domingo, enero 06, 2019

CUANDO ESPAÑA DESPIERTE



… De pronto me salían  planes  a montones, las compañeras se mostraban muy efusivas y me invitaban a  salir con ellas a cenar y terminar la velada en un hotel. Yo me preguntaba a qué se debía tan repentino cambio, pero sin dejar de aprovechar las oportunidades que me ofrecían. Llegué  a tener cuatro amantes. La cosa duró hasta que sufrí otro desvanecimiento en mi puesto de trabajo. Me llevaron a la enfermería y el médico, que estaba al corriente de todo lo que sucedía en la empresa, me concedió una semana de baja y me recetó unos medicamentos y otra botella de Quintonine,  un licor reconstituyente parecido a la Quina San Clemente.

 Monette me explicó que las mujeres eran difíciles de entender. Cuando se enteraban de que una compañera de trabajo tenía un romance con algún empleado de la fábrica, intentaban quitarle el novio. Unas lo hacían para demostrarse a sí mismas que si ellas quisieran lo tendrían a sus pies. Otras, porque sentían celos, o para provocarlos. Aun otras, habitualmente  recatadas, al ver que mujeres  casadas y maduras se beneficiaban sin pudor a un chico de veinte años, se animaban a disfrutar ellas también de la infidelidad. El caso es que, una vez satisfechas, se colocaban su máscara de esposas fieles y tornaban a la normalidad. Me sentía utilizado como un pañuelo, pero yo disfrutaba también. ¡Que me quiten lo vivido!

 Pero mis penalidades no habían hecho más que empezar. Yo ignoraba que una de ellas, Desirée, secretaria del jefe de planta, era también su amante y que ambos habían discutido. Un día me invitó a pasar el fin de semana  con ella en su casa de la Porte   de Saint Cloud, junto al estadio Parque de los Príncipes…

 

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