sábado, marzo 29, 2008

ASAMBLEA DE AGADER

Como cada año por estas fechas, ayer se celebró en la playa de La Barrosa, de Chiclana de la Frontera, la asamblea anual de AGADER, asociación formada por los emigrantes retornados de la provincia de Cádiz.

Un servicio de autocares, distribuidos por zonas, recogió a cada uno de los socios en sus respectivos pueblos. Los once invitados de El Puerto de Santa María salimos a las diez de la mañana, como previsto, y llegamos sobre las once al Restaurante Drogos, lugar de la asamblea.

Como aún era temprano, muchos nos fuimos a dar una vuelta por los alrededores para conocer el lugar y pasear por la playa, casi desierta en un día claro y luminoso, donde en un mar de aguas tranquilas se podía admirar a lo lejos la isla de Santi Petri con su castillo.




A las doce de la mañana, comenzó la reunión. Nos acomodamos alrededor de las mesas en las que daríamos cuenta del menú que nos habían preparado para después de la charla.


Durante la lectura del acta, fuimos conociendo datos importantes: supimos cuánto dinero habíamos gastado, cuánto fue el de los ingresos; recordamos los proyectos llevados a cabo en el año 2007, y guardamos un minuto de silencio por los socios que faltaban en la reunión. El número de socios actual es 1,330. Siete autocares fueron necesarios para traer desde sus distintos lugares de origen a los asistentes al acto. Muchos otros acudieron a pie o en sus propios vehículos.



La asesoría legal de la asociación nos informó de los cambios que se habían producido en la legislación de algunos de los países en los que habíamos trabajado y en qué nos afectaban en nuestros derechos a los que hoy cobramos una pensión de jubilación, viudedad o incapacidad.

Nos enteramos con sorpresa de que el Gobierno español también había cambiado una ley: Sólo se considerará emigrante retornado a los que hayan regresado a España en los dos últimos años.

Súbitamente, todos aquellos que durante años mantuvimos a nuestras familias y llenábamos las arcas del estado de divisas, colaborando así al éxito del llamado “Milagro español” de los años 60 -80, ya no somos considerados emigrantes, no existimos como tales para el Gobierno, y con ello perdemos todo derecho como asociación y como individuos.

El Gobierno quiere demostrar que España es un país acogedor y solidario, un país donde pueden venir los ciudadanos de países ricos del norte europeo a implantarse prótesis que el sistema de Seguridad Social de sus países no cubre y, por tanto, ellos deben de pagar.

Pero lo que no dice el Gobierno es que estas ayudas se detraen de otras partidas, las destinadas a los más débiles: en la calidad de la atención a los enfermos, los parados y los pensionistas.

Según he leído en la prensa y he visto en la televisión, los turistas del norte vienen aquí porque se les atiende gratis en la Seguridad Social, y se les implanta gratis lo que en sus países no cubre el seguro. Prótesis de cadera y otros, para los que los españoles debemos hacer cola durante años para ser atendidos, se les ponen rápidamente a los turistas extranjeros que llegan en viajes organizados y se van al cabo de las vacaciones con sus implantes relucientes.

Quieren demostrar solidaridad entregando también a las asociaciones de inmigrantes las ayudas que ahora niegan a las nuestras.

Ya no somos nada, no existimos. Atrás quedan los años en que España se moría de hambre y permitía la estampida de un millón de sus hijos al extranjero para mantener este país con sus remesas mensuales de divisas.

Durante años, se mostró agradecimiento a todos los emigrantes, se les alababa públicamente y se agradecía su aporte al enriquecimiento y desarrollo económico y social del país. Los emigrantes españoles contribuimos a los cambios democráticos en España, pues no en vano aprendimos de las culturas vigentes en los países que nos acogían, conociendo la diferencia entre la libertad y el sometimiento al Régimen, y cada cual lo expresaba públicamente cuando regresaba de vacaciones o para quedarse definitivamente.

También fue gracias a la experiencia en otros países de los emigrantes, que se pudo organizar a los sindicatos en muchas ciudades y pueblos. Durante años, ellos fueron la ventana en la que se asomaron al mundo los españoles que permanecían aquí atrapados sin libertades.

Y es ahora, con un Gobierno “del pueblo”, que se les niegan sus derechos como emigrantes, retirándoles las subvenciones a sus asociaciones para dárselas a la de los nuevos inmigrantes.

Y eso a pesar de que las asociaciones desarrollan una labor que debería hacer el Estado: preparar todos los documentos para solicitar las pensiones en los países donde se ha trabajado; exigir cada año a cada país los incrementos anuales correspondientes; reclamar los incumplimientos ante las autoridades e instituciones extranjeras. Hay países, como Brasil, Venezuela y otros del entorno que sólo responden a base de demandas judiciales a los derechos de los trabajadores españoles. Esa labor de defensa de nuestros derechos corresponde al Gobierno, y la están desarrollando las asociaciones de emigrantes. Si ahora les quitan las subvenciones, ¿cumplirá el Gobierno con la defensa de nuestros intereses?

Aún ahora contribuimos a crear riqueza, nos gastamos aquí el dinero que nos llega de otros países, ¿creen que no se notaría si medio millón de personas dejara de gastar sus pensiones aquí y regresaran a los países que las pagan?

Después de la lectura de las actas y someterlas a aprobación a mano alzada, dimos cuenta del excelente menú que nos habían preparado.

A las cinco de la tarde nos deleitó con su maravillosa voz una joven cantante y su compañero, el Dúo Perfiles, que unos escucharon embelesados sentaditos y otros bailando en el centro de la sala.



Yo salí con mi esposa a estirar las piernas y tomar café en una cafetería argentina de la playa, donde degustamos unas deliciosas tortitas importadas, y permanecimos sentados en una terraza ante el mar hasta las seis, la hora convenida con el conductor del autocar que nos llevaría de regreso a casa.


Fue un día muy bueno, lo pasamos estupendamente y conocimos a otras personas que como nosotros estuvieron durante muchos años en otros países.

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