Buenos días, amig@s: Quería hablaros sobre la
novela «Será como tú quieras», de Manoli Bueno; pero después de lo que ha pasado
mejor me abstengo.
Resulta que hace quince días le
presté a mi vecino Ambrosio —el pobre está parado cobrando la ayuda y no le
alcanza para comprar libros— la novela, y como no le veía desde entonces temí
que se quedase con el libro, como ya me ha ocurrido dos veces.
Yo no estaba dispuesto a perder
una joya como esa, un libro único en el mundo, un manual de sexología novelada,
que supera en calentura a "50 Sombras" y "El Kamasutra" de
los que puedo afirmar (he leído los dos) que parecen el cuento de Heidi a su lado.
Bueno, que me desvío del tema. Pues
como os decía, ayer fui a casa de mi vecino dispuesto a reclamarle el libro
antes de que lo alquilase o lo vendiese, pues nunca se sabe lo que puede pasar
por la mente sagaz de un hombre parado que legalmente solo cobra el subsidio, los cien euros diarios que recauda como
aparcacoches no cuentan, aunque está permitido por el ayuntamiento y la policía,
que miran hacia otro lado y dejan que nos sangren a los conductores con ese
impuesto directo. ¡Vaya, otra vez me aparto del tema!
Pues me abrió la puerta en pijama,
y al ver su semblante abatido, ojeroso y amarillento y triste me arrepentí de
haber llamado. ¡Qué aspecto por Dios! Parecía un muerto en excedencia.
En la mano tenía un pañuelo ya
todo mojado y pringoso de tanto limpiarse los mocos; la nariz roja como la vitola de una botella de
Fino Quinta; una bufanda del Cádiz CF en el cuello, y los ojos lagrimosos por
la gripe.
— Hola Juan— me dice el pobre,
con la voz más cansada que Rajoy
escuchando a Pablo Iglesias en el hemiciclo —. No te digo que pases para no
pegarte el catarro.
— Bueno yo.. Venía a por el
libro, pero no te preocupes, ya me lo darás cuando te cures.
—¿El libro? ¡Me cago en el libro
y en tós los escritores!
— ¡¿Pero qué dices, hombre?! ¿ No
te ha gustado?
— Pues claro que me ha gustado,
pero ese no es el tema. ¡Eso no se le hace a la gente, hombre! La novela debía
llevar al menos tres rombos en la portada y
una advertencia igual que la que llevan las cajas de medicinas: No dejar al alcance de los niños.
— Pero por qué, ¿qué te ha
pasado, Ambrosio?
— Que el libro tiene 23 capítulos
más ardientes que el anís seco del Mono, y me ha destrozado: 23 duchas de agua
fría; 43 termagil; 3 viajes en taxi a Urgencias, y la perdida de 20 días de mi
sueldo de gorrilla en la avenida de la
Bajamar, una ruina, Juan, una ruina...
— ¿Y en Urgencias que te han
dicho?
— Que les preste el libro.
— Bueno, Ambrosio, mejor me lo
das a mí ahora, antes de que te convenza alguien y se lo prestes y yo lo pierda.
— No, hijo, no; yo a ti no te
hago eso: eres un buen amigo.
Y fue al dormitorio y luego
apareció limpiando la portada del libro con la manga del pijama.
— Toma; y no te doy las gracias.
He perdido cinco kilos y me he quedado sin tuétano.
— Se comprende. Venga, a mejorarse.
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