CARNAUD FORGES BASSE
INDRE
!50 Avenue Paul Villanta Couturier
Boulogne- Billancourt, Seine
La empresa Carnaud ocupaba un
edificio rectangular de cinco plantas exteriores y tres subterráneas, de diez
mil metros cuadrados cada una de ellas. La entrada principal a las oficinas y
despachos de la dirección estaban en el centro de la fachada que daba a la
avenida; los trabajadores accedían por una puerta ubicada en la fachada
derecha. En la parte posterior estaba la entrada y salida de camiones.
El día 2 de noviembre de 1962, el
siguiente a la celebración de mi 19 aniversario, yo comenzaba a trabajar en la empresa como peón en la
cadena de fabricación.
Yo venía de Vergel, un pueblo
agrícola de la provincia de Alicante, donde todo el mundo realizaba labores en
los naranjales y huertos, donde las únicas industrias que había, pequeñas y
familiares, eran una fábrica de gaseosas y de hielo, una fábrica de viguetas de
hormigón para la construcción, dos
talleres de carpintería y tres talleres mecánicos, y por tanto nunca había
visto funcionar una empresa multinacional provista de los últimos avances
técnicos de producción en cadena. Fue por eso sin duda alguna que al entrar en
la fábrica de Carnaud me quedé pasmado.
Una empleada de la oficina de
Personal me acompañó a la 3ª planta, donde debía desempeñar el trabajo para el
que me habían contratado, y pasamos por en medio de cuatro filas de máquinas
enlazadas unas con otras por medio de una cinta transportadora de unos setenta
metros de longitud, por la cual se movían a gran velocidad latas de aceite de
cinco litros para coches. Las hacían de todas las marcas conocidas: Mobil,
Repsol, Total, Agip....
Un hombre arrimaba a la primera máquina una
carretilla llena de planchas planas cortadas a medida y pintadas con el dibujo
de la respectiva marca de aceite y un brazo automático las iba cogiendo una a
una e introduciendo en la cadena donde una máquina la doblaba, otra la soldaba
otra colocaba las tapaderas y finalmente otra le colocaba y soldaba el tapón, finalmente
salía despedida por una trampilla helicoidal hacia la planta baja, ya lista
para embalar en cajas y cargarla en
camiones. Cada una de las cinco líneas producía 20 mil latas diarias en cada
uno de los turnos de ocho horas. Había
dos.
En cada máquina había una mujer cuidando del
buen funcionamiento y entre máquina y máquina otras empleadas examinaban la
calidad de los botes, apartando los que presentaban defectos.
Un centenar de empleadas
trabajaban en la 3º planta.
Los otros 30 metros de espacio que
quedaban tras la cadena de producción
estaban las diez cizallas
gigantescas en que cortaban a medida las planchas para las latas de aceite.
Éstas eran manejadas por hombres. Cogían una sábana de cinc de tres por
dos metros, ya pintada con la marca del
producto y la introducían en una ranura y por el otro lado salía dividida en
seis partes; luego en otra cizalla cada parte se introducía en la ranura y
salía cortaba en cuatro partes, cada una
de ellas sería una vez acabada una lata de aceite. En una de esas cizallas yo
comencé a prestar mis servicios en Carnaud. En un lateral había un pequeño
taller de mantenimiento, donde trabajaban ocho mecánicos. Al cabo de seis
semanas se jubiló uno de ellos y yo ocupé su sitio.
Trabajar en esa empresa fue lo
mejor que me había sucedido en mi vida. No he conocido otra mejor. Era un
trabajo limpio, nos poníamos una bata blanca para trabajar en la cadena de
producción o azul para el taller mecánico, Usábamos guantes finos de algodón o
de piel, según el lugar de trabajo; la temperatura estaba ajustada todo el año
en 22 grados por medio de grandes ventiladores que daban aire frío o caliente.
Podíamos trabajar cómodamente hiciera 30 grados en la calle como 5 bajo cero:
no nos enterábamos.
Había máquinas expendedoras de bebidas gratuitas, calientes y frías: Caldo, café, leche, té, manzanilla, naranjada, limonada, cola... Y a las doce tocaba la sirena y bajábamos a la 1ª planta al comedor, un libre servicio donde pasábamos en fila y cogíamos tres platos y una bebida por el precio de una hora de trabajo, que nos descontaban de la nómina.
La comida se servía en tres turnos, desde las doce hasta las quince horas. El comedor tenía una capacidad para doscientas personas.
Yo trabajaba de seis a dos de la tarde, y había otro turno de dos a diez de la noche. Cada quince días cambiábamos. Había una biblioteca para uso de los trabajadores de la empresa. Yo me llevaba libros para leer en el Metro, libros que estaban prohibidos en España porque contaban la Guerra Civil de otra manera.
Había máquinas expendedoras de bebidas gratuitas, calientes y frías: Caldo, café, leche, té, manzanilla, naranjada, limonada, cola... Y a las doce tocaba la sirena y bajábamos a la 1ª planta al comedor, un libre servicio donde pasábamos en fila y cogíamos tres platos y una bebida por el precio de una hora de trabajo, que nos descontaban de la nómina.
La comida se servía en tres turnos, desde las doce hasta las quince horas. El comedor tenía una capacidad para doscientas personas.
Yo trabajaba de seis a dos de la tarde, y había otro turno de dos a diez de la noche. Cada quince días cambiábamos. Había una biblioteca para uso de los trabajadores de la empresa. Yo me llevaba libros para leer en el Metro, libros que estaban prohibidos en España porque contaban la Guerra Civil de otra manera.
Cada una de las plantas fabricaba
un producto diferente: en la segunda, envases para cremas de zapatos y cremas
faciales; en la tercera las de aceite para motores de automóviles; la cuarta
botellas de plástico para agua, y en la quinta envases de plástico para
productos de limpieza.
En la primera se hallaban la biblioteca,
la cocina y el comedor, en la planta baja el embalaje y la carga en camiones, y en los sótanos las
plantas de impresión de las planchas y los hornos para secado de la pintura.
Unas dos mil personas trabajaban
en Carnaud, de las cuales un diez por ciento eran hombres. Las mujeres nos
rifaban. Yo trabajé en la empresa durante dos años.
me imagino mujeres para elegir!!!!!! ajajaj muy buen recuerdo mi querido Juan!!
ResponderEliminarque mala proporción pero con el trabajo que hacían imagino no quedaba mucho tiempo para socialisar.
ResponderEliminarhasta pronto Mario
Vamos, igual que las empresas de aquí...
ResponderEliminarMe alegro de que encontraras un trabajo donde os trataran así.
Seguro que lo pasaste bien.
Saludos.
Pues sí, M.Susana,recuerdos que marcaron una etapa muy importante de mi vida. Nunca podré olvidar. Un beso
ResponderEliminarTe equivocas, Mario: trabajábamos ocho horas de lunes a jueves y seis el viernes. Fíjate si teníamos tiempo libre. Un abrazo
ResponderEliminarHola, Toro salvaje: como digo en el relato, fue la mejor empresa del medio centenar de ellas en que he trabajado durante toda mi vida laboral. Saludos
ResponderEliminarMe encanta tu relato, gracias por contarnos tus experiencias, saludos.
ResponderEliminarEstoy tan acostumbrado a leer o escribir ficción que tuve que cerciorarme de que era vida real.
ResponderEliminarUn linda historia.
Un abrazo.
HD