Hoy celebramos la fiesta del 1º de Mayo, Día de los Trabajadores, y en las grandes ciudades se verán grandes manifestaciones lideradas por CC. OO. y la UGT, los sindicatos más "representativos" de la clase obrera.
¿Representativos? ¿A quiénes representan?
Esos sindicatos ya no son lo que eran, y sus lideres lo saben; los trabajadores también.Por eso hoy la inmensa mayoría de trabajadores buscará el campo o la playa y pasarán de ellos.
Veamos: antes del 14 de diciembre de 1988, día de la 1ª y única huelga general promovida por
Para lograr la afiliación, los sindicatos debían demostrar que trabajaban a favor de los trabajadores, exigiendo mejoras salariales, seguridad en los puestos de trabajo, luchando para eliminar los contratos basuras y contra la eventualidad en el empleo. Precisamente la huelga del 14 D fue a causa del decretazo del Felipismo contra los trabajadores, rescatando la figura de
¡Y ahora llegaban los que se disfrazaban de trabajadores llevando cazadora de pana y camisa abierta en los mítines a imponer de nuevo el prestamismo laboral!
De ahí surgieron los contratos llamados basura: contratos por horas, por días, por fines de semana… Y eso no lo podían aceptar los sindicatos si no querían desaparecer de la vida pública. Por eso Nicolás Redondo, el más honrado de los representantes de la clase obrera que ha parido madre, se enfrentó a sus propios compañeros y amigos del PSOE y les conminó a rectificar o paraba el país. Ésa fue la huelga general del 14 D, diez millones de trabajadores, el mismo número que habían obtenido en votos en las elecciones para alcanzar el Gobierno, fueron a la huelga y el Gobierno se sintió tocado.
¿Qué pasó luego?
“Si no puedes con tu enemigo, únete a él”. El Gobierno de Felipe Gonzalez incluyó en los presupuestos del Estado unas sumas enormes para pagar las nóminas y gastos de los sindicatos; les concedió los antiguos locales sindicales del sindicato vertical franquista, y la gestión del dinero para los cursos de formación profesional.
De este modo, de un plumazo, el Gobierno felipista convirtió a los molestos sindicatos en colaboradores del Gobierno, en parte del sistema político que mantiene a la clase trabajadora en las condiciones actuales. Ya no son necesarios los afiliados: los ingresos proceden del presupuesto nacional. Da lo mismo que los afiliados sean cien que ochenta, que se den de baja o no; el dinero les llueve por otros canales. Ahora no deben preocuparse por pagar alquileres ni gastos de luz ni de personal, incluso se permiten contratar personas para impartir cursos. Todo eso se paga con dinero público.Por eso ya no hay esas huelgas generales, por eso sigue la misma basura en los contratos, la eventualidad y la discriminación laboral. Ningún perro muerde la mano que le da de comer. Emulando el sistema castrista cubano, los Secretarios sindicales se pegan a sus sillones durante años (el de CC.OO de Jerez, lleva desde el comienzo de la democracia en el sillón).Lo controlan todo para permanecer en sus puestos. ¿Quién los elige?¿Quién los vota?
Frecuentemente, los Sindicatos firman acuerdos sin consultar con los trabajadores en huelga y entonces se ve la distancia que los separa, como en el caso de los funcionarios de Justicia, en que firmaron acuerdos que luego nadie aceptó.
Un modo más interesante y más útil de celebrar el 1º de Mayo es el del Colectivo Autónomo de Trabajadores, un sindicato con presencia activa en los astilleros de Navantia de Puerto Real. Los pasados días 28 y 29 de abril, con motivo de la celebración de esta fiesta obrera, organizó unas jornadas culturales.
El primer día fue exclusivamente cultural: un recital poético, una exposición de esculturas de madera y una presentación de libro.
La segunda jornada ofrecía una tertulia de gran importancia social, cuyos ponentes eran experimentados profesionales de la docencia en Institutos de Enseñanza Secundaria y escuelas de FP. El tema a debatir era
Muchos cursos de Formación, pero… ¿Qué pasa después?
Lo que sucede después, todos lo sabemos: los organizadores cobran por hacerlos y los estudiantes siguen en el paro porque nadie los necesita.Entre otras cosas, se dijo en el coloquio que no hay comunicación entre las empresas y los que imparten los cursos; se da el caso de que una empresa necesite delineantes y los cursos que se están dando sean de soldadura; que se busquen técnicos empresariales y se den cursos de idiomas, y así por el estilo.
Pero no importa, los sindicatos y los ayuntamientos que organizan los cursos cobran por cada alumno, y eso es lo que buscan. El alumno, que se las apañe luego.
También se habló de lo que supone el intrusismo en la enseñanza por parte de estos organizadores de cursos: perjudican gravemente a la sociedad, al sistema educativo y a los mismos trabajadores que intentan reciclarse.
Una escuela de Formación Profesional dispone de los medios más avanzados para impartir enseñanza: locales, profesorado, máquinas y materiales. Un alumno de esos centros sale después de tres años perfectamente preparado para desempeñar una labor profesional en su especialidad en cualquier empresa nacional o europea. No escatiman medios personales ni materiales.
En cambio, los intrusos en los cursos de formación, alquilan un local y contratan a un monitor por dos meses y en ese tiempo pretenden que el alumno aprenda una profesión.
Se mencionó en el debate una ciudad en donde imparten cursos de calderería y como no disponen de talleres ni de planchas de hierro ni máquinas para cortarla y plegarlas, hacen los ejercicios con láminas de papel.
No importa que luego no sepan por dónde comenzar y que el empresario los eche a los diez minutos de comprobar lo que saben: el intruso ha cobrado por cada alumno del curso.
Y así nos va. Luego se extrañan de que la juventud esté desencantada, que no quiera trabajar, que no quiera estudiar, que pase de todo.
De eso nadie hablará hoy en las manifestaciones, al contrario: pedirán más cursos de formación.
Las intervenciones de los ponentes me parecieron muy interesantes, muy sinceras y realistas. Solo falta que las autoridades competentes en la materia las escuchen y tengan en cuenta.
La iniciativa del CAT de celebrar estas jornadas me parece genial, mucho mejor que la otra de ir dando gritos por la calle un día al año y luego olvidarse del tema. Por que los problemas seguirán ahí mañana.
Más vale que en vez de salir rutinariamente cada año tras la pancarta en las ciudades, los sindicatos se preocupen de defender los intereses de los trabajadores, de exigir a las empresas que todos los que demuestren capacidad para realizar un trabajo sean bien recibidos y cobren un salario idéntico al que cobran los trabajadores fijos que realizan ese mismo trabajo, y no decirle a los nuevos que llegan procedentes de un centro universitario o de F.P que como no tienen experiencia cobrarán el salario mínimo interprofesional. Hacer eso, los desilusiona, les hace perder la fe en ellos mismos y en la sociedad. Hay que incentivarlos y demostrarles que son necesarios, que las empresas cuentan con ellos para crecer y permanecer activa.
En fin, un año más. ¡Viva el 1º de Mayo!