"
"Eres como un niño, tienes que madurar"—me dijo al abrirle mi corazón.
Y eché mano al Diccionario, no entendía que significaba madurar a mis años.
Nunca había necesitado el Diccionario tanto; sus palabras a
veces causaban mi quebranto: decían siempre lo contrario de lo que yo entendía.
MADURAR:
Crecer y desarrollarse una persona en relación con sus condicionantes hereditarios, el contexto social en el que vive y sus circunstancias personales. Crecer en edad y juicio.
Y qué tiene que ver eso con el amor que yo siento, que sólo de pensar en ella tiembla mi cuerpo, y siento galopar mi corazón en mi pecho...
Crecer y desarrollarse una persona en relación con sus condicionantes hereditarios, el contexto social en el que vive y sus circunstancias personales. Crecer en edad y juicio.
Y qué tiene que ver eso con el amor que yo siento, que sólo de pensar en ella tiembla mi cuerpo, y siento galopar mi corazón en mi pecho...
¡Ojalá y lo fuera!
Un niño lleno de vida con un futuro por delante, incierto pero posible, lleno de sueños. ¿Y qué malo tiene ser un niño? No es sinónimo de inocencia, de pureza y lealtad? ¿No es requisito imprescindible para ir al Cielo? " En verdad os digo que todo el que no se comporte como un niño no entrará en el Reino de los cielos"
Madurar... Crecer en edad y juicio.
¿Crecer todavía más en edad? La edad es inversamente proporcional al juicio; no se razona igual a los 30 años que a los ochenta. Ni se tiene la misma vitalidad: a los treinta se va adquiriendo, a los ochenta se va perdiendo.
Soy un niño porque inocentemente todavía creo en el amor puro y limpio, sin letra pequeña.
Cuando yo era niño solía coger a mi amiga de la mano y salíamos corriendo por el prado detrás de las mariposas, cogía flores para ella, que luego ella ponía en un florero; besarla en las ardientes mejillas, mirarla a los ojos, darle un abrazo y prometerle un mundo, el mundo de los mayores...
A veces nos quedábamos extasiados mirando la belleza de la noche inquietos ante la majestad del astro, el uno junto al otro, agarrados de la mano... ¡Qué cosas!
Pero ahora veo que ese mundo es una mierda. El mundo de los mayores no siente: calcula, piensa, decide en consecuencia. Es cruel con los que son como niños, esos que en el siglo XXI todavía creen en los sueños.
El niño que había en mí, desangrado su corazón, ha muerto pronunciando su nombre.
No deberíamos haber crecido jamás.
ResponderEliminarTodo ha ido a peor.
Saludos.
Pues creo que tienes razón, Toro; pero como en otras tantas cosas, eso no depende de nosotros. Saludos
ResponderEliminar