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viernes, noviembre 18, 2016

ARCOS DE LA FRONTERA (DE MIS MEMORIAS)

Foto de mi amigo Manuel Tellez
                     

Hacía poco que trabajaba en la empresa Talleres Vento, sita en la avenida del Puerto, en Valencia, y un día me entero de que van a enviar a un par de montadores a Arcos de la Frontera para instalar una caldera en una empresa vitivinicultora.

 Me apresuré a  hablar con el director. Le dije que mi esposa era de Jerez y yo tenía familia en ese lugar, por lo que solicitaba me enviase a mí a realizar ese trabajo ya que hacía dos años que no veíamos a mis suegros.
El jefe fue comprensivo y me cambió por uno de los empleados que tenían ya asignado el trabajo. Eso me  causó enemistad con ellos, pues ambos eran veteranos en la empresa y estaban acostumbrados a ir juntos a todos los montajes. Mi intervención les rompía todos los planes.

Faltaban dos semanas para Navidad y se calculaba que para esa fecha estaríamos de regreso en Valencia.
La empresa pagaba el viaje en avión hasta Sevilla, pero yo le dije que me llevaba conmigo a mi mujer y a mi hijo, que me pagase el kilometraje de mi SEAT 600 D en vez del billete de avión. Y así se hizo.
Llegado el día, nos levantamos  muy temprano y salimos hacia Cádiz.
Entonces no había autovías ni autopistas, hasta llegar a la de Sevilla _ Cádiz y el viaje se nos hacía largo y pesado, llegando a casa de mis suegros ya de noche.
Decidimos que mi mujer y mi hijo se quedarían con sus padres mientras yo iba y venía cada día a  Arcos a realizar mi trabajo. Al día siguiente fui al aeropuerto de Sevilla a recoger a mi compañero, tal como habíamos acordado mi jefe y yo.

El primer chasco nos lo llevamos al llegar a la fábrica y comprobar que los cimientos que debían soportar la caldera estaban mal hechos y no garantizaban la seguridad de la instalación.
A pesar de las protestas del dueño de la factoría, mi compañero dijo que no montaba la caldera en esas condiciones. Llamó al jefe y le explicó la situación. Seguidamente le pasó el teléfono al dueño de la fábrica y éste habló con nuestro jefe.
Al parecer los cimientos no se habían hecho siguiendo el plano que mi empresa  le había entregado y ahora no coincidían los puntos de anclaje ni el hueco para el vaciado de las cenizas. Tardarían una semana o diez días en solucionar el problema.
Entonces mi jefe nos ordenó regresar a Valencia y volver a Arcos después de la navidades.  Eso me contrarió y me enfadé. Me negué a regresar tan pronto después de haber realizado un viaje tan pesado con  mi mujer y  mi hijo. Le propuse a mi jefe que me descontara todos esos días de mis vacaciones, y él aceptó. Llevé a mi compañero al aeropuerto de Sevilla y yo regresé a Jerez.

Una tarde nos encontramos con Rosario, una  amiga de Carmen que se había convertido en Precursora de los Testigos de Jehová y había alquilado con otra compañera un piso en Arcos, donde desarrollaban su apostolado. Rosario era pelirroja, bajita y de buen ver, además de simpática y amable. Tenía novio y pensaban casarse pronto.  Al enterarse de que yo iba a trabajar en esa ciudad nos invitó   a compartir la vivienda y así ahorrarme los setenta kilómetros  del viaje diario de ida y vuelta a Jerez.  Aceptamos.

La casa era amplia, tenía tres dormitorios, sala de estar, cocina y cuarto de baño. Nuestras amigas nos asignaron una habitación y nos instalamos.
Los siguientes días nos dedicamos a hacer turismo, visitando el pueblo y su entorno. Declarado Monumento Histórico Artístico Nacional el 15 de marzo de 1962, Arcos es uno de los pueblos más bonitos de Andalucía, En sus calles se ha rodado la  película "La pícara Molinera", con Carmen Sevilla y Francisco Rabal.

 Las dos chicas debían comenzar su evangelización de casa en casa a las diez de la mañana,  pero a veces, la mayoría de los días, les daban las doce  en la cama. Cuando se levantaban, mi esposa ya  había limpiado la vivienda.
Dos veces por semana venía un joven americano, un misionero de los Testigos de Jehová, a recabar datos y asesorar a las dos amigas en cómo abordar y entablar conversación con  las personas. El chico era rubio, alto y bien parecido. Rosario se quedaba prendada mirándole y notamos cierta complicidad entre ellos. Merche, su compañera, era catalana, pequeña y jorobada. Al contrario que Rosario, era muy seria y desagradable, parecía amargada.
Dormían juntas, pues la habitación de Merche la ocupábamos nosotros. La tercera habitación la dedicaban al estudio y a  las reuniones con las personas que convencían de las bondades de la Biblia.
Mi mujer me comentaba extrañada de que al arreglar  la habitación de ellas  se encontraba las bragas de ambas debajo de la cama. Eso nos hacía pensar morbosamente. ¿Eran lesbianas? ¿ En tal caso, qué había entre Rosario y el
joven y  apuesto americano? ¿ Y qué posición ocupaba su novio? ¿ Le gustaban ambos sexos?

Comenzamos a mirarlas de otro modo, y a detalles sin  importancia que antes pasaban inadvertidos, le encontrábamos significado.


El día antes de la Nochebuena, ETA asesinó a Carrero Blanco y España se conmocionó temiendo lo peor. Nosotros nos despedimos de nuestras amigas y nos fuimos a pasar las navidades con la familia en Jerez, y al finalizar éstas, regresamos a Valencia. El día diez de enero la empresa envió a dos operarios a Arcos a montar la caldera. Yo me quedé en el taller. La vida continuaba.

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