Ayer terminé la lectura de esta interesante novela, publicada por Plaza & Janet en 2004, y de la que aún aparecen nuevas ediciones en las librerías.
El incendio en la catedral de Turín, donde se halla la Sábana Santa , y la muerte de un hombre al que le han cortado la lengua y borrado sus huellas digitales son el detonante de la investigación que a lo largo de 528 páginas realiza un equipo de policías expertos en Arte, acompañados por Ana, una joven e intrépida periodista, hermana de uno de los investigadores, a quien nadie toma en cuenta, que realizará una investigación paralela para demostrar su valía.
La verdad es que me ha llevado más de un mes leerla, pues hubo momentos en que la historia me aburría, y no ha sido hasta llegar a las 200 últimas páginas que me he sentido atrapado siguiendo a Ana en su arriesgada investigación extraoficial sobre los descendientes actuales de la Orden del Temple, la misma que trajo en el siglo XIV la Sábana Santa a Europa.
Son dos historias imbricadas sobre el mismo tema con protagonistas diferentes:
1º La custodia y veneración de los cristianos antiguos y sus esfuerzos por conservar la Sábana desde Cristo hasta que los Templarios la traen a Europa.
2ª La investigación policial sobre misteriosos acontecimientos que suceden en nuestros días en torno a la Santa Sábana.
Ambas historias convergen al final del libro, y será precisamente estudiando la historia antigua de la Sábana que Ana, quien al principio sólo deseaba escribir un reportaje sobre el Sudario, descubrirá a los miembros de la actual sociedad secreta de la Orden de los Templarios, formada por media docena de hombres muy influyentes y poderosos que gobiernan el mundo, destituyendo o instaurando jefes de gobierno, manipulando la economía para derribar países o asesinando a personajes conflictivos para sus intereses.
Creo que esta novela es una más de las que surgieron al amparo del tirón del Código Da Vinci, tratando investigaciones de misterios y símbolos de catedrales.
Quizás se deba a que es la cuarta novela que leo sobre esos temas el que me haya costado tanto tiempo leerla.
Si para mí «El sanador de caballos» y «la Mano de Fátima» merecen un 9, a La Hermandad no le doy más de un 7.
Gracias por la información.
ResponderEliminarUna menos que leer.
Saludos.
yo estoy un poco lento con la lectura pero es verdad lo bueno es leer lo mas que podamos y tratar de disfrutar lo leído.
ResponderEliminarHasta pronto Mario
Hombre, Toro, no he dicho que sea mala, sólo que me ha costado un poco al principio; pero a partir de las 200 últimas páginas ha sido imposible dejarla.
ResponderEliminarSaludos.
María, tienes razón en eso de la variedad de gustos. Lo que pudo pasar es que me cogió el viaje a Córdoba y hube de prepararme el recital y por eso la dejé abandonada.Luego, retomar el tema es más difícil.
ResponderEliminarPero aparte creo le sobran páginas, pues repite muchas cosas. Y encontré un fallo enorme imperdonable en una editoral como Plaza & Janet.
Encuentro un fallo enorme en la siguiente página del libro, capítulo 45, pues en ella se dice que el señor Lirey solicita en 1349 un permiso al Papa y a rey de Francia para exponer la Sábana, y es denegado. Luego, más adelante dice que finalmente le fue concedido el permiso 436 años después, o sea: en 1389.
No cuadran las cifras. Entiendo que donde dice 436 debería decir 40 años.
Un error así es incomprensible en una editorial que se precie.
«—Las crónicas más documentadas de la época aseguran que en 1349,
Geoffroy de Charny, señor de Lirey, dio a conocer que poseía un sudario
con la impresión del cuerpo de Jesús, al que su familia tenía gran devoción.
Este noble dirigió cartas pidiendo autorización al Papa y al rey de Francia
para construir una colegiata donde exponer el sudario para su veneracion
por los fieles. Ni el Papa ni el rey respondieron a la pretensión del señor de
Lirey, por lo que la colegiata no se pudo construir, pero el sudario empezó
a ser objeto de culto con la complicidad de los canónigos de Lirey, que
vieron una oportunidad para aumentar su influencia e importancia.
—Pero ¿de dónde había sacado el sudario?
—En la carta que De Charny escribió al rey de Francia, que se
conserva en los archivos reales, aseguraba que había mantenido la posesión
del sudario en secreto para no provocar disputas entre cristianos, ya habían
aparecido otros sudarios en lugares tan distantes como Aquisgrán, Jaén,
Tolosa, Maguncia y Roma. Precisamente en Roma, desde 135o, estaba
expuesto un sudario en la basílica vaticana que naturalmente se daba por
auténtico. Geoffroy de Charny juró al rey y al Papa, por el honor de su
familia, que la mortaja que él poseía era la auténtica, pero lo que nunca
confesó, ni al rey ni al Papa, era cómo había llegado a sus manos.
¿Herencia de familia? ¿Lo había comprado? No lo dijo y por tanto no lo
sabemos. Tuvo que esperar años a recibir autorización para construir la
colegiata, aunque no lograría ver expuesta la Sábana ya que murió en
Poitiers por salvar al rey de Francia, al que cubrió con su propio cuerpo
durante la batalla. Su viuda la donó a la iglesia de Lirey, lo que contribuyó
al enriquecimiento de los canónigos del lugar al tiempo que provocaba la
envidia de los prelados de otros pueblos y ciudades, lo que planteó un
auténtico conflicto. El obispo de Troyes mandó hacer una investigación
exhaustiva; incluso pudo presentar a un testigo importante para desacreditar
la autenticidad de la mortaja. Un pintor aseguró haber realizado la imagen
por encargo del señor de Lirey, de manera que el obispo logró que fuera
prohibida la exhibición del sudario. Sería otro Geoffroy, Geoffroy II de
Charny, quien 436 años después, exactamente en 1389, logró que el papa
Clemente VII lo autorizase a exponer el sudario.»
Un beso, y gracias por tu visita y comentario
Muchas gracias, Mario. Entiendo que no todo el mundo dispone de tiempo para leer y disfrutar. Un abrazo
ResponderEliminarPues a mí me ha pasado una cosa muy curiosa, y es que de los 40 a los 45 empecé a leer lo que no está escrito, acababa un libro y empezaba otro. A los 45 empecé a escribir y desde entonces he sido incapaz de leer ninguno, salvo poemas sueltos de un poeta u otro, o algún relato.
ResponderEliminarUn abrazo Juan
Pues para escribir,amigo Juan Risueño, es bueno leer mucho:se aprenden frases y estilos, se toman ideas apara comenzar historias. Y a fuerza de leer bien las palabras apropiadas fluyen solas en las conversaciones y en la escritura.
ResponderEliminarEn los últimos cinco años de mi actividad laboral leía poco porque la jornada era larguísima y pesada; pero ahora que estoy libre de horarios, un libro no me falta.
Un abrazo, amigo.
Hola, Juan,
ResponderEliminarme acuerdo que mme costó cuando lo leí, pienso que es porque, como comentas, se publicó a raíz del boom que generó El Código Da Vinci, y por aquel entonces me leí unos cuantos de esta temática y este llegó a cansarme, de hecho tengo La Biblia de Barro, de la misma autora, y no he pasado de la segunda página.
Un abrazo.
Me gustan tus entradas sobre libros. Tus críticas son siempre llanas, sencillas y sinceras, y no condicionas realmente en la opinión de la gente. Si me leo el libro, sabré que puede que me sea pesada un rato, pero que no es un mal libro.
ResponderEliminarYo ahora me leo en el metro uno que he conseguido bajarme (me lo leo desde el móvil), que es "Las Moradas" de santa Teresa de Jesús. Filosofía religiosa sobre el alma, esencialmente.
Por cierto, ¡¡qué buena pinta el plato de abajo!! (el de la entrada anterior).
Te he enviado algo, no creo que tarde en llegarte, así que no dejes de echarle un vistazo al buzón de tu casa^^
¡Besitos!
Pues muchas gracias por la información sobre la Biblia de barro, Jesús.Yo también prefiero cambiar de tema en mis lecturas.Ahora he comenzado una novela de un autor árabe: Kaled Hosseini, se titula "Cometas en el cielo". Ya te contaré. Un abrazo
ResponderEliminar¡Hola, Lady Luna! Sí, ya lo he recibido. Muchas gracias, amiga. Lo acabo de hacer público en mi nueva entrada.
ResponderEliminarEl plato está rico, rico ¡y no engorda!
Un beso, guapa, ¡Feliz Navidad!