El otro día fui a la Sierra a ver la nieve.
Me sorprendió ver a un señor vestido con un chándal azul, organizando el tráfico dando voces y denunciando a los coches mal aparcados. ¿Quién era ese señor, qué derecho tenía a realizar funciones de policía?
Detuve mi coche delante de un garaje y esperé a ver su reacción. Lo vi venir con pasos apresurados mientras se sacaba del bolsillo el cuadernillo de las denuncias y el bolígrafo.
— ¿Usted no sabe que aquí no se puede estacionar ni aparcar? ¡Documentación!
— ¿Y usted quién es para pedirme eso? —alegué
— Soy el policía municipal
— Pues no está de servicio; no lleva uniforme y por tanto...
— Este es mi uniforme de policía, se ordenó así dado que el pueblo llevaba diez años pidiendo un poli deportivo.
— Ah... entiendo. Mire soy un influencer con más de tres millones de seguidores, y si me pone la multa llevando ese uniforme va a recibir tantas criticas este pueblo y su ayuntamiento, que la oposición le va a despedir y denunciar por cohecho.
El tío cambia el rostro de color como los camaleones del Tiro al Pichón de El Puerto, se quita la gorra, se rasca al coronilla, se estira la cazadora, carraspea un poco y dice:
— Ignoro qué es eso de ser influencer pero voy a darme la vuelta y si en dos segundos no se ha ido, le juro que lo encierro por difamación e insulto a la autoridad.
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