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martes, diciembre 11, 2012

UN EMIGRANTE ESPAÑOL EN SUDÁFRICA

SUDÁFRICA

Hace 32 años....

 Los primeros días de diciembre de 1980 los pasé inmerso en un mar de dudas, ansiedad y, al mismo tiempo, de  esperanza. La situación laboral en España iba de mal en peor, el  paro llegaba al medio millón de afiliados a la Seguridad Social y el futuro no presagiaba nada bueno. El panorama político era peor: los grupos fascistas civiles y militares no aceptaban la Democracia y desde el nacimiento de ésta se escucharon ruidos de sables y se cometieron asesinatos, como el de los abogados de atocha.

 Yo era un desempleado más, y llevaba 6 meses en mi casa. Había trabajado para Iberdrola en la construcción de la Central Nuclear de Cofrentes y  estaba a la espera de que la empresa me llamase para trabajar en otra central; pero la ETA estaba impidiendo que entrara en funcionamiento la Central de Lemonix a base de sabotajes y asesinatos de obreros (La central nuclear de Lemonix se inició en 1972 y era la primera de un ambicioso proyecto nuclear vasco que incluía cuatro centrales: Lemonix, Deva, Tudela e Ispaster), las compañías eléctricas y el Gobierno no se ponían de acuerdo en si debían de continuar con el Plan Energético Nacional o postergarlo, y las empresas constructoras se vieron obligadas a despedir al personal.

Fue entonces que apareció en Madrid un ingeniero de PREA, una empresa inglesa que buscaba personal altamente cualificado para construir una planta petroquímica en Sudáfrica. El sueldo era alto: 3 millones anuales de pesetas de las de entonces (180, 000 euros), incentivos aparte, y todos los gatos de viaje, manutención y alojamiento pagados, incluido un viaje a España cada seis meses. Cada seis meses recibíamos una gratificación extra de 300 mil pesetas (1800 euros) por cumplimiento de contrato. La oferta era tentadora, y como mi anterior  empresa  no  daba señales de vida, me decidí a ir.

Previamente debía aprobar un examen teórico práctico para demostrar mi capacitación

Para ello debía acudir al Instituto Politécnico «Virgen de la Paloma», en Madrid. Una vez realizado satisfactoriamente el examen, el Lloyds Register me entregó un certificado de homologación internacional que me declaraba apto para realizar el trabajo para el que se me contrataba. Luego hube de sacar el pasaporte y un visado en la Embajada de Sudáfrica. Fue después del Día de Reyes de 1981 que, finalmente, acudí a la oficina de la empresa inglesa en la calle Padre Damián, detrás del estadio Santiago Bernabeu, para firmar el contrato y recoger el billete de avión. Conmigo viajarían 60 trabajadores más.

Yo no había subido nunca en avión y al hacerlo aquel día frío, 9 de enero de 1981, sentí un poco de ansiedad. Me senté junto a un matrimonio portugués que a los pocos minutos me dijo residía en Johannesburgo, tras haber abandonado sus propiedades en Malawi acuciado por los fusiles de unos niños-soldados.

Salimos  a las seis de la tarde, ya estaba oscuro. A las siete nos trajeron la cena; luego proyectaron la película de Xanadú y al poco aterrizamos en Kinsasa para repostar. Para entonces ya me había habituado al avión y paseaba por el pasillo para charlar con mis compañeros de empresa.

Estaba amaneciendo cuando llegamos a Johannesburgo. Pasamos en fila ante los guardias, y éstos nos dieron unos impresos para rellenar, nos revisaron nuestras maletas y requisaron todas las revistas tipo Interviú, porque  presentaban desnudos. Dos horas más tarde, rodábamos en autocar en dirección a Secunda, en la provincia de  Transvaal, en busca de la refinería Sasol.

Al llegar nos reunieron en un gran salón donde un español nos traducía  el mensaje del director del holding americano que dirigía los trabajos, y el discurso del oficial militar sudafricano, responsable de la Seguridad en la Refinería: Prohibido hablar con negros y mestizos si no era para ordenar alguna cosa; nada de confraternizar ni expresiones amistosas. Prohibido ir sin el documento de identidad con foto  muy visible colgado en el pecho. Debíamos firmar un documento exonerando de responsabilidad a la empresa cada vez que se abandonara la protección del  campamento para ir a visitar pueblos y ciudades.

Bajo penas de expulsión del país, estaba  prohibido expresar opiniones políticas contrarias al Apartheid; prohibidas las huelgas. Debíamos mentalizarnos de que  veníamos a trabajar, no a cambiar el mundo.

 Después del discurso, nos mostraron nuestros alojamientos en barracones de una sola planta alineados en una parcela ajardinada y con zonas deportivas: campo de futbito, cancha de baloncesto, piscina y tenis. Cada barracón tenía un pasillo central y a un lado una fila de diez  habitaciones dobles con aire acondicionado y calefacción, bastante confortables, y al otro, los cuartos comunes del baño, duchas y gimnasio. Frente a los barracones había unos pequeños chalecitos adosados para los jefes y técnicos. Me tocó un gallego de Orense por compañero de bungalow. Se nota que no había salido nunca de la familia, porque aquella misma noche se la pasó llorando y diciendo que quería regresar a España.

La primera sorpresa que tuve fue constatar que allí no oscurecía nunca: una antorcha de más de trescientos metros de altura, ubicada a un kilómetro dentro de los terrenos de la factoría,  lanzaba una llama enorme e iluminaba un radio de tres kms como si fuese de día, por lo que tuvimos que vivir siempre con la persiana echadas y las ventana cerradas para amortiguar el intenso olor a gasolina y gases quemados que inundaba el campamento. La luz de la antorcha podía verse de noche a sesenta kms del campamento.

A las cinco de la mañana daban el desayuno, y a las seis salían los camiones para llevarnos hasta el pie de obra, ubicado a cinco kms del campamento. Pero antes de entrar en la refinería, debíamos pasar un control militar.

La segunda sorpresa  fue el horario de comidas: a las cinco de la mañana servían una comida fuerte, lo que en España se come al medio día; a las doce se paraba el trabajo (una tradición inglesa sagrada: la hora del té) para tomar un aperitivo con un dulce y una fruta; y a las seis de la tarde comenzaban a servir la cena. Salíamos del comedor aún medio dormidos con una bolsa que conetnía una pieza de fruta, un dulce y una pequeña lata de conservas. Los ingleses se habían provisto de un termo y se llevaban su té para la jornada.

 Un español perspicaz, que había pedido la cuenta y se había quedado a vivir en un carromato con una mujer sudafricana, bellísima, abandonando a su familia en España, tuvo la feliz idea de ponerse a vender bocadillos  de tortillas de patatas a dos Rands a la puerta del campamento, y en un rato ganaba lo que nosotros en todo el día, pues a casi ninguno de nosotros agradaba la comida inglesa aunque fuese gratis (le echaban mermelada a la carne a la brasa, y la guarnición de guisantes tenía picante para exportar a todo un continente) y preferíamos comprar bocadillos de tortilla de patatas, de atún o chorizo.

El camión que nos conducía hasta el tajo avanzaba por una carretera gris de tierra apisonada mezclada con cemento y se detenía en la entrada de la refinería. Esta tenía el aspecto de un campo de concentración: Un puesto de guardia en el que una docena de militares apuntaban con sus armas al camión mientras un oficial se plantaba delante con el brazo alzado y gritando  de tal forma  que posiblemente mi familia lo oyera desde Valencia. Mientras el oficial pedía los permisos al conductor los soldados nos obligaban a saltar al suelo y a ponernos en fila para revisar nuestros documentos uno a uno.

No sé si era intencionadamente o casualidad, pero donde el camión se detenía siempre había un hoyo lleno de agua y al saltar nosotros nos poníamos empapados hasta las rodillas. Un encargado protestó un día y le llevaron a empujones adentro del cuartelillo y ya no lo volvimos a ver más.

Aquella noche hicimos una asamblea en el campamento y pedimos a la empresa información sobre el compañero y amenazamos con no volver a trabajar si no aparecía. Entonces nos dijeron que lo habían enviado a España por insultar a los soldados. Un compañero de Bilbao tomó la palabra y convenció a todos para no acudir a trabajar y regresar a España. La dirección de la empresa acudió muy preocupada por el cariz que estaban tomando las cosas, nos dijo que los soldados cumplían con su deber pues se había producido atentados terroristas en la refinería antes de nuestra llegada, y precisamente por eso el Gobierno había traído mano de obra especializada extranjera: no se fiaba de los nativos. También nos recordó el discurso que todos aceptamos a la llegada: No meterse en política; obedecer y ocuparse de realizar el trabajo para regresar a casa cuanto antes con el contrato ganado. Desde aquel día cambiaron el camión por unas furgonetas en las que íbamos sólo los españoles. Pero en el control, debíamos descender del vehículo para pasar revista.

Llegados al lugar de trabajo, nos quedábamos asombrados ante la cantidad de obras que se realizaban al mismo tiempo: una central termoeléctrica, la refinería, la planta de residuos químicos y una gruesa tubería que llevaba el combustible producido hasta los enormes depósitos en que lo guardaban y distribuían a todo el país. Se calculaba en veinticuatro mil personas las que trabajaban en el proyecto Sasol. Yo estaba con el grupo del gaseoducto principal.

Como no tenían petróleo y sufrían el bloqueo de los países democráticos, el Gobierno sudafricano estaba usando la tecnología alemana del tercer Reich: Extraer petróleo del carbón, un mineral que parecía inacabable en el país.

 El carbón salía de la boca de la mina por una cinta transportadora que se elevaba en el aire y lo dejaba caer en los depósitos de una central química, donde por medio del empleo del calor y condensación de gases hacia destilar el precioso líquido negro, que luego era refinado y conducido hasta las gasolineras distribuidas por todo el territorio. Como la producción no era suficiente para alimentar los vehículos de una nación en la que dos millones de blancos vivían en un paraíso rodeado de cuatro millones de negros, y todos aquéllos poseían motos y coches lujosos y maquinaria agrícola, se racionaba el carburante: los fines de semana no habrían las gasolineras.

Ante nuestros asombrados ojos se abría una extensa llanura que cubría la distancia   entre Johannesburgo y Secunda. A un lado y otro de la carretera  aparecían numerosas plantaciones de  ananás y grandes granjas de  vacas y avestruces. Cientos de cuadrillas de mujeres negras, con las cabezas cubiertas con pañuelos coloridos, se inclinaban sobre las matas  vigiladas por el capataz. Por la carretera nos cruzábamos con centenares de personas que se desplazaban corriendo por la cuneta. Una pequeña aldea había crecido en torno al campamento. En ella vivían los técnicos sudafricanos que trabajaban en la refinería antigua; los trabajadores autóctonos de la nueva sección que venían buscando trabajo procedentes de otras provincias,  se  traían sus caravanas y vivían en ellas apiñados en un camping cercano.



En los meses siguientes conocería una vida de lujos, injusticias sociales, crueldad, sometimiento, explotación y miedo que minarían mis creencias y la esperanza en el Hombre.

sábado, diciembre 08, 2012

¡MARAVILLOSO INTERNET!

El Internet es un medio maravilloso para adquirir información, publicar nuestros textos, para comunicarse, conocer gente y hacer amigos.

Ha sido gracias a Internet que en los dos últimos años  he podido asistir y participar en encuentros culturales organizados por grupos de internautas amantes de la poesía. También ha sido Internet quien ha hecho posible que conociera en persona a seres virtuales entrañables, cuya desbordante alegría, sinceridad y empatía han tejido una fuerte y estrecha amistad entre ambas familias. De esa manera he conocido a la familia Antonio Porras y Loli, a la de Nelo en Valencia, a Conchi y Pepe en El Gastor, a la de Xary Cano, y a la familia Esteban de Miguel y Mercedes Dueñas.

El pasado miércoles, Mercedes me dijo que iba a estar unos días desconectada de Internet porque se iba a pasar unos días a casa de su madre, en Andujar, para recoger los pomelos de su jardín. Añadió que si yo quería pomelos tenía que ir a ayudar a recogerlos y que luego nos invitaría a comer a un sitio muy bueno del centro de la ciudad.

Y le tomé la palabra.
Pero como soy muy considerado y responsable no quise abusar de mi presencia y me presenté en su casa al día siguiente a las dos de la tarde, cuando calculé que ya habían terminado de recoger los frutos del pomelo: ¡11 bolsas de 15 kilos cada una: 165 kilos de fruta de un solo árbol!





Y nos fuimos a comer a uno de los mejores sitios de Andujar: Cafetería Memphis, que se halla en la avenida 12 de agosto, nº 20.
En ningún lugar de Andalucía he comido el rabo de toro tan exquisito como lo preparan allí. Pero es que, además, pides una cerveza y la tapa que te ponen es tan grande, que si repites ya estás lleno.
Lo pasamos tan bien y nos gustó tanto lo que comimos, que luego volvimos a cenar y lo pasamos realmente bien con muchas risas, mucho brindis y mucha alegría.


 





Al día siguiente amaneció lloviendo y se truncó la visita a la ciudad; pero sí pude conocer una de las singularidades de Andujar: El Mercado de Abastos.
El Mercado de Abastos de Andujar, antigua plaza de toros, es circular y fue recientemente reformado. La sección central está dedicada a las flores y plantas, las cuales  mantienen todo su esplendor gracias a la luz que le proporciona la cúpula diáfana que ocupa el centro del edificio.









Pero al decir antes lo de singular me refería a la costumbre de almorzar en el mismo mercado. La gente compra lo que desea comer y se lo entrega al dueño del bar. Luego se sientan en una de las mesas y mientras esperan piden algo para beber: refrescos, bebidas alcohólicas, café o caldo de cocido. Varias mesas estaban ya ocupadas, pero encontramos una libre y nos sentamos.
Como hacía frío pedimos unas tazas de caldo de puchero, y a los pocos minutos comenzaron a llegar los platos que habíamos encargado: sardinas asadas, chuletas de cordero, morcillas y chorizos a la brasa.
 





Por el pasillo central pululaban vendedores de objetos y ropas, pero también indigentes que se acercaban a las mesas pidiendo. Incluso un hombre bien vestido y obeso, que miraba lo que comían en las mesas y  pedía que lo dejaran probarlo. Una y otra vez. En una y otra mesa. Se tragaba la morcilla entera y se iba a otra mesa a pedir algo. Era digno de fotografiar, pero por respeto no lo hice. Creo que estaba enfermo, y me temo que algún día caiga reventado en medio del Mercado.

 

 La virgen Santa Mercedes Dueñas.

Otra cosa que me dejó estupefacto es el arte que tienen algunos para vender. Siempre me han dicho que un buen representante es  capaz de venderle arena a un árabe en el desierto, pero el caso al que asistí en el Mercado de Andujar no se me olvidará:

Estábamos tranquilamente degustando las sardinas recien asadas cuando vemos acercarse a un hombre con los brazos abiertos y sonriendo. Miraba a Mercedes y decía:
"¡Qué alegría, mujer, encontrarte de nuevo, cuánto tiempo si verte!"
 Se fue hacia ella y le estampó un par de besos, reiterando la alegría que sentía de volver a verla mientras ella trataba de recordar cuándo fue la última vez que le compró a aquel hombre.
Al final el hombre consiguió venderle media docena de paquetes de calcetines, cada uno conteniendo media docena de pares. Y además, un café calentito.


Entre el vendedor que se ganaba honestamente y con arte la vida, y el gordo y tragón que nos quería quitar las costillitas de cordero asadas, nos parecíamos a San Francisco de Asís, que  atraía y llamaba hermanos hasta a los animalitos.
  También tuvimos el placer de conocer a la madre de Mercedes, la señora María Ballesteros, una encantadora octogenaria amante de la lectura (tiene las paredes del salón recubiertos de colecciones de libros del Círculo de Lectores) y cuyas delicadas manos crearon valiosas joyas de artesanía manejando magistralmente las agujas en labores de punto en cruz y de lana. Carmen y ella simpatizaron al instante y se intercambiaron consejos y muestras de punto de ganchillo.




Obras de arte realizadas en punto de cruz por María Ballesteros



En fin, que el Día de la Constitución de este año no lo recordaré  por lo que significa ese día: la Carta Magna no se ha revelado como lo que la inmensa mayoría de los españoles esperábamos de ella, ni garantiza los derechos que en ella se estipula. Al amparo de la Constitución, la clase política se ha comportado como lo que verdaderamente es: una jauría de vividores y corruptos que se ha enriquecido y cubierto sus espaldas con injustificables privilegios, mientras ha arruinado el futuro y las esperanzas de varias generaciones de jóvenes y ha extirpado los derechos adquiridos tras décadas de lucha de sus mayores.

 No, nada que ver con la Constitución. El día 6 de diciembre lo recordaré como uno de los encuentros entre amigos más felices de los últimos años. Y, además, me traje dos bolsas de pomelos. Me vienen de perlas, pues yo acostumbro a tomarme el zumo de uno cada mañana en ayunas: previenen muchas enfermedades, aportan mucha vitamina C y son buenos para adelgazar.





jueves, diciembre 06, 2012

VILLANCICOS DE EL PUERTO DE SANTA MARÍA

Se acercan las fiestas navideñas y como cada año, siguiendo la tradición, una intensa actividad se abre camino en la rutina de familias y grupos culturales: coros, zambombás, teatro, cenas de empresas y asociaciones y diversas  fiestas se celebran en la segunda quincena de diciembre.
Ayer,  como de costumbre, fui a dar una vuelta por el barrio, y a la hora del aperitivo entré en el Bar Andalucía y me encontré con Martín Delgado  y Antonio Estrada, dos vecinos y amigos que ensayaban unos villancicos que  entre ambos  habían creado.
El pasado año ya tuve la ocasión de grabarles y luego asistí en el salón de actos del IES Santo Domingo a una comedia que Martín acostumbra a presentar en El Puerto de Santa María durante las fiestas navideñas. Según me dijo ayer, este año repetirá la obra en otros dos centros.
Su villancico es diferentes a lo que acostumbramos a oír, quiere ser  único, genuinamente andalusí y centrado en El Puerto de Santa María.
En primicia para ustedes el ensayo de ayer:



Letra facilitada por los autores:


Si el niño hubiera nacido

 donde su madre quería

 pueblo que lleva su nombre

 Puerto de Santa María
 
Chun, chun, chun,dale que chun,

 zúmbale a la pandereta,

Chun, chun, chun,dale que chun

 zúmbale a la pandereta

Si el niño hubiera nacido

 en  la ermita santa clara

en  el barrio alto del Puerto

 los gitanos le cantaran

 
Chun, chun, chun,dale que chun,

 zúmbale a la pandereta,

Chun, chun, chun,dale que chun

 zúmbale a la pandereta

 
Si el niño hubiera nacido

en el barrio marinero

 todos los marineros

 tendrían barquitos nuevos

Chun, chun, chun,dale que chun,

 zúmbale a la pandereta,

Chun, chun, chun,dale que chun

Puerto que llevas por nombre
de la que es madre de Dios
Protégenos tú, Señora
de los Milagros y el Amor
Chun chun chun, dale que chun...

martes, diciembre 04, 2012

FELICIANA (Reposición)

FELICIANA COCA PEREZ, relato basado en hechos históricos. Ha ganado el 2º Premio en el Certamen Internacional de Relatos convocado en  2008 en El Gastor ( Cádiz), en el cual participaron 180 relatos procedentes de todas las comunidades de España e Iberoamérica.
Para ilustrar el texto, y sin que tengan relación alguna con esta historia, he pegado fotos de pinturas presentadas en una exposición organizada por el Exmo. Ayuntamiento de Villa del Río:
1º Villa del Río, de Blas Moyano. 2º y 3º Mujeres, de Manuel Luna Rosa



En Villa del Río (Córdoba), aquel día de abril del año 1866 amaneció soleado y con un cielo completamente azul. El aroma de azahares de los naranjos que adornaban sus calles flotaba en el aire fresco de la mañana y los rosales del jardín de la Casa Consistorial presentaban la fina capa del rocío caído durante la noche, provocando la admiración de la dama que descendió de la diligencia. En una sala del edificio se hallaban las hijas del Marqués de Benamejí y sus descendientes.

La lectura del testamento del Marqués estaba prevista para las diez en punto de la mañana. Aún faltaban unos minutos y sus familiares, nerviosos, se removían inquietos en sus asientos. De pronto el ujier abrió la puerta de la sala y anunció: “¡Doña Feliciana Coca Pérez!”

El murmullo de la sala cesó súbitamente y todos se volvieron hacia la puerta al oír el nombre de la dama. Luego se miraron unos a otros con la sorpresa dibujada en sus rostros. Uno de los presentes exclamó: “¡¿Pero cómo se atreve esa fulana a presentarse aquí?!”

En ese instante apareció Feliciana en el umbral de la espaciosa sala. A pesar de su aspecto enlutado y compungido, reconocieron que se conservaba hermosa. Sabían que en su juventud fue la mujer más bella de la comarca, y que vivía en Bujalance, un pueblo cercano, en cuyas fiestas el difunto Marqués la había conocido varios años antes, enamorándose en el acto de ella.

La familia intentó separarlos, usando todos los medios posibles. Pero fue en vano. Todos los presentes en la sala notarial sabían que un día, ya lejano, el Marqués Juan Bautista Bernuy reunió a sus hijos en el salón del palacio y le dijo a Francisco: “Hijo, no entiendo tu falta de respeto hacia el apellido que llevas, ni tu incapacidad de raciocinio, ni tu torpeza y ligereza al tomar decisiones. Me gustaría mucho que sentaras la cabeza y eligieses una mujer de nuestra clase; pero respeto tu deseo de permanecer soltero y disfrutar de la vida sin ataduras. Para satisfacer tu sed lujuriosa, existen en Córdoba y Sevilla casas de reconocida fama, donde bellísimas y selectas mujeres, educadas para conversar y dar alegre compañía, te darían la felicidad que buscas con dulzura y amabilidad, sin obligarte a nada.
En cambio, esa joven que frecuentas…, una plebeya que carece de la educación necesaria para vivir entre cortesanos; una inexperta, que a la primera entrega se quedará embarazada y te robará la libertad y la dignidad... Las noticias corren por los pueblos, alimentando los corrillos en las calles y establecimientos y ofreciendo una imagen tuya inaceptable para un Bernuy: la del rico heredero que sólo piensa en fornicar con sus siervas.
Te ordeno que te apartes de ella. El soltero más deseado por las ricas herederas de la nobleza, que revolotean en torno a él como abejas en un panal, no debe perder su dignidad con una sierva. Querido hijo: no sé si te das cuenta de que con tu actitud estás mancillando el buen nombre de la familia. Si no me haces caso y persistes en tu locura, tendrás que asumir las consecuencias". 
Aquel día el joven Francisco, quien por primera vez en su vida sentía las uñas del amor arañarle el corazón, bajó la cabeza y permaneció mudo ante la reprimenda. Pero no pudo sustraerse al embrujo de Feliciana y continuó visitándola. Poco a poco se fue distanciando de su familia y como los reproches, insultos y acusaciones continuaban se fue a vivir con su novia.

Feliciana era plebeya, y no estaban permitidas las relaciones entre éstas y los nobles, por eso, y a pesar de que durante los años que vivieron juntos fueron felices y ella le dio tres hijos, Francisco nunca quiso hablar de matrimonio, decisión que alababan sus hermanas pensando en que, finalmente, ellas heredarían el marquesado. A la muerte de sus padres, Don Francisco de Paula se convirtió en el 8º Marqués de Benamejí, pero ese título en nada cambió su relación con Feliciana hasta el día de su muerte, el 29 de marzo de aquel año 1866. Ése era el motivo por el que las hermanas y sobrinos del Marqués fueron citados allí para escuchar del Notario la repartición de sus bienes.
¡Y Feliciana entraba en la sala en ese instante!

Todos la observaban con desprecio, preguntándose quién la había llamado. ¿Para qué? ¿Qué pretendía? ¿Suplicar una limosna para ella y sus hijos? ¡De ninguna manera, esa ramera ya había hecho suficiente daño a la familia!
Una hermana del difunto Marqués miró a su esposo y movió negativamente la cabeza, no entendía el porqué de la presencia allí de la recién llegada. Dirigió una mirada despectiva hacia la dama que avanzaba por el pasillo central, y en su rostro apareció una mueca de repugnancia. Luego se giró hacia el frente y le dio la espalda.

Feliciana avanzó por el pasillo, decidida y con la cabeza alta, y se dirigió hacia la primera fila de las sillas situadas frente al ostentoso y labrado escritorio de caoba del Escribano General. Iba vestida toda de negro y cubría su cabeza con un finísimo velo que ocultaba la tristeza de sus grandes ojos verdes, enmarcados en profundas y azuladas manchas delatadoras del sufrimiento. Era alta y esbelta, su cintura estrecha y sus senos firmes, no muy grandes, lo justo para atraer todas las miradas. Se sentó en una silla en el lado derecho, apartada de los parientes del finado cuyas últimas voluntades serían conocidas en breves instantes.

Horas antes, un carruaje negro tirado por cuatro caballos de color azabache había ido a recogerla a su casa para llevarla a la reunión convocada en la Casa Consistorial por el Escribano General del Reino.



Al evocar el maravilloso encuentro que tuvo lugar unos años antes a pocos kilómetros de donde se hallaba ahora, unas lágrimas rodaron por sus mejillas.
Aquel día ella paseaba por la calle principal, que lucía engalanada con farolillos y guilnardas con motivo de la fiesta de la patrona. Estaba mirando los productos que ofrecían los feriantes cuando vio venir hacia ella a un caballo que se había puesto nervioso y no obedecía a las riendas de su amo. La gente gritaba, presagiando la tragedia. Al llegar frente a ella el corcel relinchó y levantó las patas delanteras, dejándolas caer pesadamente a un metro escaso de su cabeza. Ella, presa del pánico, se desvaneció. El jinete, que no era otro que el joven Don Francisco de Paula, desmontó rápidamente y acudió en su auxilio, intentando reanimarla y permaneciendo a su lado hasta que recobró la lucidez. Pasado el susto, se ofreció a acompañarla y la invitó a unos dulces para que olvidase el mal rato que por su culpa había pasado.
Aquel encuentro breve les supo a poco y concertaron otras citas. La admiración y deseo de estar juntos dio paso al amor, que surgió apasionado, fuerte y lleno de ternura.

Una tarde calurosa de verano se bañaron en las frescas aguas del Guadalquivir, acompañados por cientos de pececillos que, admirados ante la belleza y lozanía de sus cuerpos, mordían despacito y fugazmente sus carnes, como preludio de los besos y caricias que seguirían luego.
El sol descansaba sobre una colina y, curioso por ver lo que hacían los jóvenes, introducía sus finos rayos entre el follaje de los árboles. Unas nubes permanecían quietas allá arriba sobre el remanso, disfrutando del espectáculo que ofrecían los dos enamorados yaciendo abrazados sobre la hierba, hasta que, ruborizadas por la audacia de sus juegos amorosos, cambiaron sus tonos grises en anaranjados y rojos. Allí fue donde Feliciana, descubriendo nuevas y agradables sensaciones, se estremeció de gozo y dejó escapar un largo y hondo suspiro, que la transportó dulcemente en una nube de algodón hacia la nada...

A ese encuentro siguieron otros, cada vez más ansiados, más apasionados, más enamorados. Nada les detenía, nada les impedía entregarse con toda el alma. Ni las habladurías de la gente, que daban por hecho que el Marqués la abandonaría una vez saciado su ego, tal como había sucedido con otras mujeres anteriores a ésta. Ni las amenazas del Marqués, quien llegó a insinuar la posibilidad de desheredar al primogénito si éste no rectificaba; ni los intentos de soborno con que intentaron alejar a Feliciana del joven alocado Francisco de Paula.

Al quedarse embarazada, lejos de abandonarla, el joven enamorado decidió irse a vivir con ella, haciendo caso omiso de las habladurías de la gente y de su familia. Vivieron juntos muchos años y juntos vieron crecer a sus tres hijos.
Absorta en sus pensamientos, Feliciana no se había dado cuenta de que el Notario había iniciado la sesión y después de decir unas palabras preliminares, comenzó a leer el documento:

“Yo, Don francisco de Paula Bernuy y Aguayo, Marqués de Benamejí y Conde de Villa la Alta, en plenas facultades…”

Feliciana recordó la cruel enfermedad que se lo había arrebatado, destrozando su vida y envolviéndola con el manto de la soledad y del dolor. Recordó las horas pasadas a su lado en el lecho, intentando hacerle menos dolorosa la existencia, atenta al menor detalle, acariciándolo y abrazándolo para retener el calor que, inevitablemente, se le escapaba del cuerpo.

Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar lo sucedido en los últimos instantes de la vida de su amante:
La alcoba olía mal, se sentía la muerte. Ella intentaba paliar el hedor del aire viciado colocando ramos de rosas en la habitación. Un escribano, el médico y el sacerdote rodeaban la cama del enfermo. Era tal su gravedad que el cura inició el rito de la extremaunción, y fue en ese preciso momento cuando el moribundo dijo:
– No padre, eso aún no. Cásenos antes.
Ante la mirada perpleja del sacerdote, el Marqués insistió:
– Feliciana, mi amor, acércate y dame la mano. Y usted, padre, celebre el matrimonio sin dilación.
Poco después Feliciana y el Marqués pronunciaban el “Sí, quiero” y Francisco se abandonaba en los brazos de su amada.

“Lego mis bienes a mi esposa, doña Feliciana Coca Pérez, y a nuestro hijo, Juan de Dios Bernuy y Coca, el título de Marqués de Benamejí.
Y para que así conste y sea respetada mi voluntad, firmo la presente en la Villa del Río, el día…”

Al escuchar eso, Feliciana se desmayó. Cuando recobró el sentido, la familia del Marqués había abandonado la sala. El Escribano General le explicó que se habían ido muy enfadados, le preguntó si lo había entendido todo bien y ante la respuesta afirmativa dio por finalizado el acto.

La Marquesa se levantó de la silla y salió del salón sin vislumbrar aún todo el alcance de la nueva situación que se le ofrecía: ¡Sus hijos, al fin, dejaban de ser bastardos y ocupaban su lugar en la Historia!

Al salir a la calle, un grupo de guardias vestidos con uniforme de gala, que esperaban junto a la carroza para escoltarla, se puso firmes y le presentó armas. Mientras se acercaba a su nueva residencia, Feliciana recordó las palabras que un día le dijo su esposo: “Si muero antes que tú, seré tu Ángel de la Guarda."



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sábado, diciembre 01, 2012

SI CRISTO LEVANTARA LA CABEZA...


Hoy, sábado 1 de diciembre, amaneció soleado y mi mujer me propuso de ir hasta el centro urbano para dar un paseo, tal como  recomienda el médico a los que adoptan el colesterol o son socios del Club de los Diabéticos.

Hemos recorrido todo el casco histórico, deteniéndonos ante los diversos escaparates de las tiendas del centro, hemos comprado pescado, flores y algún que otro objeto; pero lo que más nos ha llamado la atención, acelerando los latidos de nuestros corazones, produciendo espasmos en el estómago y confusión en las mentes ha sido ver en el interior de la catedral, delante de un altar dedicado a una virgen,  una cesta de Navidad  que contenía un jamón, turrones y diversos regalos para rifar entre los compradores de papeletas.

Enseguida surgió de entre las profundidades de mi memoria la imagen de Jesús echando a latigazos a los mercaderes del templo de Jerusalén.


¿No les basta con las ayudas que recibe del Estado? Cada año, el pueblo español financia vía impuestos las actividades educativas, sociales, sanitarias y de culto de la Iglesia católica. El año 2010 fueron más de 6.000 millones de euros. A ello hay que añadirle los más de 200 millones que van a parar a las ONG católicas a través de la otra casilla del IRPF, y las exenciones que, pese a lo que dice la ley, aún mantiene la institución: no pagan el Impuesto de Bienes Inmuebles, como pagan todos los que poseen alguna vivienda o local, ni nadie controla los donativos que recibe de los particulares (el electricista de la catedral de  Compostela se había apoderado de 2 millones de euros procedentes de las limosnas). Las obras de conservación y restauración de edificios y obras de arte son sufragadas por el Ministerio de Cultura, lo cual no quita de que la Iglesia cobre entre 5 y 10 euros  por entrar a visitar sus catedrales y museos.

http://www.publico.es/espana/284410/mas-de-6-000-millones-de-euros-para-financiar-la-iglesia-catolica
A partir de ahora las visitas guiadas a la catedral portuense, llamada Iglesia Prioral Mayor, costará 2 euros
¡Y luego se quejan de que la gente se aleje cada vez más de la Religión!

 






sábado, noviembre 24, 2012

¿TIENES FUEGO?

Ayer por la noche, cuando venía de recogida, pasé por un callejón muy oscuro ubicado junto a la catedral, que imponía un gran respeto dado el elevado índice de paro y de pobres que malviven en el país.
Iba yo cavilando en si finalmente yo podría acudir a algún Encuentro Poético más, habida cuenta de que nos han subido el IVA
del papel higiénico y el de los clínex al 21%  y eso, teniendo en cuenta que el pasado invierno sufrí una neumonía y gasté 39 rollos de servilletas de papel para sonarme los mocos, ya que el clínex era muy chico y me llenaba las manos, y 46 rollos de papel higiénico, debido a los descontroles intestinales que me producían los medicamentos para curar la neumonía, es para pensárselo dos veces antes de comprometerse a viajar.
 Iba yo cavilando, decía antes de que ustedes me interrumpieran, pensando en voz baja que yo desvarío o soy gilipollas, cuando de pronto, de entre las sombras, escucho:
—¡Shissssss! ¿Tienes fuego?
Y yo me giro y veo a un tío en pelotas sentado, con el cigarrillo en la mano presto para arrimarlo al mechero y encenderlo.





 —¿Qué hace usted aquí en cueros, con el frío que hace ya a estas horas? le dije, con el corazón encogido y las tripas haciendo ruidos por el miedo
—Pues ya ves, que me han prohibido fumar dentro de la iglesia por ser un espacio público.

—¿Pero tú quién eres? —le respondí un poco más tranquilo, aprovechando que él me tuteaba
—¿Es que no lo ves? ¡El Cristo, coño!, el Hijo de Dios en persona. Uno que ya está harto de que abusen de mi buena voluntad. Ahora le han dado por los recortes. A mí también me recortan gastos. En vez que reducir viajes del Papa al extranjero, coches oficiales y recepciones me quitan la mula y el buey.
— Bueno, ¿ y qué vas a hacer sin mula?, le dije yo, muy interesado por saber cómo soluciona su problemas el Mesías.
—De momento tengo un camello que me provee de tabaco. Además, me van a entregar una choza para pasar las navidades; luego, no sé nada. Bueno, ¿me vas a dar fuego o qué?
—¡Coño con las prisas, si tienes toda la vida por delante! Dentro de unos días te paren de nuevo.¡Ojalá que yo pudiera renacer de vez en cuando. Por cierto: ¿Desde cuándo eres fumador? Yo creí que eras perfecto y no tenías vicios...
—¿Y qué quieres que haga? Llevo 20 siglos tragando humo de velas e inciensos. Tengo los pulmones más negros que el futuro de Udargarín.
—Pues para que veas lo que son las cosas: Tú, que eres el Señor, fumas y corrompes el aire; yo, que no soy creyente, no fumo por respeto a la vida que me han regalado y al planeta que me cobija.
—Pues de nada te va a servir. Antes mandaba yo y premiaba a la buena gente; pero ahora el FMI, la señora  Merkel, el Ministro de Sanidad y sus médicos deciden quiénes deben morir y quienes quedarse. Así que lo mejor es que vivas lo mejor que puedas, que eso es lo que te llevas.
—Bueno, pues concédeme ganar la Lotería este año, y así podré disfrutar de verdad
—¡Otro egoísta que sólo piensa en el dinero!
—¡Pues cómo no voy a pensar en el dinero, si hasta los condones que uso están remendados por que no me los puedo pagar con mi pensión! Egoísta dice el tío... !Anda, anda y cállate!
—¿No sabes ese que dice: es más difícil que un rico entre en el Cielo que un camello por el ojo de una aguja?
—Pues entonces nada, que te vaya bien. Adeu.


jueves, noviembre 22, 2012

ARGO, la película


El pasado sábado, mi hijo me llamó por teléfono desde Madrid y me dijo: «Acabo  de ver  la película "ARGO". No te la pierdas».


Y ayer  mi esposa y yo fuimos al cine a verla.


La película está basada en hechos reales considerados secretos de estado durante décadas y que salió a la luz  cuando los archivos fueron desclasificados. En ellos se muestra cómo la CIA organizó el rescate a vida o muerte de seis rehenes estadounidenses que se hallaban escondidos en la Embajada de Canadá en Teherán. Se estudiaron varias ideas y se eligió la menos creíble y la más difícil de realizar.


La verdad es que a medida que iba viendo la cinta mis recuerdos me trasladaban a los años setenta, cuando el Sha era portada habitual de las revistas europeas del corazón, como el Hola. Mientras en Irán actuaba como el verdadero y temido dictador que era, asesinando a los disidentes y a sus familias, incluso a madres amamantando a sus hijos, el Sha Reza Pahlevi aparecía como víctima del destino en todas las portadas de la prensa mundial. Casado con la reina Fawzia de Egipto, fue abandonado por ésta porque ella no se adaptaba a la vida de Persia. Más tarde se casó con Soraya, la princesa de los ojos tristes, llamada así porque fue repudiada por el Sha por ser estéril. Finalmente contrajo matrimonio con Farah Diva, quien le dio el heredero deseado.


 El declive de Reza Pahlevi comenzó cuando la revolución islámica de Irán (1979), dirigida por el ayatolá Jomeini. Éste consiguió su derrocamiento, y el ultimo Sha de Persia, Mohamed Reza Pahlevi,  tuvo que exiliarse acusado de crímenes contra la Humanidad y  apropiación de fondos públicos. En la película se dice que "Llevaba tantos lingotes de oro que el avión tenía dificultades para despegar"


  Sinopsis publicada:


 “Argo” nos relata cómo el 4 de noviembre de 1979, mientras la revolución iraní alcanzaba su punto álgido, algunos militantes irrumpieron en la embajada de Estados Unidos en Teherán y tomaron cincuenta y dos prisioneros estadounidenses. Sin embargo, en mitad del caos, seis de ellos logran escapar y encuentran refugio en casa del embajador canadiense. Sabiendo que es solo cuestión de tiempo que les encuentren y, muy probablemente, les maten, un especialista de la CIA en operaciones especiales llamado Tony Méndez urde un arriesgado plan para sacarlos del país. Un plan tan increíble que solo podría salir bien en una película.

La trama que presenta la película es  fascinante. Presenta un mundo  tan convulso y radical como el que estamos viviendo hoy en día. En la operación de rescate  se involucran no solamente las agencias secretas de EE.UU y Canadá sino también los grandes estudios cinematográficos de Hollywood. Una realidad que supera a la ficción, con magníficas fotografías, sobredosis de emoción y una bonita banda sonora. Os la recomiendo






sábado, noviembre 17, 2012

LAS MIGAS


Hoy voy a compartir una receta popular en Andalucía durante los llamados «Años del hambre», plato único en los hogares de los jornaleros de la Sierra de Cádiz, que al paso que vamos no tardará en volver a ponerse de moda. Actualmente se sirve en muchos restaurantes, pero añadiendo productos de los que carecíamos en los años 40: jamón, chorizo, panceta...  La receta original, la explico en mi novela.

Fragmento de mi novela  La pista del Lobo, página 128:




 «Estábamos sentados alrededor de la mesa camilla, cenando. Mi madre nos había preparado unas migas, el plato único en las casa de los jornaleros pobres. Se trataba de una receta sencilla y barata: en una sartén grande se vertía un vaso de aceite y se freían dos tomates con tres o cuatro ajos picados. Cuando el tomate estaba frito  se llenaba la sartén con migas de pan, se removía todo y se añadía el agua y la sal; luego se dejaba hervir hasta que se consumiera el agua totalmente. Resultaba así una masa  de miga de pan caliente, como si fuera puré, con sabor a ajo. Como no había segundo plato, solíamos rebañar la sartén con pan. Precisamente estábamos haciendo eso cuando oímos  en el porche el ruido de cascos de caballos. Nos quedamos callados, esperando. Poco después llamaron a la puerta».

Ayer mi mujer hubo de ausentarse durante toda la mañana y decidí hacer la comida. Quise sorprenderla preparándole unas migas a la antigua usanza, tal como las  hacía mi madre  pero añadiendo un poco de chorizo para que no me protestara. ¡Le encantó, se chupaba los dedos y me ha pedido que la haga de vez en cuando en los fríos días del invierno!
Ingredientes para dos personas:

Dos tomates

Medio pimiento verde, medio pimiento rojo.

Media cebolla

Una cabeza gruesa  de ajos

Aceite, sal

Un trozo de chorizo ahumado (50 a 100 gramos)

Media barra de pan duro ( 200gramos)


Se quita la piel del tomate y se corta en pequeños trozos, y se  pican los ajos, la cebolla y se corta el chorizo en trocitos pequeños.

Se pone una sartén grande y honda en el fuego. Se echa medio vaso de aceite.

Se  añaden los ajos , la cebolla, el pimiento y el chorizo y se hace un refrito.

Antes de que el ajo se pase y se ponga negro, añadir el tomate y un poco de sal (muy poca, ya que el pan y el chorizo contienen sal). Con un tenedor ir aplastando el tomate para que se triture, y removerlo todo

Dejar al fuego unos cinco minutos removiéndolo todo de vez en cuando.

Añadir el pan cortado en rodajas o desmenuzado. Remover todo y con la espumadera o el tenedor ir  cortando y desmenuzando el pan hasta formar una masa.



Echar una taza y media  de agua y dejar hervir hasta que se consuma. Dejar reposar un cuarto de hora y luego servir.

viernes, noviembre 16, 2012

A LA SOMBRA DEL OMBÚ, novela




Recomendado por mi esposa, a quien a su vez se lo recomendaron unas amigas, he leído el libro "A la sombra del ombú". Me ha gustado mucho.
Es la historia de un primer amor, un amor prohibido. Una historia romántica no aceptable  para la sociedad: el amor profundo entre dos primos hermanos, Sofía y Santiago.

En la  inmensidad de la Pampa argentina existe una hacienda,Santa Catalina, administrada por los descendientes del fundador en el siglo XVIII. Entre ellos viven dos primos hermanos, que se enamoran perdidamente el uno del otro.

Ambos se reúnen bajo las ramas de un frondoso ombú, un árbol mágico, al cual confían sus sueños. Encaramados en sus ramas, los enamorados cerrarán sus ojos y expresarán  un deseo. Ignoran lo que la vida les depara antes de que vuelvan a reunirse en aquel mismo sitio veinticuatro años más tarde. Porque con 17 años ella se queda embarazada y es enviada por sus padres a Suiza para abortar.
La vida de ambos será un infierno; la familia interceptará las cartas de ella, de manera que el chico ignora su paradero  y creerá  que su novia  le ha olvidado. Cada cual sigue su vida y forman una familia. Sofía regresará años más tarde; pero ...

Los capítulos finales aportan una sorpresa impactante en el lector, que devora con ansia las páginas  para saciar la curiosidad.
Una novela que hace reflexionar sobre las oportunidades perdidas y la sensatez o locura de aprovechar   segundas oportunidades. Sobre elegir entre las  apariencias y las buenas formas ante la sociedad y la felicidad  propia y la de los hijos. Un canto a la amistad sincera, al  amor verdadero y a la Naturaleza.


SINOPSIS PUBLICADA

Hija de un hacendado argentino y una católica irlandesa, Sofía jamás pensó en que habría un momento que tendría que abandonar los campos de Santa Catalina. O quizás, simplemente, ante tanta ilusión y belleza, nunca pudo imaginar que su fuerte carácter la llevaría a cometer los errores más grandes de su vida y que esos errores la alejarían para siempre de su tierra. Pero ahora Sofía ha vuelto y, con su regreso, el pasado parece cobrar vida. Pero ¿podrá ser hoy lo que no pudo ser tantos años atrás? Quizás sólo con ese viaje podrá Sofía recuperar la paz y cerrar el círculo de su existencia.