lunes, abril 17, 2023

NOTICIAS DEL CORONAVIRUS

 

Foto del diario El Mundo


Cuando  Curro  Hernández fue a misa el domingo  y escuchó decir al cura que él se había vacunado por recomendación de Dios, que  vela por sus  representantes en la Tierra, lo aceptó en seguida.

 Ya podían decir misa los tertulianos del mundo televisivo, que él solo confiaba en el padre don Julián, el mismo que le había bautizado, dado la primera comunión y lo había unido en matrimonio con la Juana dos años antes.

Dios solo velaba por sus fieles y él no lo era, de ahí que cuando el jueves dio positivo en un test, comprendió que ese  era su castigo. Pero estaba equivocado, muy equivocado.

Los síntomas que apreciaba el día siguiente  no eran los mismos del corona virus que anunciaban los médicos en la radio y en Televisión Española: dolor de garganta, fiebre, malestar general, dificultad para respirar… Lo suyo era unos granos en el labio, la lengua llena de llagas, su verga inflamada  y dolor al orinar.

 ¡Joder! ¿De qué me han servido las mascarillas?— exclamó mientras llamaba al 112.

La voz de la empleada  parecía enojada al otro lado, ¡como si fuese ella la enferma y no yo.!

«¿Dónde ha estado?, ¿Con quién? ¿Ha llevado usted la mascarilla puesta? Tiene que quedarse confinado en su domicilio durante dos semanas. Un médico estará, en contacto con usted por teléfono y le irá dando instrucciones. Si empeora, tendremos que hospitalizarle.»

¡Y  hospitalizado estaba! 

«¡¿Pero qué he hecho yo  para merecer  tal castigo, Dios mío?! »,  pensaba mirando al techo blanco y esterilizado de la UCI, tendido en una cama con goteros pinchados en el brazo, un tubo grueso en la tráquea y una sonda en el pene, que manipulaba en ese instante una enfermera para extraer una muestra de los fluidos y analizarla.

Pensó en su mujer, encerrada en su casa sin poder salir ni a comprar. Ella no estaba tan grave como para hospitalizarla, fue él quien la contagió.

 Fue la voz de una periodista  dando las Noticias de la 3 en  una radio, colocada piadosamente en la sala por una enfermera para que no se hicieran tan largas las jornadas, las que respondió a sus preguntas.

 «Dos docenas de feligreses han sido víctimas del Covid 19 durante la celebración de la misa dominical. La Iglesia está precintada y los enfermos  confinados en sus domicilios. Así mismo, el  bar de alterne  El Paraíso ha sido cerrado por el mismo motivo, hallándose sus trabajadoras en la UCI del hospital de la ciudad ».

¡La Lola en la UCI!  La misma que satisfacía periódicamente todos sus deseos por muy retorcidos que fueran. Recordó que, siguiendo la normativa, mientas se consumía en el bar no hacía falta llevar la mascarilla. Y él no la llevaba puesta, ni siquiera llevaba una en el bolsillo.  Condones, tampoco. Y una reflexión se fue abriendo camino en su mente:

«Tal vez Dios perdone los errores cometidos; pero el coronavirus y la sífilis, no. »

 

 

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