


A su lado, poderosamente engarzadas en la valla metálica que limita el jardín, unas hojitas verdes con forma de corazones, que han trepado desde el suelo por la red, se agitan nerviosas. Y las campanillas azuladas que la acompañan se abren con una sonrisa mostrando la inocencia de su interior, impregnada con el rocío caído durante la noche



Intuyo que las bonitas campanillas se agitan tanto porque sienten celos del granado e intentan llamar descaradamente toda la atención sobre ellas, luciendo su juventud y frescura, el color maravilloso de sus pétalos y el suave y delicioso perfume que las envuelve.

Y, cautivado por su belleza, dejo al granado y me aproximo a una de ellas, aspiro su olor y la acaricio suavemente. Luego cierro los ojos y huelo mi dedo húmedo, impregnado de su esencia. El granado agita sus ramas, un poco envidioso de mi privilegio, y me acerco a él, tomo uno de sus frutos en mi mano y lo dejo aspirar el aroma de su esplendorosa compañera.


Al retirar mi mano la veo toda mojada. Intuyo que son las lágrimas tristes del granado: por su veteranía, él no ignora que en pocos días la belleza efímera de la campanilla trepadora se irá desvaneciendo y sus pétalos se arrugarán y serán arrancados por el viento, caerán al suelo y acabarán siendo pisoteados por los caminantes que marchan aprisa sin mirar atrás ni oír sus lamentos, con la vista puesta en el punto lejano que señala el fin de la pista y la mente puesta en las calorías que aún deben perder para aliviar a la báscula de peso, y a sus venas del colesterol.


El tiempo, ese implacable enemigo que pone a cada cual en su sitio, que destruye bruscamente la salud, la alegría de ser joven y ahijado de la belleza; que rompe proyectos diseñados durante muchos años, y que deja al que le toca abatido, triste y sin motivos que justifiquen recomenzar de nuevo…


Esta mañana he sentido la tristeza del granado mientras ambos contemplábamos arrobados a la alegre campanilla danzando con el viento, porque aun siendo más fuertes y más sufridos, más viejos y por tanto más experimentados, estando los dos tan enamorados de ella y siendo tan comprensivos… viéndola tan bella, alegre y altanera ya la echábamos de menos.








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martes, julio 20, 2010

COQUINAS A LA MARINERA


Lo siento, amig@s, pero cuando me acordé de hacerle una foto ya no quedaban casi coquinas en el plato

Entre los diferentes oficios que mueven la economía sumergida está el de mariscador. A su vez, este oficio se divide en varias categorías: el del hombre que metido en el agua hasta la cintura o desde el asiento de una barquita busca chocos y pulpos de noche alumbrándose con una linterna y provisto de un largo pincho con el que inserta a las presas encandiladas con la luz.
El de aquél que en pleno invierno se mete en los caños hasta la cintura empujando una red para coger camarones y cangrejos.
Y, por último, el del mariscador que arrodillado en el fango en las orillas de los caños clava sus manos en el barro y saca las coquinas.
Muchos de los que se dedican a estos menesteres son desempleados que ocupan su tiempo de esta manera para ganarse algunos euros además de su paga; luego, cuando ésta se acaba y continúan percibiendo la ayuda social de 400 euros, siguen durante años mariscando y sacando unos euros diarios complementarios al subsidio.
Otros nunca han hecho otra cosa que mariscar y viven al día vendiendo en las esquinas y en los bares y restaurantes la cosecha del día a unos cuatro euros/kilo. No sé de qué vivirán cuando la edad o la enfermedad le impidan realizar esa faena y no tengan derecho a pensión por no haber cotizado.
Esta economía sumergida, que se extiende a otros ámbitos como son la construcción, el servicio doméstico, la agricultura y mantenimiento de jardines y chalets, siendo aceptada y tolerada por las autoridades, explica que aun sufriendo la provincia de Cádiz la tasa de paro más alta de Europa, la gente no se revolucione y todo siga igual: todos tranquilos sin causar problemas y con ganas de ferias, toros, fiestas y fútbol.
El producto que recojen los mariscadores sirve para el consumo propio y, sobre todo, para las deliciosas tapas que ofrecen los bares de la Bahía de Cádiz.
Hoy, tal como prometí en los comentarios de mi entrada anterior, me voy a detener en la pesca y preparación de la "Coquina de fango."
La coquina es una almeja fina, de cáscara casi transparente, que se captura y vende durante el verano.
Dicen los coquineros gaditanos que esa especie de almeja sólo se cría en esta costa, pero yo creo que esa afirmación no es sino el producto del natural chauvinismo de cada zona

Foto de internet, blog de la Universidad de Cádiz.
Las coquinas difieren de las almejas clásicas en lo finura de las conchas
foto hecha con mi teléfono móvil
La coquina se cría dentro del fango de los caños y esteros de la bahía, y en el delta del río Guadalete. Hace falta esperar a que baje la marea para introducir ambas manos en el fango y darle la vuelta al barro para sacarlas a la luz. Luego se recogen las coquinas que aparecen en la superficie.
Hay que introducirlas en agua durante un par de horas para que se limpien y desprendan la arena del interior. Si no se van a comer en el día, se recomienda coger agua salada del lugar donde se cogieron para mantenerlas vivas en su ambiente. Los vendedores de coquinas suelen llevar botellas llenas de ese agua. En su defecto, se puede usar agua del grifo con un poco de sal.
Al cabo de un tiempo de estar en el agua las almejas se abrirán y aparecerán limpias y de buen ver.
RECETAS:
Conozco dos maneras de preparar las «Coquinas a la marinera»: una es la típica que ponen en los bares de la Bahía de Cádiz; la otra es la que prepara Carmen, mi esposa. Ambas son muy parecidas, y sólo se diferencia en que la de los bares la guisan con vino blanco y pimentón. Las de mi esposa no llevan nada de eso.
RECETA DE LOS BARES DE LA BAHÍA
foto de internet
¡ª Ingredientes:
1 kg de coquinas, aceite de oliva, 5 dientes de ajos. 1 vaso de vino blanco, perejil, pimentón dulce, y sal.
Preparación:
Colocar sobre el fuego una sartén grande con un buen chorreón de aceite de oliva. Añadir los ajos cortados en laminas, y cuando comiencen a dorarse, echar las coquinas y un vaso de vino blanco.
Esperamos a que se abran las coquinas y cuando estén abiertas le añadimos una cucharita de pimentón, un puñadito de sal y las vamos removiendo. Dejamos reducir 10 minutos el vino y antes de sacar le ponemos perejil muy picadito.
RECETA DE CARMEN
1º Colocar una sartén en el fuego y echar las coquinas. Cuando están abiertas se retiran del fuego y se quita el agua que han soltado. Ese agua no se tira, sino que se filtra con un paño o calcetín para quitarle la arenilla y se guarda para luego.
2º En una sartén con muy poco de aceite (un par de cucharadas grandes a lo sumo) se fríen tres dientes de ajos cortados a láminas y media cucharadita de harina. Luego, cuando están dorados los ajos, se añaden las coquinas, medio zumo de limón, sal, pimienta y medio vaso del agua filtrada de las coquinas. Se remueve todo muy bien y se le echa un poco de perejil picado.
La foto es mía, ¿vale?, está hecha con mi teléfono móvil
Se sirve en una fuente y se acompaña con vino blanco o cerveza
Y por último les diré el método que usa mi amigo Antonio, el del Bar de Andalucía: Toma un platito lleno de coquinas limpias y lo introduce en el microondas durante unos tres minutos. Cuando se han abierto las coquinas, saca el plato, le echa un poquito de sal por encima y lo sirve acompañado de un trozito de limón para el que guste.

lunes, julio 19, 2010

¡ MI POEMA EN LA RADIO !


Hola, amig@s: tengo el placer de anunciaros que mi poema "Marinero de Altura" se transmitirá por la emisora Radio Arcos de la Frontera mañana martes. Os invito a escucharlo.

Éste el el mensaje del Director de la emisora:
ESTIMADO AMIGO JUAN : MAÑANA MARTES A LAS 11.30 HORAS EMITIMOS SU POEMA EN RADIO ARCOS. UN ABRAZO. MANUEL TÉLLEZ.
http://www.nostalgiabajolaluna.com/

Para escucharlo en directo pinchad sobre este enlace:
http://radioarcos.listen2myradio.com/
Si no funciona, copiadlo y pegadlo en el buscador, éste os llevará a la página de la emisora, donde debeis buscar la ventana "Escuchar la radio online". Pinchad sobre ese enlace y ya lo tenéis.
Espero que seais muchos y os guste.
Enlace Abrazos.

domingo, julio 18, 2010

EXPOSICIÓN DE PINTURAS.


El pasado viernes, fui con mi esposa a celebrar su santo en el centro de la ciudad, y después de pasear junto al río nos sentamos en una terraza y cenamos sendas bandejas surtidas de pescadito frito de la Bahía acompañadas con cerveza fresquita andaluza.
El
anochecer en la ribera del río era una delicia.



Primero fuimos a presenciar la llegada al muelle del río Guadalete de la Virgen del Carmen en la nave que la había llevado por la bahía de Cádiz, pero había tal multitud de personas en el muelle que nos fue imposible acercarnos y, agobiados por las estrecheces, pues padezco algo de claustrofobia, nos fuimos a visitar la exposición de los óleos que habían concursado en el certamen «Flores de primavera» para obtener el premio «Eduardo Ruíz, Golliure», organizado por la Academia de Bellas Artes en el maravilloso marco del I.E.S. Santo Domingo.


Las diez finalistas serán expuestas luego en la Caja de Ahorros La Inmaculada de la ciudad, y después en la Sala de la Carbonería, en Sevilla.

Soy consciente de mi ignorancia, no entiendo de técnicas, sino que valoro lo que a mis ojos gusta. Por lo visto soy de gustos raros, porque hay obras que me atraen y de otras, que también son muy famosas, pienso que nos están tomando el pelo vendiéndonos como Arte lo que no lo es. Cuando comparo la “Rosa de los vientos” mirando al mar en la costa vasca con “la Sirenita” que lo mira en Oslo... O la Plaza de la Defensa con el Arco de Triunfo, en París; los monumentos de Fernando Botero que adornan plazas y calles comparadas con las Cibeles, por ejemplo, o las estatuas que adornan la Fuente de Trevi en Roma; y las mujeres de Julio Romero de Torres con las de Señoritas de Avignon de Picasso, la Puesta del Sol de Miró (una tela completamente pintada de color butano) con un paisaje de Julien Dupré…

Por eso no me juzguen muy severamente si digo que, en mi modesta opinión, se disfraza de mordenidad la incapacidad de crear esculturas y pinturas como aquéllas. Pero afortunadamente para mis ojos, los hay hoy que pintan con un realismo impresionante. Entre los lienzos expuestos en Santo Domingo vi algunos que parecían fotos, con flores y plantas que parecían vivas.


Tengo que confesar que en la exposición que vi esa noche, la obra ganadora del premio para mi gusto no lo merecía.Me gustaron más otras.

Pienso que en todos los fallos de un jurado, sea artístico, judicial o de cualquier otra índole influye mucho el nombre del protagonista, su bagaje cultural y sus padrinos. Ese dicho que afirma que "la Justicia es ciega" era válido antes de la aparición de la Clínica Barraquer y las nuevas tecnologías del láser.

Pero bueno, mejor será que opinéis vosotros, otorgando el primero, segundo y tercer premio entre las obras expuestas y señaladas con una letra. Luego os digo cuál fue la obra ganadora.


Patio donde se exponen las obras
A
B
C
D
E
FG
H
I
J
K
L
LL
M
N
Ñ
O
P
Q
R



viernes, julio 16, 2010

MARINERO DE ALTURA

foto de internet
Cada vez que acompaño a mi esposa al Mercado de Abastos y observo los precios que tiene el pescado, ese manjar imprescindible para gourmets y para los que a base de dietas nos alimentamos, y que a la mayoría de nosotros nos parece tan caro por ser pensionistas, trabajadores mileuristas o desempleados, pienso en esos lobos de mar que por tradición familiar, o tal vez empujados por la escasez de trabajo en sus respectivos pueblos, se embarcaron y cruzaron mares hasta llegar a sitios lejanos, añorando a sus familias y amigos, pasando necesidades, incluso secuestros, para poder seguir abasteciendo a los mercados del mundo entero a cambio de un mínimo sueldo.
Hoy, día de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, quiero rendirles homenaje con estos versos.

MARINERO DE ALTURA


Con el mechón de cabello,
que me diste el otro día
me he hecho la pulsera
que llevo en la muñeca mía

La fui trenzando en mi litera
navegando mar adentro,
en el cielo la tormenta
y en mi corazón tu recuerdo.

Marinero de altura soy,
voy rumbo a Barlovento.
Sufriré durante meses
agobiado por tu recuerdo

Como corona de espinas
o cuchillo bien clavado,
te lleva en el pensamiento.
mi corazón destrozado…

Ante la Virgen del Carmen,
patrona de los marineros,
me he puesto de rodillas
para decirle, amada mía,
lo mucho que yo te quiero.

No permitas, virgencita,
que ella sufra por mi recuerdo,
¡dile que volveré pronto
para comérmela a besos

Y aunque caiga la noche
y me cubra un manto negro
y la tormenta reviente
con ensordecedores truenos…

Y las olas barran la cubierta
y mi atunero acaben rompiendo
y se mezclen las marinas aguas
con las lágrimas que yo vierto…

Aún entonces, en tal cruel trance,
serás mi único pensamiento.
y le pediré por ti a la Virgen,
por lo mucho que te he querido…
por lo mucho que aún te quiero.

Pero no seamos por ahora
tan funestos agoreros
pues pienso volver a El Puerto
cargadito de pescado,
y con los bolsillos llenos
pagar la hipoteca de la casa
y encargar un hijo nuestro
y quedarme contigo unos días
y acariciarte y con besos
tiernos, encendidos
recorrer tu cuerpo

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martes, julio 13, 2010

EL ALMA DE LA RADIO



Mi mujer adora escuchar la radio en el equipo de música mientras se entretiene sentada en el balcón haciendo ganchillo. Ya ha hecho con sus bonitas y delicadas manos una colorida manta de lana para cada uno de sus hijos y nietos. En ello ha puesto el alma


Ella perdió a su madre a los nueve años. Su padre contrajo nuevo matrimonio y dejó a Mari Carmen y a su hermano Manolito al cuidado de su abuela, que los crió amorosamente como si fueran sus hijos. La abuela se dedicaba a vender joyas y muebles.


El abuelo era un hombre delgado y bajito, tenía el rostro moreno y surcado de profundas arrugas; sus manos eran fuertes y nervosas, curtidas por el sol y por las labores del campo

Los dos hermanos nunca supieron qué había sucedido antes de su llegada a la casa para que su abuelo se fuera a vivir al campo, abandonando a su esposa y a sus cuatro hijas, pues ni su abuela ni sus tías jamás hablaron de ello.

Cobraba una pensión exigua y debía de trabajar para ayudarse a cubrir los gastos. Iba por los cortijos y granjas pidiendo trabajo, y se lo daban quizás porque exigía menos sueldo y se conformaba con dormir en un jergón de paja tirado en un rincón de las cuadras, con la única compañía de los animales.

Una vez al mes, iba a Jerez a cobrar la pensión y se acercaba a la casa y gritaba desde el portal: « ¡Mari Carmen, baja!»

Y su nieta bajaba corriendo las escaleras de aquella casona de dos plantas, donde vivían cuatro familias alrededor de un patio interior lleno de macetas.

Al llegar a la puerta de la calle, el viejo cogía en brazos a su nieta y cubría su carita de besos, luego la colocaba en el suelo y buscaba en sus bolsillos alguna baratija que había comprado al pasar por la plaza. Y mientras la niña contemplaba su nuevo regalo, él abría su capazo y sacaba un ramito de flores silvestres recogidas con cariño para ella mientras caminaba hacia el pueblo. La nieta, asombrada por la belleza del color azul de las violetas y del oro y el blanco de las margaritas destacando entre las hojas verdes de los tallos, cogía el ramo y se lo pegaba a la nariz para aspirar con deleite el natural perfume; luego se abrazaba al abuelo y lo miraba con sus enormes ojos celestes brillando de alegría y agradecimiento.

Así todos los meses, todos los años… hasta que un invierno tan frío y lluvioso que no permitía laborar el campo, regresó a su casa.


A la espera de que lo volviesen a llamar en la granja, el viejo compraba palma, pita y aneas y fabricaba escobas, sopladores y capazos, que vendía en una tienda a bajo precio. Descontando el coste de los materiales, le quedaba poca cosa; pero él no podía estarse quieto, ni dejaba de ir a pedir trabajo en la granja. Decía que si no le daban trabajo con sus gallinas y el ganado, se moriría. Y acertó.

A los seis meses de su regreso, murió.

Fue una agonía dolorosa.

Las últimas semanas las pasó encamado con tez amarillenta y tiritando de fiebres. A veces, cada vez más seguido, se masajeaba su vientre, quejándose de terribles dolores. Fue la abuela quien sacó de la cómoda el calcetín donde ella escondía sus ahorros y llevó al marido al hospital para que le hicieran unos análisis. Los médicos le diagnosticaron «algo malo y sin solución» en el estómago.

Los dos ancianos nunca se dirigieron la palabra, pero ella permanecía a su lado con su nieta, quien ya había cumplido los dieciocho años. Y entre ambas lo lavaban, lo vestían y le daban comida y medicinas.

Al igual que las velas que su esposa le ponía a la virgen pequeña de barro que presidía el comedor, el abuelo fue extinguiéndose poco a poco. Una tarde, el enfermo estaba muy mal, tenía en su rostro dibujado el rictus del rápido desenlace, y la abuela le dijo a Manolíto que fuera a avisar a sus tías. Cuando éstas llegaron, acompañadas de sus esposos e hijos, encontraron al viejo ya difunto tumbado sobre la cama y vestido con su único traje. Entre la abuela y su nieta lo habían lavado y preparado para recibir las últimas visitas.


Las hijas rebuscaron en el baúl que contenía sus pertenencia y no hallaron otra cosa que ropas viejas y algunas herramientas para trabajar la palma y la anea, nada de interés, a parte de una radio a pilas, casi nueva, que hacía poco se había comprado para espantar la soledad en los escasos ratos libres que le dispensaban en la granja.



La radio estaba protegida por una funda de piel con unas ranuras para el dial y una correa para llevarlo colgado al hombro. Un trocito de papel sobresalía del interior de la funda: era una nota doblada, y la desplegaron para ver lo que había escrito: « El día que yo me vaya, esta radio será para mi Mari Carmen».

Y ahí está la radio ocupando sitio en un cajón. No funciona desde hace muchos años, ¡pero cualquiera la tira!: «Es la herencia de mi abuelo —me dice mi Carmen cada vez que insinúo desprenderme de ella–. En ella está su alma».

Y es verdad, la radio parece impregnada de él. Me da un poco de respeto cogerla; veo las huellas del uso en el correaje, en la aguja del dial, en los botones de encendido y búsqueda de emisoras… Y cuando mi mujer se lo acerca a la nariz, dice que aún huele a campo, a violetas y jaramagos.


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