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La actual situación política en España, acosada por politicos avariciosos pero incapaces de encontrar la solución a nuestros problemas, me
recuerda uno de los cuentos que leía en el colegio, hace sesenta años al menos:
¡Nada, no nada y ay,ay,ay!
Había un rey poderoso que tenía
una hija casadera de la que no quería separarse, y por tanto, ante la creciente
demanda de matrimonio de los príncipes de los reinos contiguos, ideó una
especie de oposiciones libres a las cuales cualquier noble o plebeyo podría
presentarse. Reunió a l@s cortesan@s en la sala de audiencias del castillo y ordenó
el siguiente bando:
"Habiendo cumplido mi hija Alicia
su mayoría de edad y atendiendo a la incesante demanda de su mano,
Dispongo:
Concederé en matrimonio a la princesa Alicia al hombre, sea cual sea su condición, que me traiga
estos tres objetos: 1 Nada, 2 No nada, 3 ¡Ay,ay,ay!"
Todos los presentes mostraron
cara de asombro primero y de consternación después: el deseo del rey era
irrealizable. Con el rostro serio y las almas compungidas, todos recogieron sus
enseres y, acompañados de sus séquitos, regresaron a sus tierras.
Pasaron los meses y nadie acudía al
castillo con las tres cosas exigidas por el rey. Alicia permanecía encerrada en sus
habitaciones, sin ganas de vivir, pues entre los príncipes había un joven que había atrapado su corazón y soñaba con dormir
en sus brazos.
No muy lejos del castillo, Juan, un
chaval de veinte años, cuidaba de su rebaño de ovejas y leía a duras penas un
papel con las exigencias del rey, encontrado clavado en una estaca del cruce de
caminos. El joven solo había visto a la princesa una vez, asomada a la
ventanilla de su carroza real, y desde
entonces solo pensaba en ella. Veía en el papel la oportunidad de estar con
ella, pues el documento decía claramente que sería entregada a “Cualquier hombre,
sea cual sea su condición”, siempre que aportara los tres productos.
Un día, estando sentado a la
orilla de un río, vio un trozo de madera flotando en el agua pasar ante él,
y exclamó: ¡Esa madera nada!
Seguidamente lanzó una piedra, y
esta se hundió en el agua:¡No nada!, exclamó el chico. Entonces guardó un
trocito de madera y una piedra en su mochila:¡Ya tenía dos cosas! Ahora faltaba
la tercera, la más difícil.
Iba distraído, caminando entre
los matojos con sus ovejas, cuando unas
matas de ortigas le rozaron las espinillas y gritó: ¡Ay, ay, ayy…!
Mientras se frotaba y untaba saliva en la zona inflamada, se percató de que
había descubierto la tercera cosa exigida para contraer matrimonio con Alicia,
su princesa: ¡Ay, ay, ay!
Y guardando las ovejas en su establo
corrió hacia el castillo durante toda la noche. Al siguiente día exigió ver al
rey para pedir la mano de la princesa.
Los nobles y cortesanos se reían
de él, y la sala de audiencias se llenó a tope. El rey, divertido al ver al joven
despeinado y mal vestido que tenía ante él, le apremió:
—Dime,
chaval, ¿qué cosas me traes?
—Majestad,
echad esta maderita en agua.
Y el rey la echó en la jarra que tenía
para beber y miró al chico. Este le peguntó.
—Nada,
¿verdad? Ahora, eche esta piedrecita en el agua.
El rey echó la piedra en la vasija.
—¡No
nada, majestad!
El monarca ya estaba escamado y la
rabia lo abrazaba, pues no deseaba para su hija un pastorcillo andrajoso, sin
estudios ni modales. Y mirando muy serio al joven le dijo:
—¡Muéstrame la tercera cosa o sal de
esta sala!
Y el pastor sacó el ramo de ortigas y
abofeteó con él al monarca.
—¡Ay,ay ay, ay! —gritaba el rey. Los guardias avanzaron, prestos con sus espadas.
—Esta es la tercera, majestad
¡Todos se quedaron impresionados,
los requisitos se habían cumplido y el rey no tenía más remedio que cumplir su
palabra!
Enseguida los consejeros del rey
y los pretendientes de la princesa protestaron: nunca jamás se había humillado
tanto a la Nobleza como se humillaría ahora si el pastor se casaba con Alicia. Y
tomando la palabra un príncipe, alegó:
—Majestad,
no creo que la princesa sea feliz con este plebeyo, propongo que me nombre apoderado de la princesa para
observarla y, si no es feliz, pueda su majestad deshacer el matrimonio y concederme
su mano. Si al cabo de un tiempo no demuestro que tan disparatada relación no
funciona, me despoja de mis funciones y me despide.
El jefe de la Casa Real, que ya estaba enojado por la situación creada
por el monarca, respondió:
—Son patentes tu avaricia y deseos de ocupar el
trono a cualquier precio; pero mi hija nunca ha mostrado interés hacia ti y no voy a ser yo quien
la obligue a ser tu esposa. Ella es responsable de sus actos, sea feliz o
infeliz. El pueblo bendecirá o destruirá esa relación en un futuro; hay que
dejarle hablar.
NOTA ACLARATORIA:
Cada lector puede entender un escrito o cuento
de manera diferente; yo le doy esta interpretación:
El bando del rey significa el decreto de la convocatoria de elecciones para elegir presidente.
El sillón de presidente es la
hija por la que luchan los candidatos a poseerlo.
Los nobles cortesanos son la casta de los partidos históricos
El pastor son los nuevos líderes
a quienes llaman imprudentes e inexperimentados los barones de los partidos y banqueros.
Los tres requisitos, tan difíciles que parecen imposibles para alcanzar
el poder, son las propuestas del pastor para formar un gobierno compartido, dado
el voto diferenciado del pueblo.
Los que protestan porque el
pastor acceda al Gobierno son los bancos y empresarios que financian a los partidos clásicos.
El jefe de la Casa Real es la Constitución
Española, que desenmascara las pretensiones de los nobles y da la voz al pueblo