Silencio, todo el mundo duerme en el barrio. Son las tres y
cuarenta de la madrugada y estoy aquí, frente al teclado de mi ordenador, observando
la plaza, donde justamente ahora se escucha el canto de un búho. Hay
algunos en los pinos de la bodega de Osborne, justo al lado.
No sé qué escribir, tu imagen ocupa mi pensamiento, es ella
precisamente la que me mantenía despierto en la cama, la que me mantendrá
mañana pendiente del reloj contando las horas que quedan para verte y con
suerte darte un beso en cada mejilla, aspirando el olor a ti, ese que desprende
tu cálida y fina piel sin maquillaje y sin perfumes. La piel de un bebé, mi bebé.
Hace poco que te conozco y ya formas parte de mi vida. Has
entrado en ella impetuosamente, echando a un lado los muebles que ocupaban mi mente e instalando
los tuyos, decorando ese espacio creativo y soñador a tu gusto. Ahora sólo tú
vives en mí. Yo vivo pendiente de ti, pensando qué estarás haciendo, en quién
piensas, quién es el afortunado que llena tu vida, cuáles son tus proyectos...
Porque tú y yo tenemos la vida organizada desde antes de
conocernos: amistades, familia, proyectos... Somos dos amigos
simplemente. Eso es lo que debo de tener presente.
El problema, amiga mía, es que soy muy sensible ante tu bondad, simpatía
y belleza. No puedo resistir la llamada de mis sentidos y la fuerza con que mi
corazón te ha abierto su puerta para que anides en él.
Pero tranquila, sabré comportarme. Guardaré mis sentimientos
en el armario de la sensatez y seré para ti el amigo leal, el más sincero y
servicial. De eso trata la amistad, ¿no?
Aunque te lleve ya en la sangre de mis venas circulando por todo mi ser y
llenando de vida cada célula de mi cuerpo.
bella foto Juan e interesante historia.
ResponderEliminarun gusto leerte Mario
Muchas gracias, amigo Mario. Me alegro que te guste. Un abrazo
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