jueves, enero 07, 2016

LA NIÑA TRISTE


  

Andaba yo perdido en un bosque denso tan oscuro que no penetraba la luz del Sol.
Miraba a un lado y otro al sentir cualquier ruido, en mis ojos habitaba el miedo, la soledad en mi corazón.
Al llegar a un cruce de caminos la vi sentada en el suelo y sollozando con la cabeza hundida entre las manos.
Y yo, un  ser despreciado y sin alma, me emocioné y corrí a su lado.
— Levántate, mujer, seca tus lágrimas, que si puede hacer algo por ti lo haré —dije olvidando que yo mismo había sido desahuciado y no tenía nada que ofrecer.
Y la cogí de la mano y juntos por la senda caminamos, con el corazón henchido de ternura y la esperanza  en el alma, buscando la felicidad.
El espejo de sus ojos  reflejaba su mal. Me desveló sus desventuras y eran similares a las mías; al sacarlas a la luz notamos que ello nos fortalecía.
Un rayo de luz se abrió paso entre las densas   nubes e iluminó el camino. Desde ese preciso momento, niña triste, formas parte de mí vida, ocupas mi corazón. Juntos caminaremos, apoyándonos el uno al otro, sin ataduras ni condiciones, eres libre. Y en la larga y fría travesía, compartiremos el calor  que procura la manta del AMOR.










                                                                                          

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