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jueves, octubre 13, 2005

EL AUTOBÚS DE LA MUERTE




Melilla, a media mañana. Una fila de autobuses espera en la frontera con España a que sean completamente llenados por los viajeros, unos seres de color negro que asoman sus cabezas por las ventanillas. Se ve el desaliento en sus caras tostadas; algunos, incluso lloran como niños, pidiendo justicia a los inclementes guardias que rodean los vehículos. Unas manos encadenadas asoman por una ventanilla y la imagen es fotografiada y da la vuelta al mundo: ¿son esclavos?, ¿ladrones?, ¿asesinos? ¿Qué crimen han cometido?
Son personas que huyen del hambre. Sólo eso.
Por eso han abandonado sus respectivos hogares y familias en países lejanos, a cientos, miles de kilómetros de Melilla, la llave de la puerta de entrada al Paraíso. Hasta llegar aquí, han debido de cruzar bosques y desiertos, llanos y montañas; se han aventurado en pateras asesinas, de las que han sido rescatados cuando navegaban a la deriva exhaustos, sedientos, delirantes por las fiebres, temblorosos por el frío. Y ahora están aquí, detrás de una valla que los separa del sueño de sus vidas: España, puerta de Europa. Se han encontrado con una valla imprevista, construida con premura y precipitación para contener la avalancha. Se les ha consentido construir escaleras de maderas y palos para alcanzar la cima y tirarse al otro lado asumiendo los golpes, arañazos y disparos de no se sabe qué policía o ejército. Y unos cuantos cientos de ellos lo han conseguido, ¡han entrado en el país y ya tienen derechos!
Los otros…ahí están, dentro de los autobuses de la muerte, o del infierno. Los llevan encadenados, esposados unos a otros hacia el Sur, al límite de Marruecos, al desierto cruel. Sin agua, sin alimentos… están condenados a morir solos, abandonados a un terrible sufrimiento físico y psíquico. Algunos de entre ellos tienen sus papeles en regla para obtener asilo político, huyen de los gobiernos dictatoriales que les han condenado por disidentes. Pero no se les piden los papeles, se les ha apresado y metido en el autobús sin oírles, sin dejar que expliquen sus problemas…
Y las imágenes terribles, interesadas, tomadas por la prensa afín al partido de la oposición de turno, han dado la vuelta al mundo, levantando los ánimos, enfrentando unas naciones con otras, unos ciudadanos contra otros. Los unos a favor del Gobierno, los otros pidiendo dimisiones. Y yo en medio.
Yo no quiero que vengan más inmigrantes a España, ya no caben. España es un país que comienza a levantar cabeza, aún está muy por detrás de los países fundadores de la Unión Europea. Comenzábamos a ver el final del túnel, tras largos años de penuria y oscurantismo cuando nos alcanzó la llamada “Globalización”, el libre comercio, el libre tránsito de capitales que permite que los empresarios abandonen sus países y se instalen en los que más beneficio les reportan, aún a riesgo de no respetar los derechos humanos, contratando a familias enteras para que trabajen a bajo costo en sus miserables viviendas para que produzcan artículos que luego se venderán con marcas carísimas en las tiendas más renombradas de las grandes ciudades.¿He dicho contratando? ¡Qué va!.. Ni siquiera eso. No hay contrato de por medio, se paga por pieza producida, sin derecho a descansos, vacaciones, jubilaciones, seguros médicos… ¡Nada de eso!
Por eso los empresarios españoles despiden a sus obreros y los sustituyen por inmigrantes; tienen menor coste, su beneficio es neto. Por eso yo estoy ya sin trabajo.
No, no quiero que vengan más inmigrantes a mi país, lo confieso, porque el futuro de mis hijos está en riesgo.
Sin embargo me rebelo ante esas manos encadenadas, ante esas miradas de súplica, ante el sufrimiento de esos SERES HUMANOS, que son transportados como animales en transportes superllenos como si fueran carne de matadero. ¿Pero, qué hacer, Dios mío, para solucionar esto?
Me pregunto por qué no se hace un seguimiento de adónde van las ayudas que los gobiernos de esos países que dejan morir de hambre a sus ciudadanos reciben de la Unión Europea y de los países que la componen ¿Cómo se permite que un reyezuelo gaste todo el dinero recibido en ayudas en beneficio propio y de su familia? ¿ Cómo se permite que un monarca se construya una mezquita valorada en varios miles de millones de dólares mientras sus súbditos se ven obligados para mantener a sus familias a exponer sus vidas saltando una valla llena de púas de alambre y custodiadas por gendarmes que no dudan en disparar a matar? ¿Por qué se le envían en ayudas millones de Euros al dictador Obiang, en Guinea, cuando se sabe que él se queda con todo y que lo utiliza para sofocar las protestas de los guineanos? ¿A cambio de qué se aceptan esas lacras? ¿Por recibir sus favores en las concesiones de sus recursos? En ese caso el dinero que se le envía no es una ayuda, es un soborno. ¿Por qué se permite que en nuestro siglo se continúe con tradiciones tales como la del reyezuelo que cada año se pesaba y recibía en oro la misma cantidad que marcaba la báscula? Me da asco ver cómo un reyezuelo de Dahomey (Benin) se dirigía a su pueblo usando un gran micrófono de oro macizo. Dahomey, por ejemplo, un país que fue francés y que mantiene su “protección" a cambio de ser el administrador de sus riquezas básicas. ¿No ocurre lo mismo en Mali, Ghana, Senegal, Mauritania…?
En resumen, sólo la intervención de los países fuertes y ricos puede hacer que esta avalancha de hambrientos cese: nadie puede ponerle puertas al hombre hambriento; las derribará, por muy seguras que sean. La solución es erradicar el hambre en los países de origen. Pero, cómo, ¿instalando fábricas e industrias en ellos? No, ya las tienen desde siempre y eso les ha obligado a emigrar. Se trata de darles un salario digno que les permita vivir sin tener que desplazarse, en lugar de darles, como ahora, ¡cinco Euros al mes!

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