En el pueblo la gente criticaba al nuevo alcalde porque el único policía municipal que había vestía un chándal en vez de uniforme. Llegaron incluso a manifestarse en la plaza del Ayuntamiento.
Los vecinos gritaban una frase en común:
“ Queremos un policía uniformado, pagamos los impuestos, ¿Adónde va nuestro dinero?”
El alcalde salió al balcón y el pueblo guardó silencio.
— ¡Qué pasa! —gritó el edil.
— Por qué el municipal va en chándal? — dijo una señora—. ¿Es que se ha gastado usted el dinero?
— A ustedes no hay quién los entienda — respondió el alcalde—. ¿No pedisteis un poli deportivo? ¡Pues ahí lo tenéis!
— No es solo eso. Señor alcalde — dijo otro vecino—. Queremos más seguridad, más policías; no se entiende que en este pueblo tan pequeño haya más muertes que en los demás. Aquí no somos asesinos.
— ¿Y qué culpa tengo yo de que aquí el juez siempre pida una reconstrucción realista del suceso? Los crímenes se cometen dos veces: primero, cuando matan a la persona y, segundo, en la reconstrucción del crimen. Así que hasta que no cambien el sistema judicial, no me molestéis más.
— ¿Y por qué no te presentas voluntario como víctima en las reconstrucciones?— Preguntó uno de la oposición.
— ¿Y por qué no te afeitas tú los cuernos, so cabrito, que cuando caminas te vas enganchando en los cables del alumbrado?
Entonces, la vecina que preguntó sobre el chándal se volvió a mirar a la gente y dijo:
—Qué vergüenza, aquí no se puede hablar seriamente, solo sabéis insultar. Parece que estemos en el Parlamento.
Y se fue.
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