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Fragmento de romance anónimo del Rey moro que perdió Granada
Allí habló un moro viejo,
de esta manera hablara:
-¿Para qué nos llamas, rey,
para qué es esta llamada?
—¡Ay de mi Alhama!
—Habéis de saber, amigos,
una nueva desdichada,
que cristianos de braveza
ya nos han ganado Alhama.
—¡Ay de mi Alhama!
Allí habló un a1faquí
de barba crecida y cana:
—Bien se te emplea, buen rey,
buen rey, bien se te empleara.
—¡Ay de mi Alhama!
Mataste los Bencerrajes,
que eran la flor de Granada;
cogiste los tornadizos
de Córdoba la nombrada.
—¡Ay de mi Alhama!
Por eso mereces, rey,
una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino
y aquí se pierda Granada.
—¡Ay de mi Alhama
Fragmento de romance anónimo del Rey moro que perdió Granada
Allí habló un moro viejo,
de esta manera hablara:
-¿Para qué nos llamas, rey,
para qué es esta llamada?
—¡Ay de mi Alhama!
—Habéis de saber, amigos,
una nueva desdichada,
que cristianos de braveza
ya nos han ganado Alhama.
—¡Ay de mi Alhama!
Allí habló un a1faquí
de barba crecida y cana:
—Bien se te emplea, buen rey,
buen rey, bien se te empleara.
—¡Ay de mi Alhama!
Mataste los Bencerrajes,
que eran la flor de Granada;
cogiste los tornadizos
de Córdoba la nombrada.
—¡Ay de mi Alhama!
Por eso mereces, rey,
una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino
y aquí se pierda Granada.
—¡Ay de mi Alhama