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martes, septiembre 01, 2020

EL REENCUENTRO





Después de estar ocho días de vacaciones, sin verla ni decirle nada, sin tocarla suavemente sin que Carmen se diera cuenta, yo intuía que ella estaba esperándome en casa, disgustada, rumiando su venganza. 
La verdad es que yo temía enfrentarme a ella, pues era una de esas que divulga los secretos cuando se enfada. Y ella me conoce a fondo, lo sabe todo de mí.

La pasada noche me desperté a las tres para ir al baño. Me levanté despacito para no despertar a Carmen y fui al servicio sin encender la luz, aprovechando la claridad que entraba por la ventana.

Me senté en la taza para no orinar afuera, ya que apenas entraba la luz que reflejaba la farola que había en la plaza. Y la vi. Allí estaba... 
Yo hice como si no me hubiera percatado de su presencia y miré al frente, observando mi silueta reflejada en el espejo. Ella guardaba silencio, esperando quizás un reencuentro furtivo en la intimidad del cuarto de baño.

La observé sin dejar de mirarme en el espejo, mirando de reojo y sin mover la cabeza; ella permanecía atenta, sentada en el suelo junto al lavabo, ocultándose tras las toallas. La luz que entraba por la ventana se reflejaba en sus ojos, y me pareció ver el odio en ellos.
Yo sentía temblar todo mi cuerpo, me jugaba mucho en ese momento, no podía ignorarla... Tenía que tomar una decisión.
Al fin me decidí.

Aparté la toalla de baño, me incliné despacito y la cogí por la cintura. Luego la coloqué suavemente de espaldas en el suelo, en medio de la sala. Sentí como ella se estremecía al colocarme sobre ella, sus ojos se movían de lado a lado antes de quedarse inmóvil, extasiada.

Yo fingí el orgasmo y luego exclamé: ¡Oh, Dios, qué he hecho! Mi pobre Carmen va a sufrir mucho cuando se entere...
Enfadado, me aparté de ella, y la empujé sin recato hasta el rincón. Ella continuó bajo el efecto del éxtasis y ni me miró siquiera cuando salí del cuarto de baño. Dos kilos más.
¡Puta báscula!

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