Como otras tantas veces, el día de Todos los Santos viene a verme alguien a quien detesto.
La primera vez que vino a casa me sorprendió a las cinco de
la mañana en una casa de Algar, un pueblecito de la sierra de Cádiz. En ese momento yo estaba chupando con ansia una teta de mi mamá. Entonces yo era un angelito que
despertaba la admiración de mis vecinos y las ilusiones de las mozas casaderas
que deseaban tener hijos.
—¡Qué bonito, ojala no crezca y ze quede azín!— decían éstas
al verme
— De ezo ná, que este va a zé mi zeguro de vejé, er que me
va a dá de comé cuando yo no puea trabajá ni valerme por mi mesma— respondía mi
mamá.
Era esa la única inversión que hacía la gente humilde para
asegurar el futuro, antes de que existieran Rato y Bankia.
Y cada año, en otoño, se presentaba el gilipollas ese. Hasta
hoy.
Fueron vanos mis intentos de evitarlo aduciendo que estaba
de viaje, que no me encontraba bien, que tenía gripe asiática, el VHS, o como
se llame...
Para nada. Siempre
acudía puntualmente y me zarandeaba y echaba en cara hasta lo que no hay
escrito.
Fue inútil que yo cerrara la puerta con el cerrojo y dos
vueltas de llaves para asegurar el triple anclaje, inútil que bajara las
persianas y cerrara las ventanas, permaneciendo a oscuras abrazado a mi Carmen
del alma. El maldito sujeto entraba en casa de madrugada.
Y a causa de su inminente llegada me deprimo. Como sucedió en los últimos años, el tipo ese repasará los errores de
mi vida, el mayor de los cuales es no haber sabido aprovecharla.
Uno ve pasar de largo el tren de los sueños felices y la tristeza
se le encarama en los hombros y, como pesa un huevo, te aplasta; ya no te deja.
Todo lo más que haces es aceptar la
situación, conformarte con lo que tienes y vivir lo mejor que sea
posible.
El sujeto se hartará de comer y beber a mi costa y al día
siguiente me dará unas palmaditas en la espalda y dirá: ¡Hasta la próxima,
Juanito!
¡No tiene cara! Más que un saco de monedas.
Y aunque no me guste
y lo odie tendré que recibirlo como mal menor por la misma razón de los que
traicionaron a sus votantes:
Por imperativo, lo
recibo.
Porque si no lo recibo es que la he palmado.
Ah, sí, se me olvidaba presentároslo: el desgraciado ese se
llama CUMPLEAÑOS.
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hola buenos dias cumplir años no es malo, peor seria no cumplirlos nunca mas he visto tu escribo en andaluz, yo escribia asi en unos de mis bloger jajaja yo soy gaditana y te he seguido creyendo que irias a visitarme en fin buena entrada saluditossss
ResponderEliminarMuchas gracias, Embrujo ( qué bonito nombre).Perdona no responder antes. Acabo de ver tu comentario. Antes el correo me avisaba cada vez que alguien comentaba pero hace tiempo que no avisa y se me pasan. Saludos.
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