Acabo de leer el libro de El Gastor que compré en Cádiz el día de su presentación en la Diputación Provincial a primeros de mes y no puedo dejar de compartir mis impresiones con ustedes.
Las historias que aparecen en el libro, bien documentadas con abundantes datos bibliográficos y notas a pie de página, demuestran que el comportamiento de los partidos y sindicatos de izquierda durante los años previos a la sublevación militar no fueron ejemplares y provocaron muchos altercados que inculcaron el odio que posteriormente se traduciría en el conflicto y sus atroces secuelas en ese bonito pueblo de la sierra de Cádiz: El apedreamiento de las imágenes y los fieles durante las procesiones en 1935, los piquetes durante la huelga de empleadas domésticas, el saqueo de la iglesia y posterior quema de imágenes en la plaza el 23 de abril de 1936, antes de la sublevación militar, y los intentos realizados desde los primeros años de la República para convertir la iglesia en un edificio público que albergase un mercado, cine y alojamiento para maestros, ahorrándose así una importante cantidad de alquileres y al mismo tiempo cobrando por el uso del cine, el mercado y otros eventos, hasta conseguir convertirla luego en almacén y granero, demuestra la objetividad de los autores, quienes pudieron haber evitado escribir sobre esos abusos vergonzosos de los republicanos, y sin embargo no lo han hecho.
En el libro he leído también sobre el hambre que sufría la población y las diferentes gestiones que hacían sus diferentes Alcaldes para paliar la gravísima situación de desempleo que se vivía en el pueblo al comienzo de la República, y de cómo ellos solicitaban del Gobierno fondos y obras para dar trabajo comunitario. Fruto de esas gestiones fue la construcción del carril que lleva a Setenil, el muro de contención en la parte baja del pueblo y los asentamientos de varios gastoreños en las colonias fundadas en El Tormo y Torrecera.
No es por hacerle publicidad ni nada; no la necesita: del libro se hizo una tirada limitada de 1700 ejemplares. Tampoco soy gastoreño, ni socialista, ni conocía a los autores hasta el día en que lo presentaron en Cádiz; pero creo que éste es un libro que no debería faltar en ninguna casa del pueblo, sean afiliados a partidos de izquierda o de derechas, ya que es historia pura de El Gastor.
En las primeras cien páginas, sólo he encontrado la muerte de un miliciano en un enfrentamiento a tiros con guardias llegados de Algodonales. En cambio, aparecen algunos vecinos de derechas asesinados a sangre fría, además de los saqueos de fincas y casas realizados por los izquierdistas. Casos como el de José Alcázar, a quien sacaron de su casa y asesinaron en medio del campo. O la matanza efectuada en la carretera de Algodonales donde un grupo de milicianos detuvo un camión de soldados, mataron a tiros a sus trece ocupantes y luego los quemaron. Esa acción se ilustra con la foto de una cruz que aún permanece clavada en el lugar de los hechos.
El libro es honesto, imparcial, y demuestra que se cometieron atrocidades en ambos bandos.
Lo que pasa es que en este país la gente coge el periódico y busca la página de deportes y la quiniela, olvidándose de las noticias importantes. Y de la misma manera los gastoreños, entre los cuales se hallan unos pocos supervivientes del conflicto y muchos descendientes de las víctimas, han comprado el libro y, sin leer las más de cien páginas de historia de las condiciones de vida y los hechos que sirvieron luego a los sublevados para justificar esa terrible represión fascista, se han apresurado a buscar las fotos y fichas de los desaparecidos, juzgando las atrocidades y lamentándose de la actitud de quienes prefieren olvidar el tema y dejar la Historia como está.
Quizás tengan algo de culpa los presentadores del libro, quienes, en el discurso de presentación, pasaron de puntillas sobre las circunstancias que se vivían en el pueblo e hicieron hincapié en la parte del libro que trata sobre las desapariciones y asesinatos de muchos gastoreños, lo que ha motivado que ahora, tras la presentación del libro en el pueblo el pasado día 20, el vecindario esté de nuevo exaltado y dividido.
El libro, de 265 páginas, consta de cinco grandes capítulos cuyos contenidos se pueden resumir en estos: El Gastor antes de la guerra, durante la guerra, después de la guerra; investigación del paradero de los desaparecidos y, por último, los Consejos de Guerra y condenas aplicadas a los prisioneros, acompañadas por una serie de pequeñas biografías de los condenados por los tribunales militares.
En el primer capítulo se narra cómo transcurría la vida durante la República, los problemas laborales, la actividad sindical de los jornaleros y anarquistas, los asentamientos en colonias y las luchas por el poder en los Ayuntamientos.
En el segundo, y a raíz de la sublevación, la izquierda radical se hace con el poder y ocupa el Ayuntamiento y la iglesia, obligando a exiliarse a los ricos y derechistas y saqueando sus casas y cortijos para apoderarse de sus bienes. Comienzan a saquear la iglesia y queman en la plaza las imágenes y los archivos municipales y judiciales. Organizan emboscadas y asesinan a soldados y guardias, y también van en busca de los opositores a sus casas y haciendas para matarlos fríamente en el campo.
En el tercero llegan las fuerzas sublevadas y comienza la venganza con una represión salvaje, dando carta blanca a los falangistas para cometer los más crueles asesinatos. Como dato más llamativo y atroz de lo que significó esta represión, el libro cuenta cómo éstos en El Gastor, un pueblo de menos de tres mil habitantes, sacan de sus casas y asesinan a 120 personas adultas, en su mayoría padres y madres de familias que dejan huérfanos, de las cuales sólo han sido encontradas ochenta. Unos asesinatos terribles e innecesarios realizados cuando el pueblo ya estaba tomado por las tropas franquistas.
En el siguiente apartado, los autores explican el arduo trabajo que supuso para ellos descubrir el paradero de los desaparecidos y los asesinados dado que en los archivos de los registros civiles no había inscripciones.
A destacar que el Gobierno franquista ordenó en varias ocasiones se inscribieran todas las bajas que habían producido a causa de la guerra y se las comunicaran al Ministerio de Justicia; pero eran las autoridades locales las que no facilitaban la información para ocultar la causa de las muertes y dejaron pasar el periodo de inscripciones. Es decir: fueron los dirigentes del Ayuntamiento del bando vencedor los que no permitieron que sus vecinos conocieran el paradero de sus familiares al no anotar ni el motivo de su arresto y posterior fusilamiento, ni el lugar donde fueron enterrados.
Le sigue un extenso relato en que se da cuenta de la parodia de los juicios celebrados tras la contienda con la idea de legalizar las ejecuciones programadas de antemano, aportando como testigos a los enemigos de los presos y no investigando las acusaciones.
Se calcula en 270 mil españoles los prisioneros que cumplieron condena durante varios años en cárceles y campos de trabajo, construyendo obras estatales o en empresas privadas amigas del Régimen, que se beneficiaron así de mano de obra barata para lucrarse.
En suma me parece un libro muy importante para El Gastor en particular y muy interesante en general, ya que nos muestra con datos fiables cómo los hombres, movidos por la envidia y por las ansias de poder, pueden llegar a comportarse como fieras.
Con este libro quedan escritas para la posteridad las páginas más negras de la historia de El Gastor, que no es más que un capítulo de la locura que arrolló a toda España y la mantuvo durante cuatro décadas en los vagones de cola del tren llamado Europa.
Resumo el libro con el poema que me inspiró su lectura:
PENA NEGRA
Un hombre subiendo la cuesta,
fija en mí su mirada siniestra
lleva al hombro su escopeta
Mi mujer me abraza y llora;
mi hija tira de mi chaqueta:
¡No te vayas padre, no nos dejes solas!
El grito infantil cruza el aire,
estalla contra puertas y ventanas.
Nadie responde tras los visillos
Ojos cobardes, bajan la mirada:
la vergüenza se pinta en sus caras.
Un trueno rompe el silencio
y un rayo alumbra la tarde.
Un barranco, una zanja, una tapia…
Dónde, cuándo, quién lo sabe…
Dos hombres bajaron la cuesta,
y sólo uno vuelve a remontarla.
Sucede en ambos bandos de España
que la avaricia o el poder de las ideas,
transforma los hombres en alimañas
Ambos bandos son criminales,
injustamente la vida arrebatan
Lo único que los diferencia,
lo único que los separa…
que los unos tienen lápidas
y de los otros no se sabe nada
Unos cubiertos de rosas
y otros de jaramagos,
En panteones de mármol,
y en cunetas y prados
¡Pena negra, pena negra!
Hasta en la muerte
Ser discriminado