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miércoles, julio 16, 2014

LA ESCRITORA, 9





DOS AÑOS ANTES...

La prensa nacional había anunciado que esa  noche  se fallaba el Premio Alfaguara de Narrativa.
 Cuando el reloj  de la Puerta del Sol de Madrid  tocó las diez campanadas, la sala de conferencias del Hotel Plaza  estaba abarrotada de personalidades del mundo literario, de la prensa invitada y de altas jerarquías del ministerio de Cultura.
El canal internacional de TVE transmitía en directo la ceremonia. 

En un piso de El Puerto de Santa María, Juan López se había  preparado un cubata de ron con cola  y se dispuso a seguir la entrega del premio. Afuera la lluvia continuaba y a lo lejos, por Sanlúcar, los relámpagos encendían el cielo plomizo, convirtiendo las siluetas de los edificios en figuras espectrales.

  Se encontraba desmoralizado, acabado, porque habían pasado los días y no había recibido la llamada tan deseada que lo invitara a asistir al acto, una llamada que le hubiera indicado que su novela había sido elegida como finalista o ganadora del  prestigioso certamen. Es falso eso de que el nombre del galardonado sólo se descubre cuando abren el sobre del jurado, ¿cómo le iba a dar tiempo entonces para asistir a la ceremonia de entrega del premio?

 Al principio no quiso ni encender el televisor, asqueado de comprobar que siempre ganaban los mismos: los escritores que publican con la editorial organizadora del concurso. El año anterior lo ganó un peruano, Santiago Roncagliolo, un joven de  treinta y dos años.

 Estaba observando el movimiento de la gente en la sala del hotel cuando  la cámara cambió de imagen ofreciendo un primer plano del presidente del jurado, que rogaba a los asistentes que prestasen un minuto de atención. Esperó a que se aplacase el bullicio de la sala, momento que aprovechó para dar unos golpecitos con la yema del dedo sobre el micrófono y comprobar su funcionamiento; luego abrió el sobre que tenía entre las manos, sacó una cartulina y leyó:

–La ganadora del Premio Internacional de Narrativa Alfaguara es la novela “El superhombre”, de Margaret Trichard.

Un fuerte aplauso siguió a la mención de la escritora y todas las caras se volvieron a contemplar a la  mujer que se levantaba de una mesa situada en tercera fila y se dirigía al estrado, muy nerviosa y sujetando  lágrimas de emoción. Los fotógrafos se abalanzaron sobre ella, permitiendo a penas que pudiese avanzar.

A simple vista parecía ser una mujer madura, de poco más 1´60 metros de altura, atractiva, a pesar de que seguramente pasaba ya la barrera de los cincuenta años. Su porte era elegante, pausado, estudiado: sabía controlar sus nervios.
Subió al estrado y se acercó al presidente, que la esperaba aplaudiendo con una amplia sonrisa. Las cámaras de TVE activaron el zoom y fueron acercando su rostro hasta ocupar toda la pantalla del televisor de Juan López.

Fue en ese momento que éste, asombrado, sentía que el mundo se le caía encima. Saltó del asiento y se quedó pasmado mirando aquella imagen. Su corazón comenzó a latir apresuradamente, le faltaba el aire, se dejó caer de nuevo pesadamente en el sofá, con la mano en el pecho, sintiendo las fuertes pulsaciones, tratando de asimilar lo que estaba sucediendo: esa cara… La conocía de algo, estaba cambiada por los años, pero…  ¡¡ ASUNCIÓN!!
Su cara ovalada, sus ojos, su boca enorme de labios carnosos, el puntito rojo sobre el pómulo izquierdo…¡Era ella!


 Continuará
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