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lunes, diciembre 15, 2025

RECUERDOS DE MI ÉPOCA DE MONAGUILLO


 

     Aquel día se presentaba muy duro para el joven muchacho, recién ordenado sacerdote, que sustituía al viejo párroco del pueblo. Hacía solo dos días que había  llegado y el sacristán, un anciano que había sobrevivido a dos sacerdotes. Le había acompañado en todo momento para tomar posesión de la iglesia y de  la casa donde viviría. Una gran expectación había levantado la noticia de sus llegada. Sobre todo entre las beatas que acudían diariamente a los oficios de la parroquia, y esa Nochebuena, la iglesia estaba llena hasta la puerta, para oír la primera misa del joven.

       ¡Qué guapo es!— decían unas.  

       ¡Y jovencito!— Respondían otras.

       Mientras tanto, el cura, temblando desde los pies a la cabeza, recordaba mentalmente las instrucciones del señor Braulio,  sacristán, para evitar errores comunes a causa de los nervios.

 "Cuando subas al púlpito, coges la cuerda que he dejado sobre la barandilla. Esta baja por un orificio hasta abajo, donde yo estaré atento a lo que digas, y te la atas a cualquier parte del cuerpo, y cuando digas algo que no se ajusta  a la realidad, yo tiraré de la cuerda y tú rectificas. ¿De acuerdo?”

   Y él había aceptado, ¡qué remedio!

   Cuando subió para hacer el sermón navideño, se ató la cuerda a la mano; pero se veía mucho. Se desabrochó la sotana por la parte de en medio( y se ató el extremo de la cuerda a sus partes intimas. La barandilla ocultaba todo. Y comenzó el discurso:

        — Queridos hermanos, hace tres mil años... — notó un tirón que le hizo saltar las lágrimas— hace dos mil veinticinco años, nació Jesús en un portal de Belén, y acudieron dos mil pastores — otro tirón de cuerda— bueno, quizá no fueron tantos pero un millar sí —Tironazo de nuevo— Y traían manadas de ovejas, cabras y vacas...

   Aquí el tirón de la cuerda le hizo tambalearse y harto de tanto suplicio exclamó, girándose frente publico en el borde de la escalerilla:

       — Bueno ¡y qué cojones importa si fueron dos mil o diez pastores! El caso es que el niño no nació solo ni pasó hambre, pues los pastores le ofrecieron quesos , chorizo y compartieron con él y sus padres la bota de vino— En este momento la cuerda se estiró tanto que sacó de su refugio el paquete más apreciado del joven.

       ¡Oh, santo Dios!— Exclamaron las mujeres de las diez primeras filas.

       — ¡Joder, vaya con el chico! !— gritaron los hombres— De misa no sabrá mucho; pero que bien dotado está.  Este tendrá éxito en el pueblo: los creyentes aumentarán.

El cura, no habiéndose dado cuenta del “accidente”, daba la bendición a los asistentes y terminaba diciendo:

       — Podéis ir en paz. Feliz Navidad.

    © Juan Pan García 15/12/ 2025.

 

 

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