¡Buenos días otra vez, amig@s!
Estaba leyendo el libro “La Esclava de la libertad”, de Idelfonso Falcones, y he visto vibrar mi teléfono, cosa rara porque lo tengo configurado para que las llamadas suenen. El móvil se desplazaba y giraba sobre su eje en el escritorio y me he quedado pasmado. “Algo pasa”, me dije a mi mismo cerrando el libro y cogiendo el móvil con cuidado.
“Número desconocido”, leo en la pantalla, y dudo entre cogerlo o dejarlo, pues desde hace un tiempo las operadoras de otra marcas no cesan de importunarme con sus ofertas; pero observo que tengo cuatro llamadas perdidas de ese número, realizadas durante la noche. “¿Quién será?”, me pregunto.
Que me llamen durante la noche solo se explica si es un familiar que te anuncia que ha pasado algo grave. También puedes ser una comisionista peruana o dominicana que no respeta que en España es de noche y la gente duerme mientras ella cumple con su jornada laboral, Cojo la llamada decidido a enviar a la mierda a quien sea, si no es un familiar o conocido.
—¿Hola? ¿Eres Juanito?
—El mismo. ¿Quién eres?
—Soy tu abuelo Juan, te llamo desde el Cielo, escucha...
¡Vaya, qué querrá pedirme este ahora! En el fondo se oye un coro de voces atipladas cantando “ Aleluya, aleluya, aleluya..”
—Abuelo, ¿y en qué te puedo ayudar?
—En nada, hijo, yo estoy mejor que tú, ojalá te permitan entrar aquí cuando la palmes.
—¿Entonces...?
—Que ha llegado aquí la reina Isabel II y se ha formado el lío porque ella exige que la coronen y le den el mismo trato diferencial que recibía en la Tierra. O sea: quiere sentarse en el trono de Jesucristo, y san Pedro ha sacado la espada y le ha cortado el paso diciendo:
— ¿Ande va tú, gilipolla? ¿No ha tenío sufisiente reverensia en el mundo? ¡Aquí ere una má! De ná sirve que en la Tierra entovía estén paseando tu recto por la calle. El único privilehio que te consedo, pa que no crea que soy anarquista ni comunista, é el de elegí el lugá aonde va a residí eternamente: Aquí con lo Santo o allí enfrente con Sataná
—Querrás decir mis restos, ¡malnacido!
—Su recto forma parte de ello, señora. Bueno, no tengo porqué discutí. Ahonde prefiere usté quedarse: aquí cantando siempre el Aleluya con la cabeza torcía como si tuviera tortículi, o yendo de orgía en orgía con Sataná?
—¿Puedo entrar a ver el ambiente?
—¡Por supuesto! Yo la acompaño.
—Abuelo, ¿qué rollo me estás contando? Mira que te conozco y sé que te inventas las batallitas...
—Es la verdad, Juanillo. Solo te quiero ayudar entregándote la exclusiva para que se la vendas a los de Salvame, que allí forran de dinero a los tertulianos por cualquier chisme que cuenten.¡No veas tú lo que te van a pagar por anunciar el paradero de Isabel II!
—¿ Y qué ha pasado por fin?
—Pues que ella dice que en el Cielo se estará muy bien, sin calor ni frío y siempre soleado; pero es muuuuuuuuu aburrío. Y ha visto con Satán a un negro descomunal que ella mandó ajusticiar porque atentó contra ella cuando fue a visitar Kenia, y ahora, no contenta con haberle quitado la vida en la horca, quiere que el negro la monte.
—Bueno, ¿ y qué malo hay en eso? En el Infierno, ya sabemos: mucho calor porque hay mucho sexo, mucho baile y la gente suda.
—¡ No entiendes Juanillo, tú siempre tan torpe! ¿Sabes lo que significa para un revolucionario condenado a muerte en la Tierra, que tenga que follarse eternamente a la decrépita y casi centenaria que lo condenó?
—Pues sí, hay que tener estómago. Bueno, abuelo, corta. Esta historia no me la van a aceptar porque hay que probarla y yo no tengo medios para eso: es tu palabra contra la oficialmente publicada aquí en los medios: “La Reina ha fallecido pero quedará para siempre en nuestros corazones.”
Juan Pan García, 17 de septiembre de 2022
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