Ayer terminé la lectura del la novela «El pintor de almas», de Idelfonso falcones.
Cuando leí «La mano de Fátima», dije que era el mejor libro que
había leído; más tarde, cuando leí «La Princesa descalza», repetí la misma
frase; y ahora digo lo mismo de «El Pintor de almas».
Y es que I. Falcones se crece en cada nueva obra. Algunos críticos
profesionales dicen que es demasiado larga; yo, en cambio, el domingo pasado,
mirando el número escaso de páginas que me quedaban, lo lamentaba. Se me hacía
corta y deseaba algo más.
Leyendo esta novela, ambientada entre la última década del siglo
XIX y los primeros treinta años del XX, he conocido mucho mejor al pueblo
catalán: su lucha contra el capitalismo salvaje; contra la Iglesia, que
enseñaba a ser sumisos a ese capitalismo; contra la Monarquía, ajena a los
problemas de la clase trabajadora; contra los empresarios, que no dudaban en
competir entre ellos en construirse la mejor y original mansión mientras la
gente dormía en las calles, en albergues, en chabolas o en habitaciones
alquiladas a precios abusivos. La Semana Trágica de Barcelona los fusilamientos
en Montjuit, la aniquilación moral y física de los presos… Todo ello sabiamente
sazonado con el amor imposible entre Dalmau Salas, el pintor de almas, y Enma,
una anarquista líder de los revolucionarios.
Ya lo dije: es la mejor que he leído este año y la mejor de este
autor.
Sinopsis
Barcelona,
1901. La ciudad vive días de gran
agitación social. La oscura miseria de los más desfavorecidos contrasta con la
elegante opulencia de las grandes avenidas, donde ya destacan algunos edificios
singulares, símbolo de la llegada del Modernismo.
Dalmau
Sala, hijo de un anarquista ajusticiado, es un joven pintor que vive atrapado
entre dos mundos. Por un lado, su familia y Emma, la mujer que ama, son firmes
defensores de la lucha obrera; hombres y mujeres que no conocen el miedo a la
hora de exigir los derechos de los trabajadores. Por otro, su trabajo en el
taller de cerámica de don Manuel Bello, su mentor y un conservador burgués de
férreas creencias católicas, lo acerca a un ambiente donde imperan la riqueza y
la innovación creativa.
De este
modo, seducido por las tentadoras ofertas de una burguesía dispuesta a comprar
su obra y su conciencia, Dalmau tendrá que encontrar su auténtico camino, como
hombre y como artista, y alejarse de las noches de vino y drogas para descubrir
lo que de verdad le importa: sus valores, su esencia, el amor de una mujer
valiente y luchadora y, sobre todo, esos cuadros que brotan de su imaginación y
capturan en un lienzo las almas más miserables que deambulan por las calles de
una ciudad agitada por el germen de la rebeldía.
Con El
pintor de almas, Ildefonso Falcones nos ofrece la poderosa historia de una
época convulsa al tiempo que nos brinda una trama emocionante donde el amor, la
pasión por el arte, la lucha por los ideales y la venganza se combinan con
maestría para recrear una Barcelona, antaño sobria y gris, que ahora se
encamina hacia un futuro brillante donde el color y la esperanza empiezan a
extenderse por sus casas y sus calles.
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