La Empresa había fabricado un robot capaz de cumplir las órdenes aun en momentos de tensión y peligro. Puestos a prueba en un lugar apartado, el robot arrancó señales de tráfico, desmontó vías ferroviarias, arrancó cables de alta tensión, y fue quemando contenedores. Y cuando llegó la policía se enfrentó sin temor a ellos, quemando el furgón policial y arrojando adoquines.
La prueba fue un éxito para sus constructores y la Empresa encargó la compra de varias docenas de ellos.
Desde entonces, estos artilugios aparecen en cualquier manifestación ciudadana, sea convocada por la petición de un referéndum, contra los recortes sociales, contra el paro o contra el cambio climático. Los robots siempre están allí obedeciendo las órdenes que lleva configuradas en el chip instalado en su interior. No tienen ideales ni protestan por nada, simplemente obedecen la orden de destruir, provocar el mayor daño posible para causar inestabilidad y tumbar los gobiernos en diferentes países democráticos de Europa, donde diferentes grupos políticos han promulgado leyes contra el encarcelamiento de menores, la prohibición de usar la fuerza pública de manera desmesurada y tolerancia ante insultos y ataques verbales hacia los gobernantes.
La población asistía impotente al destrozo de escaparates, al robo de los objetos del interior, a la quema de coches y motos aparcados en las calles, y el destrozo del pavimento y mobiliario público.
A todo el que protestaba de esas acciones le tildaban de fascista, dictador y asesino y eran atacados o difamados por ello, por lo cual la gente, presa del miedo, soportaba impotente toda esta barbarie. Poco a poco la ciudadanía se fue desencantando de un sistema político que no actuaba en su defensa y emergió un grupo liderado por un señor que decía sin ambages en la lengua que él acabaría con los robots y con sus amos.
La gente confió en él y le votó en las elecciones de 2023. Sacó mayoría absoluta, y fiel a su promesa convocó una manifestación por la Paz en el mundo. Y cuando aparecieron los robots de siempre, ordeno cercarlos y abatirlos y destruirlos luego en la misma calle con lanzallamas.
Y el aire se impregnó de humo y un hedor insoportable a plásticos y gomas quemadas, solo quedaron hierros retorcidos y cables desnudos y derretidos.
Y la gente pudo manifestarse sin problemas, sin tener que blindar los escaparates de las tiendas y la entrada a bancos y bares, sin temor a recibir un porrazo en la cabeza o una bola de goma en los ojos, sin miedo a encontrarse su coche quemado al día siguiente… Había comprendido que no se puede confundir la Libertad con el libertinaje, que todo ser humano tiene el derecho a pensar lo que quiera, a decir lo que quiera, a hacer lo que quiera; pero siempre que se respete el derecho de los demás a hacer lo mismo.
En la historia de Francia reciente, el general De Gaulle puso fin en una sola noche con los desórdenes de Mayo 68, y durante varias décadas las manifestaciones y huelgas en París fueron libres y pacíficas.
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