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miércoles, noviembre 22, 2017

LA MUERTE DE KENNEDY



Tal día como hoy, pero hace 42 años, a las 19,30, hora de Dallas, moría asesinado John F. Kennedy.
El día 22 de noviembre de 1963, ha quedado grabado en mi memoria porque ese día cambió mi vida. 
Desde primeros de agosto hasta el dos de diciembre de 1963 yo pasé una muy mala racha.

En julio, yo pedí la cuenta en la empresa en la que trabajaba, en Vergel ( Alicante), y me fui a París confiando en "El Chato", un amigo que había emigrado antes y llevaba dos años trabajando en esa bonita ciudad, como jefe de equipo en la factoría de Michelín. 

Durante las vacaciones que mi amigo disfrutó en Vergel, ostentando coche y cambiando de traje cada día, me dijo que a él le apreciaban mucho sus jefes y me prometió que si me iba con él me colocaría en su misma empresa. 

Pero no sólo no me consiguió trabajo sino que él perdió el suyo por haber disfrutado una semana más de las tres que le correspondían de vacaciones. 

Como él hablaba francés a nivel conversación, encontró trabajo enseguida; pero yo...

Durante cuatro meses me vi obligado a realizar toda clase de trabajos ilegales para subsistir, a la espera de hallar un empleo. Solo tenía mi pasaporte con el cual podía estar seis meses buscando empleo siempre que demostrase que tenía medios para vivir o que alguien respondiera por mí. Si no lo hallaba, debía de irme o me expulsaban.

Aparte de descargar camiones españoles cargados de frutas y verduras algunas noches en el mercado "Les Halles", también ayudaba por la tarde a Julio Cantalapiedra, un madrileño de Ciudad Lineal, a vender periódicos en las puertas de la fábrica Citröen.

A veces, una barra de pan y una latita de atún era mi comida para todo un día. Otras veces lo mismo pero sin el atún. Fruta no me faltaba, siempre podía comerme alguna naranja o plátano en el mercado.

Recuerdo que el día 23 de noviembre de 1963 gané un buen jornal con los periódicos. Julio vino de madrugada muy exaltado a buscarme al mercado con la furgoneta y me llevó a abastecer de periódicos a varios kioscos. Después nos instalamos en la puerta de la fábrica Citroën de Levallois, en el distrito 18, poco antes del cambio de turno de los trabajadores.

Normalmente, Le Parisién imprimía cinco ediciones. La primera salía a las cinco de la madrugada. Ese día salieron a la calle algunas más. En la portada destacaba una foto del presidente de los Estados Unidos y sobre ella, en letras grandes, el título: KENNEDY ASESINADO.

Con la primera edición de la noticia en las manos y voceándola a todo pulmón, vendimos enseguida todos los ejemplares. Julio llamó a su jefe para que enviase más periódicos y a partir de ese momento, y hasta el anochecer, la moto Norton con sidecar que nos suministraba los periódicos no cesaba de dar viajes al edificio del editor para reponer nuestro pequeño stand.

Durante los cambios de turno de la fábrica no dábamos abasto repartiendo y cobrando el periódico, que costaba 0`30 NF (nuevos francos), pues algunos pagaban con billetes y debíamos dar el cambio, lo cual nos entretenía.


Al llegar a mi casa, completamente agotado tras haber trabajado veinticuatro horas seguidas, el casero me entregó una carta urgente. Era una citación para el día siguiente de la empresa Carnaud Basse Indre: debía estar a las diez de la mañana en las oficinas para pasar la revisión médica y firmar un contrato de trabajo. ¡Al fin! 

Ya no me faltó el trabajo hasta que decidí retornar a España, ocho años más tarde.







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