Había una vez una joven muy alegre,
cuya belleza y frescura envidiaban las flores. Un día, un príncipe la enamoró y
le ofreció matrimonio. La llevó a un palacio que con el tiempo se convirtió en
prisión.
Paseaba la princesa triste en las
enormes salas, y en los jardines daba rienda suelta a su dolor. Encontraba
rejas en las puertas y ventanas, y el miedo se cobijó en su corazón.
Tras largos años de condena, la
joven se rebeló. Expuso ante los consejeros del reino su maltrato y desilusión.
Estos la declararon libre, y del palacio
se marchó.
Ahora camina sola por la playa,
admirando mar y sol. Es preciosa la princesa con las gaviotas alrededor. Las olas enardecidas se aquietan para contemplar tan bella visión. La arena fina sonríe ante ella, feliz de moldear sus huellas.
Ha conocido a mucha gente y los amigos
desfilan ante su balcón, esperando verla unos segundos y declararle todo su
amor.
Por fin encuentra a un hombre que la hace
vibrar de ilusión, y con una sonrisa encantadora le ofrece su corazón.
No hay día que no le busque, ni
que deje de soñar con él. Tanto es que
el nuevo amigo se enaltece y se cree superior. Después de degustar la miel de sus
labios, tras prometerle sincero y encendido amor, le propone ser "La
otra", la que convierta su aburrida vida en maravillosas orgías de amor.
¡Qué desilusión!
¿No existen caballeros en el mundo? ¿No merezco
yo lo mejor?
Hola, que desilucion, creo que hay hombres bellos y bondadoso, los primeros años y luego se vuelven viejos cascarrabias, jijiji y a la inversas. Un abrazo de oso
ResponderEliminarTienes razón, Mirta, pasa en ambos sexos. Un besazo
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