Un par de mulatos esperaban su turno en la puerta. Entré el primero y mis ayudantes me colocaron sobre una cama de cabezales blancos de hierro como las de los hospitales. La doctora, una joven alta y esbelta, negra como el carbón pero bellísima, echó fuera a los ayudantes y nos quedamos solos
De pronto comenzó a murmurar unas palabras a la vez que alzaba los brazos y miraba hacia arriba durante un momento; luego comenzó a mover su cuerpo en una danza erótica al tiempo que colocaba sus manos sobre mi vientre y lo acariciaba. Me quitó la ropa y se inclinó sobre mi cuerpo, besándolo y lamiéndolo. Mientras tanto, mi dolor de cabeza no me abandonaba, aunque se tornaba soportable dado que mi mente estaba en otra parte.
De pronto la doctora se montó sobre mí y me violó (Sin pedir mi consentimiento, que conste).
— White: I want to have a child from you
Yo entendía algo de ínglés, pero no todo. Creo que deseaba un hijo mío. En Sudáfrica, los mulatos tenían derecho al voto, los negros no.
—Po venga, no se hable má— respondí
Y me entregué a fondo, besando sus senos, acariciando y pellizcando aquellas nalgas que se movían cadenciosamente sobre mi. Nunca había imaginado un placer tan grande, la doctora era una experta.
Sentía que me perdía, que me ebriagaba de placer; ella me miraba esperando recibir la semilla en su vientre y seguía moviendose, seguía, seguía... De pronto se encendió la luz y mi mujer se levantó para ir al servicio.
— Juan, levántate ya que son las 8 y tienes que ayudarme a hacer limpieza, y luego tendrás que ir al Lidl a comprar antes de que acudas al ambulatorio. Tienes cita a las diez.
Recordé que el prospecto de la pastilla que me tomé anoche indicaba, entre los efectos secundarios, tener pesadillas y dolores de cabeza.
Esta noche me tomaré dos en vez de una
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