Yo soy del pueblo de las tres MB: muy bruto, muy blanco y muy bueno.
En lo alto de una colina tenemos lo que parece ser un repetidor de telefonía, pero que no es otra cosa que una torre de comunicaciones para vigilar el espacio aéreo y espiar a los americanos de
En mi pueblo no hay crisis del ladrillo, todas las casas se construyen bajo pedido: hacen algunas con muchas habitaciones; otras más pequeñas, como ésas que la gente llama “studios”, con una sola habitación y un cuarto de baño tan pequeño que tienes que bajarte los pantalones fuera porque dentro no puedes moverte.
Allí no usan planos, ni metro ni el nivel: no hace falta. Para saber dónde va un pilar lanzan la gorra, y el punto en donde cae lo señalan y dicen: “Aquí va uno”.
Para que las paredes queden bien rectas y a plomo, invitan al maestro albañil a una botellita de vino fino de Jerez, pues cuando se pone a tono es cuando mejor ve las cosas. En cambio, si no bebe, le tiemblan las manos y las piernas.
Cuando celebramos la fiesta del pueblo traemos una banda de música para el baile, que se hace en la plaza. Normalmente siempre suele acabar bien, excepto aquella vez en que las mozas no quisieron bailar con los chavales del pueblo porque estaban hartas de verlos y olerlos a diario y quisieron cambiar de plato. Se lió una trifulca grande, y todos los forasteros se fueron señalados: el uno con el brazo partido, el otro la nariz aplastada o rota; a otros les faltaban los dientes superiores, a otros los inferiores. Desde aquel día, cuando hay baile, los forasteros se traen a sus parejas.
¡Ah!, se me olvidaba: también hubo un hombre ya madurito (tenía setenta y cinco años, más o menos), que le cogió el trasero a
Antes, el alcalde era del PSOE y forastero, y la gente lo quería mucho; pero no cumplía sus promesas porque el jefe del partido le decía
El candidato debía ser el hombre más alto, fuerte e inteligente del término municipal, y para seleccionarlo había de superar las pruebas pertinentes consensuadas por el consejo superior del pueblo: El que más alto lanzaba el chorro de orina; el que lanzaba más lejos los escupitajos, el que más peso cargaba sobre su espalda, el que tenía la palma de la mano más grande y gruesa, por si había que poner orden; y el que mejor sabía leer y de hacer cuentas.
La pregunta más difícil, y que supo responder el candidato, provocando la admiración del jurado y de todo el pueblo, fue ésta:
—Si un automovil sale de aquí para Madrid a las siete de la mañana a una velocidad de 90 kmts/hora, y otro sale de Madrid hacia aquí a las doce del día a 120 kmts/ hora, ¿dónde se encuentran?
Eligieron al señor Sebastián, "El Trabuco" (Lo apodaban así por la forma alargada y en forma de trompeta de su miembro viril) porque era fuerte como un mulo y sabía escribir cartas de amor.
Al poco de ser elegido, le escribió a una eurodiputada alemana una carta (Sebastián había trabajado en
Ahora el pueblo aparece en la guía de la ruta de Los Pueblos Blancos.
Sale en los anuncios del dentífrico Profidén, porque el pueblo, visto desde lejos, parece una sonrisa pintada en la montaña.
Como la Junta de Andalucía no nos concede subvenciones para actos culturales, en venganza por haber elegido a otro alcalde, hacemos nuestros propios trabajos: escribimos, silbamos canciones, jugamos a la comba o al aquí te pillo, o construimos esculturas en la arena de las obras. Ésta de la imagen gustó tanto que los mozos montaban guardia a su lado para que el viento o la lluvia no la destruyera.
Al final hubo que quitarla, porque había muchos con las manos desolladas y la farmacia no daba abasto a traer cremas, y eso hacía que muchos hombres faltaran al trabajo.
El día del Carnaval hubo un pequeño problema que el señor Sebastián supo solucionar empleando adecuadamente su fuerza y spicología: resulta que los mozos del pueblo le colocaron un grueso y potente petardo, de esos que suena al final de las tracas, debajo del asiento de la moto de un chaval, un niño presumido que siempre presumía (claro, por eso era presumido) de tener la moto más bonita del pueblo. Conectaron el petardo al cable de la bujía, y cuando el “Presumido” arrancó el motor, explotó y saltaron en pedazos la moto y su dueño. La cabeza del chico fue a parar al balcón de la farmacia, y el policía municipal se apresuró a denunciarlo por allanamiento de morada, y menos mal que llevaba el casco puesto, que si no la denuncia hubiera sido doble.
La madre del motorista, que había visto todo lo sucedido, pues siempre estaba mirando desde la ventana lo guapo y elegante que estaba su hijo, salió dando voces intentando arañar a los chavales y llamándolos asesinos. Se armó tal revuelo, eran tan fuertes sus gritos, que salió el alcalde a poner orden en el litigio.
“Señora —le dijo a la madre—: Estamos en carnavales, y lo normal es que los jóvenes se gasten bromas. Al que no le gusten las bromas, que se quede en su casa.”
La madre se puso las manos a la cabeza para evitar que se le escaparan sus razonamientos y poder pensar mejor. Al cabo de un minuto y cuarenta y tres segundos, entendió los argumentos del alcalde y pidió disculpas a los jóvenes.
Pero el asunto no había terminado aún: el alcalde se dirigió al que había puesto el petardo y lo acusó de cómplice en el allanamiento de morada efectuado por el chaval de la moto, y le arreó tal bofetada que le hizo dar veintitrés vueltas sobre su eje, como la bailarina de una cajita de música, pero más rápido
Hace dos años hubo una sequía tremenda y el alcalde dijo que debíamos ahorrar agua y no gastar más de lo imprescindible, organizándose en las casas para compartir el agua, duchándose de dos en dos, por ejemplo, aunque fuese con la vecina para hacerlo más llevadero. Para mostrarnos cómo ahorrar agua en la colada, ordenó al secretario que enseñara sus calzoncillos a los asistentes El secretario nos aclaró que él no los lavaba nunca, sino que cada mes los cambiaba por unos nuevos.(Ver foto de la prenda que usaba antes de arrojarla al cubo de la basura)
Pero este año tenemos agua en abundancia, los pantanos de la zona están a rebosar y no hay problemas de abastecimiento.Tenemos un hotel de cuatro estrellas, con piscina y solarium.
Y ahora que ya sabéis cómo es mi pueblo os invito a venir de vacaciones y a dejaros vuestros dineros para que sigamos caminando hacia adelante sin necesidad del Parlamento, dejando así que los diputados usen su tiempo en arreglar los problemas de corrupción o de encarcelamiento de Garzón, que vaya tela, ¡qué papelón!: vergüenza para España todos ellos son.
Menos mal que como salimos en Internet, todo el mundo mundial sabe que nosotros, los del pueblo, en esas inmundicias politiqueras, ni estamos ni se nos espera.