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jueves, julio 22, 2010

EL GRANADO Y LA CAMPANILLA




El granado que hay junto al camino lo he visto crecer día a día y desde hace unos diez años se repite la misma historia:

Hace unos meses, al finalizar el invierno, surgieron de entre su hojas unas florecillas que luego se transformaron en unas pequeñas bolitas amarillentas, las cuales han ido engrosando hasta convertirse ahora en las hermosas granadas que luce orgulloso el árbol cuando me llama moviendo sus ramas al verme pasar por la acera cada mañana en mi rutinario paseo de una hora.

Me acerco y admiro su tersura, su brillante color y su tímida y sonrojada cara.


A su lado, poderosamente engarzadas en la valla metálica que limita el jardín, unas hojitas verdes con forma de corazones, que han trepado desde el suelo por la red, se agitan nerviosas. Y las campanillas azuladas que la acompañan se abren con una sonrisa mostrando la inocencia de su interior, impregnada con el rocío caído durante la noche



Intuyo que las bonitas campanillas se agitan tanto porque sienten celos del granado e intentan llamar descaradamente toda la atención sobre ellas, luciendo su juventud y frescura, el color maravilloso de sus pétalos y el suave y delicioso perfume que las envuelve.

Y, cautivado por su belleza, dejo al granado y me aproximo a una de ellas, aspiro su olor y la acaricio suavemente. Luego cierro los ojos y huelo mi dedo húmedo, impregnado de su esencia. El granado agita sus ramas, un poco envidioso de mi privilegio, y me acerco a él, tomo uno de sus frutos en mi mano y lo dejo aspirar el aroma de su esplendorosa compañera.


Al retirar mi mano la veo toda mojada. Intuyo que son las lágrimas tristes del granado: por su veteranía, él no ignora que en pocos días la belleza efímera de la campanilla trepadora se irá desvaneciendo y sus pétalos se arrugarán y serán arrancados por el viento, caerán al suelo y acabarán siendo pisoteados por los caminantes que marchan aprisa sin mirar atrás ni oír sus lamentos, con la vista puesta en el punto lejano que señala el fin de la pista y la mente puesta en las calorías que aún deben perder para aliviar a la báscula de peso, y a sus venas del colesterol.


El tiempo, ese implacable enemigo que pone a cada cual en su sitio, que destruye bruscamente la salud, la alegría de ser joven y ahijado de la belleza; que rompe proyectos diseñados durante muchos años, y que deja al que le toca abatido, triste y sin motivos que justifiquen recomenzar de nuevo…


Esta mañana he sentido la tristeza del granado mientras ambos contemplábamos arrobados a la alegre campanilla danzando con el viento, porque aun siendo más fuertes y más sufridos, más viejos y por tanto más experimentados, estando los dos tan enamorados de ella y siendo tan comprensivos… viéndola tan bella, alegre y altanera ya la echábamos de menos.








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21 comentarios:

  1. Que bella historia, me ha gustado mucho.
    La bella historia del granado y la campanilla.
    Un abrazo

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  2. Juan, sensibilidad a tope. Qué hermosa fruta es la granada, símbolo de un todo unido por sus partes, por sus granos que componen un conjunto inestimable, donde la individualidad se conserva para unirse en un todo, en una piña. Me gusta la granada desgranada, compaña de las migas que, en el trémulo otoño, nos brinda las viandas que auncian un próximo y gélido invierno. Sabor de pan tratado de agua y ajo, que se deja bañar por el suave rezumar de la granada, hasta hacerse bocado de dioses en la boca.
    Septiembre y octubre, migas y granadas junto a la cálida protección del hogar de una chimenea titilante, que nos hace sentir la suave bruma del sueño de la vida y sus placeres más elementales y sencillos.
    Sueños y meditación como alimentos del alma, granada y migas como nutrientes del cuerpo que soporta nuestra levedad… Mientras tanto, las campanillas bailas con la brisa de colores en danza irresistible de sublimes y efímeros ensueños.
    Un abrazo y perdona mi extensión y abuso de tu espacio para expresar mi sentir, aunque en el fondo tuya es la culpa, pues me has desbocado el pensamiento llevándome de la mano al granado del camino que te habla.

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  3. Juan:
    es sensilla e interesante
    me a gustado mucho leerlo.

    hasta pronto msrio

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  4. Pues yo me alegro mucho, Marían Gardi, gracias por tu visita. Un beso.

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  5. Antonio, ¿esas cómo son esas migas? Porque en cada sitio las hacen diferentes. Algunas tienen mucha fama y poca chicha, como las extremeñas, que a mí no me gustan nada. Aquí en Cádiz hacen el llamado ajo caliente, que creo yo son las mismas migas de la posguerra de las que hablo en mi novela.
    Si pones la receta las haré para probarlas. Chimenea, migas, granadas... ¡qué conjunto! Los declararo desde hoy Conjunto Histórico-artístico Nacional.
    Un abrazo Y gracias por tu aportación.

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  6. Gracias, Mario, la sencillez es lo que debería dirigirnos siempre para mejor conocernos y comunicarnos.
    Estuve en el MSN con May y me preguntó por ti y te envía saludos.
    Un abrazo.

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  7. cierto es que no ansiamos cumplir años ni celebrarlo conforme nos hacemos cada vez más mayor pero luego, como bien y maravillosamente cuentas, echamos de menos cosas y nos hacen envejecer

    un abrazo

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  8. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  9. querido Juan, cuantos recuerdos llegan a mi mente.Un árbol de granadas una hamaca colgando de sus ramas y yo comiendo ese fruto especialy manchándome toda ajaja , era niña y me gustaba comer la granada de esa forma a dentelladas, aunque me ensuaciara. Tienes elñ don de hacer que el que te lee y tiene una edad comola tuya, apenas unos añitos menos pero del mismo dia del mismomes, se embelece con tus escritos.Gracias amigo! me 4enorgullece serlo!

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  10. Cuando el romance entre la granada y la campanilla comienza, se reflexiona sobre lo que ha sido la vida, o lo que podría haber sido.
    Bella historia Juan.
    Muchos besos amigo mío.

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  11. Gracias por tu bonito y filosófico comentario, Tomás, ¡qué arte tienes, pisha!
    Un abrazo

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  12. Bonitos recuerdos de tu niñez, M.Susana,te imagino en esa hamaca.
    Gracias por compartirlos. Un beso

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  13. Hola, Duna, con esas palabras tan acertadas nos invitas a reflexionar. Gracias por tu visita.
    Un beso

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  14. Que mirada la tuya!

    Extraordinaria.

    Saludos.

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  15. Hola, Toro Salvaje. Gracias por tus amables palabras. Mi mirada usa cristales graduados, muuu graduados.
    Saludos

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  16. Juan qué maravilla de expresión en sus palabras.

    Gracias por su visita y comentarios Saludos

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  17. Tengo la misma campanita que año tras año florece en primavera... en mi otro blog http://solamente-fotos.blogspot.com/2009/03/campanitas.html

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  18. José Ramón gracias por tus elogios, amigo ello aníma a mejorar. Vistarte es un plcer, porque tus fotos me traen recuerdos y me alegras el día. Un abrazo

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  19. ¡Ah, pues no conozco yo ese blog, querida amiga Comun!
    En cuanto tenga un rato voy e ver qué escondes por allí. Un beso.

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  20. Preciosa alegoría, Juan. La campanilla despierta la ilusión del granado, ya en la recta final, sabio. La ilusión no se debe perder nunca, amigo. Siempre hay que tener ilusiones, planes, proyectos, eso lo mantiene a uno vivo, en el más amplio sentido de la palabra. A veces no es cuestión de edad, he visto a gente joven, que algún momento de su vida perdieron la ilusión y parecen mayores, y al contrario, gente con años pero muy vitales. Otra cosa es que la salud nos respete, ahí sí... Me gustó mucho, tiene su punto de magia y mucha ternura.

    Me estoy poniendo al día, amigo. Luego te escribo y te cuento.

    Un beso grande,

    Margarita

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  21. ¡Qué bonito comentario, Margarita!
    La verdad es que el granado está enamorado de la campanilla, pero reconoce sus escasas probabilidades de éxito y admira en silencio su belleza, su alegría y sus ganas de lucirse y de vivir. Pero él no ignora que todo en esta vida es efímero.
    Un beso grande, espero tu correo.

    11:40 AM

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