Si observan ustedes mis recomendaciones cinéfilas pensarán
que todo me gusta, que cualquier película la encuentro excelente, que soy de gustos
fáciles.
Nada más lejos de la realidad.
Lo que sucede es que yo miro la cartelera y elijo las películas
que pertenecen a mis géneros favoritos: históricas, policíacas, espionaje, románticas...,
y entre éstas selecciono las que tienen una buena historia, buenos actores y, además, han conseguido algún premio en festivales de
cine.
No suelo equivocarme, en un 90% de los casos salgo contento de mi elección.
La película que reseñe anteriormente, "GRAVITY", no tenía una
buena historia, pero sí una puesta en escena, unos actores, efectos especiales, unas imágenes y música
de fondo que me parecieron singulares, fuera de lo común. Por eso la recomendé.
El mayordomo es todo lo contrario de aquélla: carece de
efectos especiales, de paisajes ( toda la película está rodada en interiores) y
de acción. Sin embargo me ha encantado: me ha provocado náuseas, me ha
emocionado, me ha hecho sentir odio por el comportamiento de algunos pueblos
considerados líderes y guías del mundo, y que por dar
rienda suelta a sus bajos instintos son la vergüenza del Ser Humano. Al mismo
tiempo, la película me ha hecho sentir admiración y orgullo por la capacidad que tenemos
de renacer de las cenizas y enfrentarnos con perseverancia hasta obtener el éxito
sobre el mal.
Y sin necesidad de filmar ninguna escena de sexo, la película muestra lo que es el verdadero Amor, con mayúsculas.
La historia nos lleva a los campos de algodón del Sur de los
Estados Unido en los primeros años del siglo pasado:
Varias familias de negros esclavos laboran el campo cuando el amo blanco se lleva a un cobertizo a la madre de un niño de diez u once años. El niño le pregunta a su padre adónde se llevan a su mamá y él le dice que se calle y trabaje. Al poco rato se escuchan los gritos de la mujer y el marido se adelanta a ver que sucede. El amo sale y, sin mediar palabra, le pega un tiro y lo mata.
Varias familias de negros esclavos laboran el campo cuando el amo blanco se lleva a un cobertizo a la madre de un niño de diez u once años. El niño le pregunta a su padre adónde se llevan a su mamá y él le dice que se calle y trabaje. Al poco rato se escuchan los gritos de la mujer y el marido se adelanta a ver que sucede. El amo sale y, sin mediar palabra, le pega un tiro y lo mata.
La Señora de la plantación, madre de ese asesino, recoge al huérfano y le
enseña a servir en la casa, convirtiéndolo en un experto criado. Con el paso de
los años la Señora, ya muy anciana y con su salud en declive, autoriza al criado a marcharse intuyendo
que tras su muerte su hijo lo enviaría de nuevo a los campos de algodón.
Se marcha Washington,
donde encuentra empleo en un hotel. Allí un cliente admira el comportamiento y la
calidad del empleado y lo recomendará al gerente de la Casa Blanca para servir
al Presidente de los EE.UU.
Comienza aquí su andadura sirviendo en la Casa Blanca durante treinta años a
cuatro o cinco presidentes, cada uno con sus virtudes y defectos. La orden que ha recibido es esta: "No debes hablar ni escuchar ni mirar; la habitación está vacía para
ti si hay algún blanco". Y así se enterará de las tramas de los asesores y
del Presidente para aniquilar a los negros que se manifiesten en pro de sus
derechos, escuchará la defensa en favor de los Derechos Civiles de todos los norteamericanos
que hace Kennedy y llorara cuando éste es batido. El ku klux klan, la policía
disparando en las calles, el Poder negro, Luther King...Toda la historia que
protagonizaron los negros y algunos blancos en Estados Unidos en la lucha por
los derechos civiles y el triunfo de la razón sobre la bestia, simbolizada por
le elección de Obama, el primer Presidente negro de los Estados Unidos.
Los actores se meten
de lleno en la piel de los personajes, y la música, imperceptible, aparece in
crescendo en los momentos claves, convirtiendo en épicas las escenas que acompaña.
Una película magnifica, sobresaliente, que si me pidieran
que puntúe del 1 al 10, yo le pondría un
9.
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