Eso dicen.
La verdad es que a veces nos pone en situaciones en que no
encontramos la salida. Un hombre maduro y casado vive su vida tranquila y
rutinariamente: leer, salir a dar un paseo con el perro, tomarse un vinito con
los amigos y volver a casa a ver la tele con su compañera.
De noche se acuestan,
están unos momentos hablando, se dan un par de besos y luego se dan la espalda para
dormir. Periódicamente, una vez por semana o por quincena, por meses o cuando
cobran una extra, satisfacen sus necesidades sexuales. No hay pasión, es
rutina, casi obligación de cumplir.
Más de pronto un día en el trabajo, o paseando el perro, en
la tienda o caminando por la playa encuentra a una mujer que lo deslumbra, su
magnetismo le atrapa y hace palpitar su corazón.
Ya no será el mismo hombre.
Su vida cobra fuerza, renacen sus sentimientos y florecen
sus sentidos. No piensa en otra cosa que en
volverla a ver, no vive ni duerme si no es pensando en ella. Hace lo
imposible por encontrarse con ella. Se
presenta la ocasión, hablan, toman café juntos y en breve tiempo nace la amistad entre ellos. Los besos en las mejillas del saludo se tornan
embriagadores, aspira el olor de su piel, siente el calor y suavidad de su
rostro... Y cada día que pasa la desea más.
Siente que el tren de la felicidad está pasando por delante y le ofrece vida, la
vida apasionada de sus años mozos. De pronto cobra especial importancia su
figura, su atuendo, sus arrugas, su vientre... Y hará ejercicios, deporte;
comprará la clase de ropa que compran sus hijos... Hará cualquier cosa para
conquistarla. Y lo consigue. Ella se muestra receptiva, amable y cariñosa. Los
dos están a punto de entregarse la una al otro.
¿Y ahora qué?
¿Qué hace con su esposa e hijos, con quienes ha vivido
durante tantos años?
¿Qué hace ella con los suyos?
¿Tirarán por la borda tantos años de cariño, sacrificios y
alegrías por tener una aventura amorosa?
Porque el deseo es muy fuerte y una vez que se empieza no se
puede parar, los encuentros furtivos se repetirán hasta que el cónyuge se dé
cuenta de que algo pasa. Y entonces viene lo peor: el escándalo, la separación
o divorcio. La ruina, diría yo, pues sólo los millonarios pueden permitirse los
gastos y consecuencias de un divorcio.
¿Qué hacer entonces? ¿Dejar pasar el tren que le da nueva vida
a tu ser?
¿Dejar ir a una persona que amas apasionadamente, sabiendo que te arrepentirás siempre y dejará huellas indelebles en tu corazón para siempre?
¿Dejar ir a una persona que amas apasionadamente, sabiendo que te arrepentirás siempre y dejará huellas indelebles en tu corazón para siempre?
¿Continuar con una existencia rutinaria y sin metas hasta
que nos llegue la hora del viaje sin retorno? ¿Vivir el presente sabiendo que es lo que nos
vamos a llevar?
A ver, que alguien me
explique qué se puede aprender de esa experiencia. Pero que sea una respuesta
realista y humanista, no acepto doctrinas religiosas, moralistas o éticas que
no cumplen ni los que las enseñan. Que sea un razonamiento desde el corazón.
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