Los negros nubarrones que aparecieron al amanecer en el
horizonte han cruzado raudos el cielo dejando caer una fuerte granizada. El sol
brilla de pronto en el hueco azul que se abre ante él, y sus rayos acuden en
ayuda del rosal de mi terraza, abrazando
sus hojas y descubriendo las heridas del cruel maltrato sufrido.
He cometido el error de dejarlo solo a merced del viento y
la tormenta, y todo el trabajo realizado para mantenerlo sano y vistoso, para
alegría de mis ojos, de mis amigos y la
familia, se han visto anulados.
La única rosa, color rojo sangre, que se mecía dulcemente con el viento entre los tallos me muestra sus pétalos
agredidos, y al acariciarla siento congoja en mi corazón partido...
¡No volverá a suceder, te lo juro!, le digo con el alma dolorida, mientras voy secando
las lágrimas de sus hojas perforadas y
quito las ramas rotas de su tallo herido...
Lo he metido en el interior y lo he colocado en el salón, junto a los cristales, para recibir las
caricias del sol al abrigo cálido de mi hogar. Todo pasará, rosa mía,
recobrarás el esplendor que maravilla, porque yo te cuidaré y mimaré mientras
viva.
Es un monólogo con mucha ternura.
ResponderEliminarMe ha gustado y la foto es hermosa.
Un abrazo Juan.
Mi querido Juan ese cariño por tu rosal me demuestra la belleza de tu alma. Cuida de el amigo mío, cuida de todas las cosas que te hagan feliz, porque lo mereces . Un abrazo inmenso!
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