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Mi barbero dice que nota mucho la crisis, que la gente se deja crecer el cabello más que antes, que algunos incluso se hacen trenzas siguiendo no sé qué moda.
Hace 27 años que me corta el pelo. Ahora trabaja solo, el año pasado trabajaba su hijo con él.
Cuando he entrado en el local le he dicho ¡Hola, Pepe!, ¿cómo va la cosa, detrás de quién voy?, y él me ha echado una mirada torva y ha contestado: “Estoy harto de trabajar para que la gente como tú viva de puta madre. Entras en un bar y lo ves siempre lleno de vividores que cobran de mis impuestos”, me dice. Le digo que yo también he trabajado y cotizado durante muchos años. “Pero menos que yo”, responde.
Pienso que he llegado en mal momento, que mi amigo puede que sufra de continencia sexual obligatoria y eso le pone nervioso y le impide dormir. Y lo paga con los clientes. ¡Con lo fácil y barato que sería para su parienta dejarle echar el polvete de los sábados al menos! Todos saldríamos ganando.
Pero no, parece ser que no: el pobre está amargado y compra mucha crema para las manos.
Y por ello se queja de todo y contra todos: los clientes, Hacienda, la Seguridad Social, Zapatero, los Sindicatos, la juventud, la madurez, y, sobre todo, los parados, los lisiados y los pensionistas. “¿Sabes lo que pago cada mes a la Seguridad Social?: 443 euros. ¿Cuántos cortes de pelo debo hacer cada mes para pagar mi cuota y que otros vivan a costa mía?”, me espeta mirándome a los ojos con la cara roja y la boca desfigurada por una mueca.
Yo dejo pasar mi turno dos veces -no sea que el artista me corte con la tijera sin querer mientras gesticula con las manos cagándose en todo-, y me dedico a leer el periódico y mirar las páginas de la revista Interviú que muestran esa clase de bombones que no engordan ni suben el azúcar en la sangre.
Sentados frente a mí, dos ancianos charlan animadamente. A juzgar por lo que dicen, no se han enterado de nada:
–Ayer te vi en calzonas caminando hacia Valdelagrana, ¿Fuiste a bañarte en la playa?
– No, fui a la playa a darme un baño.
–Ah, pues yo, al verte así vestido me dije: éste va a bañarse a Valdelagrana.
–Pues no, que fui a darme un baño…
Me pregunto adónde van a parar las cotizaciones del barbero, que no llegan, ni en tiempos de bonanza, a solucionar los problemas auditivos de los ancianos que lo necesitan.
Al terminar con el segundo cliente que he dejado pasar mi barbero ya parece estar más calmado. Me invita a sentarme en el sillón, y para cortar el hielo que se respira en el ambiente (todos nos habíamos quedado mudos), le digo que para estar todo el día en pie debería usar un calzado de seguridad, una clase de zapatos diferente de la que lleva. Le digo que esos mismos náuticos que lleva puesto los usaba yo antes, y me salieron espolones en los pies que me obligan a usar plantillas ortopédicas. Y me responde:
– ¿Malos unos zapatos italianos hechos a mano en pura piel que me han costado 180 euros? ¡Si tú los hubieras usado no te habrían salidos los espolones!
–Pues más valía que te los comprases más baratos en Carrefour y mantuvieras a tu hijo en su puesto de trabajo –respondí, algo molesto.
– ¿Mi hijo? Mi hijo vive mejor que tú y que yo: se ha montado una barbería en una barriada nueva que tiene mil viviendas y se ha llevado la clientela joven que venía aquí; tiene un chalet con piscina junto al mío, y se ha comprado un coche de tres kilos…
–Y de qué te quejas entonces, so cabrón –le dije yo–. Yo me he llevado toda la vida con la casa a cuestas como los caracoles, buscando trabajo donde lo hubiera, y no he conseguido comprarme un chalet ni comprarle una vivienda a mis hijos, ni salir de mi piso.
– ¡Qué sabes tú lo que es trabajar! Estar aquí como un esclavo de lunes a sábado 12 horas, aguantando la gente, asentir en sus conversaciones, respirar sus olores…
Yo me callo y observo el elegante salón: está climatizado y adornado de lienzos pintados al óleo, que un amigo pintor expone allí para venderlos. Hay un par de jardineras conteniendo bonitas plantas verdes, naturales, colocadas ante un gran espejo que crea la sensación de doblar el tamaño del local... Y de pronto pienso en mis antiguos compañeros de trabajo, que permanecen aún activos en los astilleros y en la planta OFFSHORE de Dragados construyendo plataformas petrolíferas, realizando trabajos de soldadura a pleno sol con treinta y cinco a cuarenta grados en el ambiente, vestidos con chaquetas de cuero y guantes de protección y obligados a permanecer tumbados o sentados sobre cartones o planchas de madera sobre las piezas a soldar que previamente han sido calentadas a temperaturas de 300º Cº; obligados a trabajar en turnos de doce horas bajo la mirada sádica de varios encargados que, apostados a unos metros, los azuzan para que no tengan un segundo de descanso..., y siento un calor violento removerse en mis entrañas que me obliga a decirle al barbero:
Amigo, tú estás en el mundo para que haya de todo.
Hace 27 años que me corta el pelo. Ahora trabaja solo, el año pasado trabajaba su hijo con él.
Cuando he entrado en el local le he dicho ¡Hola, Pepe!, ¿cómo va la cosa, detrás de quién voy?, y él me ha echado una mirada torva y ha contestado: “Estoy harto de trabajar para que la gente como tú viva de puta madre. Entras en un bar y lo ves siempre lleno de vividores que cobran de mis impuestos”, me dice. Le digo que yo también he trabajado y cotizado durante muchos años. “Pero menos que yo”, responde.
Pienso que he llegado en mal momento, que mi amigo puede que sufra de continencia sexual obligatoria y eso le pone nervioso y le impide dormir. Y lo paga con los clientes. ¡Con lo fácil y barato que sería para su parienta dejarle echar el polvete de los sábados al menos! Todos saldríamos ganando.
Pero no, parece ser que no: el pobre está amargado y compra mucha crema para las manos.
Y por ello se queja de todo y contra todos: los clientes, Hacienda, la Seguridad Social, Zapatero, los Sindicatos, la juventud, la madurez, y, sobre todo, los parados, los lisiados y los pensionistas. “¿Sabes lo que pago cada mes a la Seguridad Social?: 443 euros. ¿Cuántos cortes de pelo debo hacer cada mes para pagar mi cuota y que otros vivan a costa mía?”, me espeta mirándome a los ojos con la cara roja y la boca desfigurada por una mueca.
Yo dejo pasar mi turno dos veces -no sea que el artista me corte con la tijera sin querer mientras gesticula con las manos cagándose en todo-, y me dedico a leer el periódico y mirar las páginas de la revista Interviú que muestran esa clase de bombones que no engordan ni suben el azúcar en la sangre.
Sentados frente a mí, dos ancianos charlan animadamente. A juzgar por lo que dicen, no se han enterado de nada:
–Ayer te vi en calzonas caminando hacia Valdelagrana, ¿Fuiste a bañarte en la playa?
– No, fui a la playa a darme un baño.
–Ah, pues yo, al verte así vestido me dije: éste va a bañarse a Valdelagrana.
–Pues no, que fui a darme un baño…
Me pregunto adónde van a parar las cotizaciones del barbero, que no llegan, ni en tiempos de bonanza, a solucionar los problemas auditivos de los ancianos que lo necesitan.
Al terminar con el segundo cliente que he dejado pasar mi barbero ya parece estar más calmado. Me invita a sentarme en el sillón, y para cortar el hielo que se respira en el ambiente (todos nos habíamos quedado mudos), le digo que para estar todo el día en pie debería usar un calzado de seguridad, una clase de zapatos diferente de la que lleva. Le digo que esos mismos náuticos que lleva puesto los usaba yo antes, y me salieron espolones en los pies que me obligan a usar plantillas ortopédicas. Y me responde:
– ¿Malos unos zapatos italianos hechos a mano en pura piel que me han costado 180 euros? ¡Si tú los hubieras usado no te habrían salidos los espolones!
–Pues más valía que te los comprases más baratos en Carrefour y mantuvieras a tu hijo en su puesto de trabajo –respondí, algo molesto.
– ¿Mi hijo? Mi hijo vive mejor que tú y que yo: se ha montado una barbería en una barriada nueva que tiene mil viviendas y se ha llevado la clientela joven que venía aquí; tiene un chalet con piscina junto al mío, y se ha comprado un coche de tres kilos…
–Y de qué te quejas entonces, so cabrón –le dije yo–. Yo me he llevado toda la vida con la casa a cuestas como los caracoles, buscando trabajo donde lo hubiera, y no he conseguido comprarme un chalet ni comprarle una vivienda a mis hijos, ni salir de mi piso.
– ¡Qué sabes tú lo que es trabajar! Estar aquí como un esclavo de lunes a sábado 12 horas, aguantando la gente, asentir en sus conversaciones, respirar sus olores…
Yo me callo y observo el elegante salón: está climatizado y adornado de lienzos pintados al óleo, que un amigo pintor expone allí para venderlos. Hay un par de jardineras conteniendo bonitas plantas verdes, naturales, colocadas ante un gran espejo que crea la sensación de doblar el tamaño del local... Y de pronto pienso en mis antiguos compañeros de trabajo, que permanecen aún activos en los astilleros y en la planta OFFSHORE de Dragados construyendo plataformas petrolíferas, realizando trabajos de soldadura a pleno sol con treinta y cinco a cuarenta grados en el ambiente, vestidos con chaquetas de cuero y guantes de protección y obligados a permanecer tumbados o sentados sobre cartones o planchas de madera sobre las piezas a soldar que previamente han sido calentadas a temperaturas de 300º Cº; obligados a trabajar en turnos de doce horas bajo la mirada sádica de varios encargados que, apostados a unos metros, los azuzan para que no tengan un segundo de descanso..., y siento un calor violento removerse en mis entrañas que me obliga a decirle al barbero:
Amigo, tú estás en el mundo para que haya de todo.
Lo primero... ¡FELICIDADES JUAN! jeje! Espero que hayas disfrutado la noche más corta del año. Yo, como siempre, me he bebido una queimada a la salud de todos los que aprecio, incluidos los que no conozco...
ResponderEliminarCuriosa historia. Todos nos quejamos de algo, supongo que hasta el Rey tendrá sus quejas. Y todos tenemos derecho a quejarnos con más o menos razones, al fin y al cabo simpre buscamos que nuestra vida sea lo mejor posible, ¿no?
El amigo del barbero que expone sus cuadros... ¿No será uno que tambien se dedica a escribir? jejeje!
Besines!!
¡Muchas gracias, Lamas! ¡Qué alegría me da que te hayas acordado de que es mi día! Eres la primera en felicitarme hoy, y eso se agradece.
ResponderEliminarAnoche hubo fiesta en la plaza que hay delante de mi casa y quemaron cosas viejas, hubo orquesta y bar hasta las tres de la madrugada.No sé cómo ponerlo en video para que lo veáis, pues lo grabé en el movil.
El que expone sus cuadros no soy yo, sino un paisano mío del mismo pueblo, Algar, que se me adelantó en la idea y no quise estropearle el negocio poniendo los míos.
(Entre nosotros: los míos som mejores)
Un beso fuerte y feliz día.
Juan:
ResponderEliminarHoy es tu Día y por traición se supone que por la tarde ha de caer un tremendo aguacero que para que te cuento, felicidades por tu día y que sea uno mas de muchos por venir,
de las quejas, creo que todos siempre pensamos que los demás están mejor que nosotros como dicen el pasto de el vecino siempre es mas verde que el nuestro.
como siempre un placer leerte.
un abrazo mario
Hola, Mario, gracias por tu felicitación.
ResponderEliminarDesde luego que sí sería una traición, más que una tradición, el que se pusiera a llover esta tarde que voy a celebrar mi día con mi mujer.
Oye, Mario, esa frase del pasto del vecino no la conocía, es muy buena. Gracias por todo. Un abrazo.
Feliz, feliz en tu díaaaaa....
ResponderEliminarPa que luego digas q no me acuerdo :-)
Felicidades, Juanito, besos
¡¡¡¡GRACIAS, ANA!!!
ResponderEliminarSi yo sé que te acuerdas de mí y de todos tus amigos, pero ya no me escribes. ¡Y eso duele.....!!!
Estoy esperando que tu novio se decida a escribir sobre los Escorpios, que todos los días entro a mirar y no hay nada nuevo.
Un beso muy fuerte, y gracias por todo
Hola, Juán, y felicidades. Te escribo durante el descanso del partido de España, y mi humor es similar al de tu barbero.
ResponderEliminarLLegaste en mal momento, hombre. Yo, en esos casos, opto por abandonar el local, no vaya a ser que, entre maldiciones y exabruptos, me arranque una oreja mientras me perfila la patilla.
La crisis nos obliga a mirarnos el ombligo más que nunca, sin pensar en los demás.
Bueno, me voy, que comienza el partido y estoy, navaja en mano, insultando hasta al del bombo.
Un abrazo.
P.S.- Por cierto, te dejé un comentario en la entrada del poema. Como dije, precioso.
Hola, amigo g,r,l. Yo también miraba el fútbol y estoy como el barbero.
ResponderEliminarCreo que en España los jugadores están sobrevalorados. No se justifica que un equipo cuyos jugadores cobren un millóncito de pesetas cada amanecer no sean capaces de ganarle a un país cuyo deporte nacional es el beisbol, y donde sólo hace una docena de años que juegan al fútbol.
Si no fuesemos tan fanáticos, comprenderíamos que si llegamos siempre a las semifinales no es porque seamos los mejores, no, sino porque nos tocan siempre equipos de trecera categoría:Iraq, Sudáfrica, uunpaís ruso y EE.UU.
¿Qué hubiera pasado si en el primer encuentro nos hubiera tocado Ingñaterra, Italia o Alemania? ¿Hubiesemos llegado a la semifinal?
Te dejo pensando,a migo. Gracais por tu visita y voy a ver qué me dices en el otro tema
Saludos.
Juan, muchas felicidades.
ResponderEliminarNo soy yo mucho de santos, pero este no pasa desapercibido, jeje.
El relato, muy bueno, el dialogo de los abuelos me ha encantado, y el barbero, como siga asi se queda sin clientes, y entonces si tendrá de qué quejarse.
besos.
Hola, Lola. Muchas gracias por la felicitación.
ResponderEliminarNo, este no pasa desapercibido: delante de mi edificio hay una plaza donde hicieron una hoguera y quemaron unos trastos, lanzaron cohetes y hubo actuaciones musicales, como la del cantante local Kiko, del programa "Se llama Copla" de canal Sur televisión, que nos mantuvo en pie hasta las tres de la madrugada. Y aquí no era fiesta el día siguiente, o sea: lo siento por los que debían de trabajar.
Me alegro mucho de que te haya gustado el relato. El barbero no es que tuviese un mal día, es así de quejica siempre, le llamamos "la llorona".
Un beso.
Genial la respuesta al barbero... Muy buena la historia. Te felicito.
ResponderEliminarDe esta historia sacamos algo, que a cada uno le duelen sus muelas. ¡Cuántas penas derramadas por este mundo! Si mi madre me hubiese visto en donde he tenido que trabajar... o cuando tuve que largarme a trabajar lejos y dejé a mi Víctor, recién nacido, atrás. O a mi Cristina... Dile al barbero que si tan mal le parece que se venga a trabajar conmigo a recoger papas, un pequeño dato, en menos de un mes he perdido cuatro quilos. Menudo método de adelgazamiento...
ResponderEliminarAunque en algo le doy la razón, prefiero el trabajo que tengo a aguantar olores de nadie. También le doy la razón al autónomo, no se le da la importancia real que tiene.
Lo dicho que cada perro se...
En primer lugar felicitarte aunque sea un poco tarde.
ResponderEliminarDecirte que te sigo, me encanta el sentido del humor y la sensibilidad que desprendes en cada letra.
Es un placer leerte, nos aproxima a ese mundo de lo cotidiano impregnado de buen hacer.
Un abrazo.
Josefín
¡Gracias Salavador! Un abrazo.
ResponderEliminar"Dile al barbero que si tan mal le parece que se venga a trabajar conmigo a recoger papas, un pequeño dato, en menos de un mes he perdido cuatro quilos. Menudo método de adelgazamiento..."
ResponderEliminarSí, Manuel, a coger papas o al fondo de una mina, o a trabajar colgado en un rascacielos limpiando cristales de oficina en enero a 5 grados bajo cero.
"También le doy la razón al autónomo, no se le da la importancia real que tiene.
Lo dicho que cada perro se..."
Estoy de acuerdo en que el autónomo está mal considerado y marginado en cuanto a beneficios sociales, pero ese es otro tema, nada le debemos los jubilados, que si cobramos es porque hemos cotizado. Pregúntale a alguien que no haya cotizado si tiene derecho a pensión.
Tú y yo tenemos que pagarnos los gastos de viaje y de comida y las letras del coche que utilizamos; ellos lo pueden desgrabar todo, hasta las copas que se beben.
Y mira el resultado:mi barbero con su trabajo ha comprado un chalet con parcela verde y piscina; yo, con treinta y cinco años trabajados, un piso.
Claro, que todos nos quejamos y queremos más.¿Recuerdas la canción?
"todos queremos más, todos queremos más, todos queremos más y más y más...."
Un abarzo.
Hola, Josefin: Muchas gracias por tu felicitación, nunca es tarde para demostrar la amistad, y el hecho de que te hayas acordado de mí en ese día me incluye entre tus amigos.
ResponderEliminarGracias también por leerme continuadamente, es un placer saber que te agradan mis humildes letras, en las que intento reflejar la vida que nos rodea.
Que tengas un feliz fin de semana, amigo.Un abrazo.
Supongo que no fuiste al barbero el día de tu santo (aprovecho para felicitarte, dado que andaba fuera de casa sin acceso a Internet) pues te habría aguado la fiesta con sus comentarios. Me has sacado más de una sonrisa con tu relato y me has recordado ese discurso tan manido de que los que trabajan le pagan la jubilación a los jubilados… Yo me propuse una vez poner en fila india mis años de trabajo y estudios y con 54 años había hecho el trabajo de un sujeto con 78. Trabajando y cotizando desde los 16 años, haciendo dos carreras universitarias y 16 años trabajando en dos sitios creo que dan derecho a no soportar comentarios improcedentes al respecto. Somos una generación muy singular, hemos hecho el tránsito social desde la miseria económica a la abundancia, pero a veces se pregunta uno si no lo habremos hecho también desde la abundancia de las ideas y valores a la miseria mental y el egoísmo…
ResponderEliminarUn abrazo y, como siempre, un gusto leerte
¡Gracias por la felicitación, Antonio!
ResponderEliminarSí, la gente que trabaja nos mira a los jubilados como si le debiésemos la vida, no piensan que al igual que ellos cotizan para tener el día de mañana una pensión, también nosotros cotizamos en nuestra vida laboral. Tampoco piensan que fue con los sacrificios de nuestra generación que se creó la Seguridad Social, pues la generación anterior a nosotros, la de nuestros padres,no cotizaban y por tanto no cobraban nada y no fue hasta el periodo 1959-60 cuando miles de ancianos pudieron acogerse pagando una cantidad única de 25 mil pesetas. Esa cantidad era una suma enorme en aquellos años en que los sueldos no llegaban a las tres mil pesetas mensuales, que no todos podían pagar, y por ello muchas personas no lograron ese derecho a una pensión, y conocieron una vejez triste, dependiente de la familia, aguantando genios y necesidades; otros sólo lograron la ayuda de Cáritas.
¡Y vienen ahora éstos, que se lo encuentran todo hecho a reprocharnos que nos mantienen!
A esta generación actual, acostumbrada a poner la mano, sin luchar por mejorar sus condiciones, y educada a vivir sin respeto hacia los demás en aras a un derecho a la Libertad que han convertido en libertinaje, donde no se acepta siquiera que un padre pueda corregir a sus hijos, les espera un futuro negro.
Tiempo al tiempo.
Un abrazo, amigo
Yo super atrasada ays pero mis felicitaciones de corazón Juan querido...ah y no te dejes trenzas eh? o si?
ResponderEliminarjajaja
mil besitos de agua
merchy
No temas, Mertxy, no tengo trenzas.
ResponderEliminarGracias por pasar, nunca es tarde para saludar a un amigo. Mil besos del Sur.