Lo que me sucedió ayer cuando abrí el correo y me encontré con un sobre de Endesa Sevillana, la compañía de la luz, es la prueba de que urge vivir el presente, porque el futuro nadie lo sabe y el pasado está en la gloria. Les explico:
Cuando abrí el sobre y vi el recibo de…¡ 230 euros!, di un quejido y caí en redondo. Mi mujer, al verme en el suelo, dio un grito, se abalanzó al teléfono tal como le habían enseñado mi hija y mi nuera que debía hacer en tales casos, y hundió el dedo en la tecla roja del 212 tan fuertemente, que se partió la uña postiza, regalo de su último cumpleaños.
Tres minutos y cuarenta y dos segundos tardaron en llegar los enfermeros. Entraron en tromba, me cogieron entre dos, me pusieron en una silla de ruedas y me bajaron en el ascensor. Mi Carmen bajó corriendo dando gritos por las escaleras y el perro ladrando detrás de ella. Así alcanzaron la planta baja, salieron a la calle y ella se puso a dar gritos en la acera y mi perro continuaba ladrando detrás de ella. «¡Ay mi huanillo qué doló», decía, y toda la gente se arremolinaba en torno al grupo tratando de descubrír lo que había pasado.
foto de internet
Yo, todo agitado y sudoroso, agitaba el recibo sobre mi cara para tomar aire, y un vecino, creyendo que era un billete de lotería exclamó: ¡La tocao la lotería!, y todos aplaudieron y comenzaron a abrazarme y a felicitarme, sin hacer caso a los enfermeros que intentaban llevarme a la ambulancia.
Mi perro ladraba como un loco descosío, dando saltos alrededor mío para espantar a los que intentaban tocarme. En esto (no se cómo se habían enterado), llegaron los directores de los cuatros bancos que hay en mi barrio y los enfermeros, al ver tan importantes personajes, se pararon y olvidándose de la gravedad de mi estado, dejaron que estos hombres me saludaran y estrecharan mi mano.
—¿Cuánto te ha tocao, amigo?
— 230
La cifra restalló en el barrio: «¡ 230 kilos le han tocao al juanillo, el del 4º , el marío de la Carmen, la que escribe cosas de comidas en el bló!»
foto de internet .Llegada de un grupo de banqueros
Y entonces, el director de La Caixa me preguntó si tenía algún problema en casa, y yo le dije que tenía humedades en el techo y pensaba pintarla cuando pudiera, pero que ahora con esos 230… Y enseguida sacó el móvil y envió a una empresa de esas de trabajos urgentes que están activas las 24 horas del día, a pintar y decorar mi apartamento. «Cambiarle todos los muebles por otros de Art y Decó», gritó para que todo el mundo se enterase, el muy cabrón.
Mientras tanto, su secretario intentaba quitarse el perro de encima, pues éste se le había colgado a sus pantalones y le había hecho ya un siete más grande que el que tenía Raúl en la camiseta. El director del BBV aprovechó que el de La Caixa hablaba por el móvil y me entregó su tarjeta, diciendo: «Elija el coche que quiera, no repare en el precio
foto de internet
Y mi mujer, que estaba al lado y lo oyó le dijo: «¡Ay que doló, zeñó directó, mire usté zi larregla el azunto del carné, porque, ¿zabe usté?, el mé de julio veníamo de una boda y lo detuvieron lo guardias conduciendo el viejo Ford Fiesta con 1 grado de alcohol, y le han quitao el permizo de conducí.»
Total, que la ambulancia consiguió arrancar y salió hacia el hospital con todos los coches de los banqueros y de los vecinos detrás. ¡ 230 kilos!, escuchaba yo decir a la gente que había parada en la puerta y en los pasillos del hospital, mientras los enfermeros me conducían empujando la silla de ruedas al cuarto del electro.
— ¿Y qué van a hacer con tanto dinero?—, preguntaron a mi mujer,
—Pue no zé ni de dónde voy a zacar para llegá a fin de mé—, respondía ella, que creía, la pobrecita, que se refería a cómo iba a pagar el dinero del recibo. Y fue entonces que el director de Cajasol me dijo:
— No se preocupe, déme el documento y nosotros nos encargamos de ingresarlo sin cobrarle comisión. No se preocupen por nada, que para nosotros un cliente es un amigo.
Y yo le di el recibo
—¡¡¿Pero esto que es?!!— gritó el señor banquero echándose las manos a la cabeza.
—Mi recibo, don Luis, los 230 euros que me quieren cobrar por la luz los ladrones de Endesa.
Y al hombre se le aflojaron las piernas y se fue para abajo como el telón de un teatro cuando acaba la función. Yo me levanté de la silla y fui a echarle una mano, pero los enfermeros me empujaron sin miramientos, atendieron al banquero y lo sentaron en la silla que antes me recogía.
El pobre hombre lo tiene más difícil, pues un infarto de miocardio fue lo que sufrió y ahora, que está recuperado gracias a los exquisitos cuidados del hospital, me ha puesto una demanda por “actuar de mala fe”.
Cuando regresamos a casa nos encontramos con un carrito lleno de víveres que nos había regalado el dueño del supermercado, el mismo que nunca me vendía fiado cuando no tenía para finalizar el mes.
Y es que la vida es una ruleta, nadie sabe lo que va a suceder, lo mismo te toca la lotería que te da un patatús y ves al mundo al revés.