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martes, septiembre 17, 2019

LOS AMANTES DEL...SILLÓN


   Foto de Internet.

La actual situación política en España, acosada por politicos avariciosos pero incapaces de encontrar la solución a nuestros problemas, me recuerda uno de los cuentos que leía en el colegio, hace sesenta años al menos: ¡Nada, no nada y ay,ay,ay!


   Había un rey poderoso que tenía una hija casadera de la que no quería separarse, y por tanto, ante la creciente demanda de matrimonio de los príncipes de los reinos contiguos, ideó una especie de oposiciones libres a las cuales cualquier noble o plebeyo podría presentarse. Reunió a l@s cortesan@s en la sala de audiencias del castillo y ordenó el siguiente bando:

  "Habiendo cumplido mi hija Alicia su mayoría de edad y atendiendo a la incesante demanda de su mano,

     Dispongo:

   Concederé en matrimonio a la princesa Alicia al hombre, sea cual sea su condición, que me traiga estos tres objetos: 1 Nada, 2 No nada, 3 ¡Ay,ay,ay!"


   Todos los presentes mostraron cara de asombro primero y de consternación después: el deseo del rey era irrealizable. Con el rostro serio y las almas compungidas, todos recogieron sus enseres y, acompañados de sus séquitos, regresaron a sus tierras.

Pasaron los meses y nadie acudía al castillo con las tres cosas exigidas por el rey.  Alicia permanecía encerrada en sus habitaciones, sin ganas de vivir, pues entre los príncipes había un joven que  había atrapado su corazón y soñaba con dormir en sus brazos.


   No muy lejos del castillo, Juan, un chaval de veinte años, cuidaba de su rebaño de ovejas y leía a duras penas un papel con las exigencias del rey, encontrado clavado en una estaca del cruce de caminos. El joven solo había visto a la princesa una vez, asomada a la ventanilla de  su carroza real, y desde entonces solo pensaba en ella. Veía en el papel la oportunidad de estar con ella, pues el documento decía claramente que sería entregada a “Cualquier hombre, sea cual sea su condición”, siempre que aportara los tres productos. 


   Un día, estando sentado a la orilla de un río, vio un trozo de madera flotando en el agua  pasar ante él, y exclamó: ¡Esa madera nada!


  Seguidamente lanzó una piedra, y esta se hundió en el agua:¡No nada!, exclamó el chico. Entonces guardó un trocito de madera y una piedra en su mochila:¡Ya tenía dos cosas! Ahora faltaba la tercera, la más difícil.


   Iba distraído, caminando entre los matojos con sus ovejas, cuando  unas matas de ortigas le rozaron las espinillas y gritó: ¡Ay, ay, ayy…!

   Mientras se frotaba y untaba  saliva en la zona inflamada, se percató de que había descubierto la tercera cosa exigida para contraer matrimonio con Alicia, su princesa: ¡Ay, ay, ay!

Y guardando las ovejas en su establo corrió hacia el castillo durante toda la noche. Al siguiente día exigió ver al rey para pedir la mano de la princesa.


  Los nobles y cortesanos se reían de él, y la sala de audiencias se llenó a tope. El rey, divertido al ver al joven despeinado y mal vestido que tenía ante él, le apremió:

Dime, chaval, ¿qué cosas me traes?

—Majestad, echad esta maderita en agua.

Y el rey la echó en la jarra que tenía para beber y miró al chico. Este le peguntó.

Nada, ¿verdad? Ahora, eche esta piedrecita en el agua.

El rey echó la piedra en la vasija.

¡No nada, majestad!

El monarca ya estaba escamado y la rabia lo abrazaba, pues no deseaba para su hija un pastorcillo andrajoso, sin estudios ni modales. Y mirando muy serio al joven le dijo:

—¡Muéstrame la tercera cosa o sal de esta sala!

Y el pastor sacó el ramo de ortigas y abofeteó con él al monarca.

—¡Ay,ay ay, ay! —gritaba el rey. Los guardias avanzaron, prestos con sus espadas.

—Esta es la tercera, majestad

   ¡Todos se quedaron impresionados, los requisitos se habían cumplido y el rey no tenía más remedio que cumplir su palabra!

   Enseguida los consejeros del rey y los pretendientes de la princesa protestaron: nunca jamás se había humillado tanto a la Nobleza como se humillaría ahora si el pastor se casaba con Alicia.   Y tomando la palabra un príncipe, alegó:

   —Majestad, no creo que la princesa sea feliz con este plebeyo, propongo  que me nombre apoderado de la princesa para observarla y, si no es feliz, pueda su majestad deshacer el matrimonio y concederme su mano. Si al cabo de un tiempo no demuestro que tan disparatada relación no funciona, me despoja de mis funciones y me despide.

   El jefe de la Casa Real, que ya estaba enojado por la situación creada por el monarca, respondió:  

   —Son patentes tu avaricia y deseos de ocupar el trono a cualquier precio; pero mi hija nunca ha mostrado interés hacia ti y no voy a ser yo quien la obligue a ser tu esposa. Ella es responsable de sus actos, sea feliz o infeliz. El pueblo bendecirá o destruirá esa relación en un futuro; hay que dejarle hablar.


NOTA ACLARATORIA:

 Cada lector puede entender un escrito o cuento de manera diferente; yo le doy esta interpretación:

El bando del rey significa el decreto de la convocatoria de elecciones para elegir presidente.
El sillón de presidente es la hija por la que luchan los  candidatos a poseerlo.
Los nobles cortesanos son  la casta de los partidos históricos
El pastor son los nuevos líderes a quienes llaman imprudentes e inexperimentados los barones de los partidos y banqueros.
Los tres requisitos, tan difíciles que parecen imposibles para alcanzar el poder, son las propuestas del pastor para formar un gobierno compartido, dado el voto diferenciado del pueblo.
Los que protestan porque el pastor acceda al Gobierno son los bancos y empresarios que financian a los partidos clásicos.
El jefe de la Casa Real es la Constitución Española, que desenmascara las pretensiones de los nobles y da la voz al pueblo







3 comentarios:

  1. Muy bueno, querido amigo. Nunca lo había visto y llega en un momento clave de la situación política. Gracias por compartirlo. Un beso

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  2. Anónimo8:35 p. m.

    Muchas gracias, amiga Lola. Un placer verte en mi jardín. Un beso grande, saludos a Paco.
    Juan Pan García

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  3. Muchas gracias, amiga Lola, un placer verte por mi jardín.Me alegra que te haya agradado. Besos mil. Abrazo a Paco y a tu familia.

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