
El barco había salido una semana antes en malas condiciones de seguridad, como demuestra el hecho de que en medio del Estrecho se le averió el motor principal y hubo de ser remolcado hasta Ceuta para repararla.
Doce marineros viajaban en ese barco y sólo regresaron tres: dos vivos y uno muerto. El resto se dio por desaparecido.

En El Puerto se rumoreaba que los marineros del buque francés, ante el peligro que representaba enfrentarse a unas olas de casi diez metros de altura, decidieron echarles una red por la borda en vez de rescatarlos con lanchas salvavidas, y que a causa de la fuerza de las olas la mayoría murió estrellándose contra el casco mientras subían por la red.
Como ocurre casi siempre, las autoridades y la prensa ocultaron información, por que ¿cómo se puede decir que "antes de salir, el barco había pasado satisfactoriamente todas las inspecciones" y al cabo de dos días el barco se fue a la deriva y hubo de ser remolcado hasta Ceuta para arreglar una avería?
El año siguiente, el mismo día en que se cumplía el primer aniversario del hundimiento, escribí un artículo recordando los hechos y, con la ayuda de un compañero que puso la música, grabé el siguiente poema para ellos. Llevé el cassette de la grabación y el escrito a la emisora de Ser- El Puerto y aunque lo aceptaron y prometieron emitirlo, luego no lo hicieron. Los compañeros del Sindicato del Mar de CC-OO me dijeron: “ Mejor que no hables de eso, no remuevas la mierda”
Marinero portuense
que te echas a la mar
arriesgando tu vida
para ganarte el pan.
¿Cuántas veces, marinero,
te lanzaste con valor
a ese mar grande y fiero
en ese viejo cascarón?
Silba el viento, fuerte.
La noche está oscura.
Olas grandes y negras
Nubes cargadas de lluvia.
El barco, gravemente herido
Gime y da vueltas. No hay luna.
No era ese tu mar, marinero,
No era aquél que te vio nacer.
Era un mar extraño y fiero.
Tú no pudiste con él.
¡SOS! La radio llama
¡El barco se hunde!
¡Lanzad las lanchas!
¿Las lanchas, patrón?
¡Pero si están rotas!
El capitán se alarma...
Y una voz que grita:
¡Hombre al agua!
Un buque, que pasaba,
por más señas, francés,
les prestó una ayuda rara:
¡En vez de lanchas,
les echó una red!
Con lágrimas en los ojos,
la carita asustada,
aferrado a la red,
rompían tu cuerpo las olas
¡Malditas, malditas olas!
contra aquel buque francés
Qué soledad tan grande
en medio de tantas olas.
Olas grandes y negras.
¡Malditas, malditas olas!
¡¿Qué hacen los del barco?!
¿Por qué no se asoman?
Ya no hay barco marinero,
sólo olas, ¡muchas olas!
Y tú sientes mucho frío,
mucho dolor y miedo.
Qué oscuridad más grande
va rodeando tu cuerpo.
Ya no te duelen los golpes,
te duelen tus pensamientos:
“Qué lejos estoy de los míos,
qué lejos estoy de El Puerto...
¿Cuánta gente allí en mi casa,
por mí estarán sufriendo?”
Marinero portuense
que te echaste a la mar,
ya no hay luz en tus ojos.
Ni sosiego en tu hogar.
Las campanas de la iglesia
están tocando a muerto
y aparecen paños negros
en los balcones de El Puerto.
Los naranjos de la calle Larga
arrojan sus flores al suelo,
porque el Puerto está de luto
y ellos se visten de duelo.
Ya ha tocado la campana
de la iglesia Prioral Mayor.
Se está llenando el templo,
y las calles de alrededor.
Allí acudíamos todos
con la misma devoción.
Señores con buenos trajes
y otros de menos valor.
Uniformes de todos colores:
blanco, azul, verde y marrón.
Mujeres había que lloraban
frente al altar mayor.
Era el adiós de un pueblo
unido por el dolor.
Adiós, marinero...
marinerito, hermano...
¡Adiós!
LA VIDA EN EL MAR