"CAMINANTE, NO HAY CAMINO. SE HACE CAMINO AL ANDAR"
Era ya viejo y su rostro mostraba los
arañazos que había sufrido a lo largo del camino. Cansado de buscar inútilmente la felicidad,
regresaba a su pueblo para acabar sus días en paz
Ha caminado mucho por la senda escarpada de la
vida en busca de experiencias que lo sacaran de la rutina.
Su lema siempre había sido "Vivir, que no
existir", y en consecuencia con ese principio un día, ya muy lejano, preparó
su maleta, sacó del banco sus ahorros, se montó en un autobús y se fue a vivir
su vida lejos de aquel pueblecito en el que todos le conocían y le observaban
especulando cuales serían sus siguientes pasos.
Y ahora, cual
hijo pródigo, retornaba al calor del hogar con la lección bien aprendida.
Sentado en una roca cubierta de musgo, admiraba desde la ladera de una colina el
horizonte color escarlata que arropaba al sol hundiéndose tras las montañas, proyectando sus últimos rayos sobre el pueblo cuyo campanario destacaba sobre el
conjunto de casas, cuyas aristas parecían ascuas encendidas.
¡Tanto deambular de un lado a otro para volver al
punto de partida!
Ha aprendido a diferenciar a los amigos
verdaderos de los que dan palmaditas tomando una copa cuando te necesitan y dan
la espalda cuando los vientos te son
desfavorables.
Ha aprendido que la gente invita a quienes pueden
corresponder y se aparta de quienes no alcanzan el mismo nivel.
Ha sentido la diferencia entre amar y fornicar,
entre ternura y fogosidad. Ha aprendido que es más fácil mantener la boca
abierta que el brazo alzado y que cuando éste cae al llegar al limite de sus
fuerzas el amor lo arropa con su manto de ternura, mientras que la voracidad de
una pasión insatisfecha conduce al reproche y al abandono.
Ha aprendido que en todas partes sucede lo mismo:
las personas luchan por destacar de las
masas acumulando bienes y riquezas materiales sin dudar en aplastar a cuantos
seres fueren necesarios para conseguirlo.
Ha aprendido que la mayoría de la gente te valora
por lo que tienes y no por quien eres, y
eso convierte el caminar por el
sendero de la vida en una dolorosa competición por alcanzar un puesto relevante
entre sus semejantes, privándose a veces de satisfacer las necesidades básicas familiares
para cubrir las apariencias.
Ha aprendido que es más sabroso un trozo de pan rodeado
de los tuyos en la intimidad del hogar que un menú a la carta en la frialdad y soledad de un
famoso restaurante.
Ha aprendido que todo lo que había buscado caminando por el
mundo durante años, lo ha tenido siempre ante sus ojos sin percibirlo en el
apartamento de 80 metros cuadrados
en el que vive su paciente y amorosa compañera.
El caminante se levantó de la roca y se dirigió
hacia el pueblo.¡Ojalá no fuera demasiado tarde para hallar la felicidad!
Aprender en muchos casos nos lleva toda una vida.
ResponderEliminarPero nunca es tarde cuando comprendemos que los amigos los llevamos en la mano, que no hay distancias y, que aquello que hemos buscado, siempre se encontró dentro de nosotros mismos.
Nunca es tarde.
Un beso.
Hay personas que huyen de su propia felicidad...en el mundo no existen paraísos...el único sentido verdadero de la vida es sentirse a gusto donde estés y con quién estés. Yo apenas he viajado y no me siento mal por ello, ya que en otro lugar seguiré siendo el mismo, y todos los lugares al fin y al cabo son lo mismo. Un abrazo, Juan
ResponderEliminarAl final conquistó la sabiduría.
ResponderEliminarHace tiempo que comprendía que la felicidad vive en las cosas sencillas.
Saludos.
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Saludos en la distancia.
La vida nos enseña con tropiezos, y de nosotros depende aprender la lección o quedarnos sin aprobar la materia.
ResponderEliminarun gusto leerte Mario
Quizá la felicidad sea seguir aprendiendo, querido Juan...
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