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jueves, octubre 23, 2014

MI AMIGA LUISA





Observo que mis amig@s creen que todo lo que escribo, sea poema o narrativa, me sucede a mí realmente. Si el poema es triste, es que yo estoy triste; si el tema es de amor es que estoy enamorado, etc, etc. 
Y no es eso, simplemente escribo lo que me inspira la vida, lo que veo o escucho o lo que sueño. 
Prueba de ello es el siguiente relato, que espero no crean que el protagonista soy yo, porque vamos, sería como para taparse la cara y compartir cama con Rajoy. 

MI AMIGA LUISA 

Mi amiga Luisa es una mujer guapa, inteligente y cariñosa, con quien comparto piso.

Cuando la conocí pasaba yo por momentos de inanición, dolores y depresión. La mujer que más amaba en el mundo me había abandonado tras cinco años de convivencia porque se había enamorado de un joven al que yo no le gustaba nada de nada. Ni un pelo. De nada sirvió que mi amiga le jurara que yo era solo un amigo, tan inofensivo como incondicional, en quien confiaba plenamente. Pero el novio no tragaba. Desde que vio la película de Alfredo Landa, No desearás al vecino del 5º , desconfiaba de los amigos. 
Aunque fuesen gays. Confieso (Y que el cardenal Rouco me perdone) que soy bisexual, me gustan tanto las tías como los tíos. 

"Él o yo", le dijo el novio. Y con todo el dolor del mundo —eso me dijo mi amiga mientras me daba un beso en la frente—, me echó a la calle.

Anduve diez o doce días perdido en las calles, durmiendo en portales y plazas, sin comer otra cosa que lo que encontraba en las basuras, hasta que Luisa me vio y me ayudó a reponerme: me llevó al medico de pago, compró los medicamentos que me recetó y, finalmente, me dejó un sitio para dormir en su casa.

A veces, cuando está sola viendo la televisión, me llama y me deja sentarme a su lado. Entonces ella me abraza y yo aprovecho y la beso en la cara, cosa que al principio no le gustaba, pero ya se deja hacer. Y cuando hace frío me deja dormir en su cama, a su lado pero encima de las mantas. Dormimos abrazados. 

Pero desde el pasado fin de semana, la noto algo excitada, muy cambiada. No deja de hablar por teléfono con un tal Miguel, con quien al parecer había pasado el puente del Pilar, y se muestra muy tierna y cariñosa. Eso de "Estoy deseando verte y estrecharte otra vez en mis brazos" encendió todas mis alarmas. "Dios mío, que no vuelva a pasar", supliqué en mis adentros. 

Y no corto ni perezoso decidí adelantarme y poner claras las cosas. Estando ella hablando con Miguel por teléfono le di un manotazo y el aparato se fue rodando por el suelo. Me quedé mirándola fijo a los ojos, esperando su reacción y viéndome ya en la calle.

Pero ella se lo tomó en broma y me dijo riendo: 

— ¿Estás celoso? ¡Pobrecito mío! ¡Pero si yo te quiero mucho! Verás cuando venga Miguel y te presente a su amiga como  ya no te importo nada. 

Efectivamente: cuando se presentó Miguel acompañado de Linda, yo salté sobre ella, y después de lamerla un poco intenté montarla. Miguel no se opuso, "Está operada", le dijo a mi amiga para tranquilizarla, y yo, agradecido, me puse en pie a dos patas y le di un beso en la boca. 

— ¡Tomy, no seas malo! — Gritó mi amiga. 

Y Miguel se reía mientras me acariciaba.


CC by-nc-nd -
juan pang



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