martes, abril 20, 2021

LA PANDEMIA Y LOS BARES

 


 Dice el refrán  «Cuando el río suena, agua  lleva»

Se quejan los hosteleros  de que, debido a las normas del Gobierno, la cosa no pinta bien para sus negocios.

Yo pienso que son ellos los que echan a la clientela para atrás.

Esta mañana he ido a ver un bar que recomendaba aquí  una amiga la semana pasada, anunciando  una degustación de caracoles para el pasado sábado, a la que no fui intuyendo que habría mucha gente y poco espacio.

Está ubicado  en el centro, detrás del castillo, y tiene una terraza  acristalada y con seis u siete mesas en la calle .

Caminando  por la acera delante de mí  iba un matrimonio que ha mirado la terraza y ha  seguido para adelante. Igual que yo. Dos mesas de la terraza  estaban  ocupadas por vasos y platos sucios de desayunos. Un metro más arriba, cuatro  ancianos  sin mascarillas  y en pie en medio de la terraza, discutían sobre pensiones y vacunas. En  la puerta de entrada al bar había una joven con  los brazos cruzados escuchando la conversación. Imagino que era la dueña o la  camarera.

Yo iba  tomar  café y preguntar sobre la carta del menú  por si algún día se nos apetecía a Carmen y a mí  comer allí. Pero ni me he detenido. Al salir de la plaza del castillo y continuar por la calle de enfrente he llegado al cruce con  la calle Luna, donde  el matrimonio que iba delante de mí  se ha sentado a una mesa del restaurante El Puerto.

 Así se pierden los clientes.

Por la misma razón  –gente charlando de pie  sin mascarillas dentro de la terraza, y otros fumando–, dejamos de entrar desde el pasado verano mi esposa yo al  bar de la barriada en el que solíamos cenar casi todos los sábados. Es verdad que el Gobierno les  va a ayudar a recuperar las pérdidas; pero el cliente que se va disgustado  de un sitio difícilmente  regresa.

 

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