Esta mañana he ido a tomar café y una copa de sol y sombra
al bar de mi amigo Carlos. Me gusta ir allí porque es un sitio tranquilo, se
puede leer el periódico, ver la tele y escuchar las anécdotas que se cuentan
entre ellos los clientes. Yo tomo nota mental y os cuento:
Un vecino de mi barrio, llamémosle Alberto, vive a dos manzanas de mi casa, y
hace años trabajaba de albañil a destajo, está oído atento a lo que yo le digo
a Carlos el dueño del bar:
— Cóbrate, Carlos, que ya me he tomado dos copas y creo que
no voy a poder coger el coche esta tarde para ir a Jerez. No sé si dará tiempo
a diluir el alcohol en cinco horas...
El vecino al oír eso comenta:
— No pasa nada, joder, que dos copas las digieres en dos horas. Lo
mío si que es un problema: me cogieron con 1´84 gramos de alcohol, me quitaron
todos los puntos, me pusieron una multa de tres mil euros y me tuvieron seis meses en la cárcel. Sí,
seis meses, yo no soy el marido de la Rocío Jurado...
— ¿Y qué haces con tu coche, ese SEAT Toledo que tienes?— le
pregunta Carlos.
— El coche se lo llevó la grúa y lo tenían ellos. Hube de
pagar un pastón por sacarlo de la cochera, a tanto por día. Casi me cuesta más que el coche. Lo que pasa es que
sin puntos no puedo conducir.
A esto que me mira y
me dice:
— Te compro tres puntos, pídeme precio.
— ¿Y eso se puede hacer?— digo yo.
— ¡Hombre, claro! Mucha gente lo vende por Internet.
— No sé, no me fío de esas cosas, mejor dejarlos como están.
Por cierto, Alberto, ¿Estás trabajando?
— Qué va, hago chapuzas como todo el mundo. Si quieres te
pinto tu casa.
— ¿ Pero tú no eras empresario?
— ¿Empresario? Qué va, hombre. Yo era autónomo y llevaba
conmigo a mis cuñado y dos más. Trabajábamos en la construcción enfoscando las
paredes. A tanto el metro cuadrado. Un día hicimos cien metros cuadrados y por
la tarde cayó un tormentazo con granizo y nos echó a bajo todo lo que habíamos
hecho. El encargado de la empresa constructora no quería pagarlo pero al final
se vino a razones. estuve con esa empresa como autónomo catorce años. Ganaba de
media unas 180 mil pesetas cada uno de mi cuadrilla; pero en dinero negro sin
declarar. En la nómina sólo iban salarios base según convenio, el resto en un
sobre. Entonces nos parecía perfecto: ganábamos dinero y no pagábamos a
Hacienda ni a la Seguridad Social; pero luego eché en falta esas cotizaciones:
llevo en el paro desde que comenzó la crisis, pronto me podré jubilar, pero
cobraré una miseria, unos cuatrocientos euros máximo. Si hubiera cotizado los 1,800
euros al mes que ganaba...
Y así marcha la
economía, como Alberto los hay a cientos de miles: fontaneros, albañiles,
electricistas, carpinteros... Todas las ramas que se enriquecieron durante la época
del ladrillo ahora hace tiempo que agotaron la prestación por desempleo y viven
del subsidio(quien lo tenga) y de las chapuzas. Y no es que ellos quisieran
defraudar, es que si no era así nadie los contrataba.
Entras en un bar, comentas que no
te van bien los frenos del coche y te salen de pronto veinte mecánicos que por
un precio "arreglaíto" te lo dejan nuevo. Lo mismo si quieres cambiar
la bañera, cerrar un ventanal, hacer reformas en la vivienda... Todo economía
sumergida. Así nos va; así les va a ellos a la hora de jubilarse.
Mal común también aquí que se practica como algo cotidiano, no se consigue empleo si no se cotiza de esa manera y cuando acuerdas es hora de jubilarte y el jubilo se vuelve necesidad de seguir trabajando.
ResponderEliminarUn gusto leerte mario
Como decimos por acá, amigo Mario: el trabajo clandestino es pan para hoy y hambre para mañana. Gracias por estar siempre. Un abrazo
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