Nunca me gustaron los sermones en los foros literarios, la moralina de los textos, la costumbre de juzgar en vez de comentar, el fijarse en el mensaje y no en su perfecta redacción. Y menos aún si ellos procedían de personas cuyas vidas dejaban mucho que desear.
Hoy me topado con uno de estos, y lo peor es que ha convencido al autor para que cambie el escrito y acomodarlo a sus creencias.
Tenía ante mí un relato tierno y actual: un enamoramiento virtual, dos seres que se conocen, se comunican y se enamoran a través de Internet. La relación es sincera, profunda, y sólo las circunstancias adversas en las que viven ambos enamorados impide su encuentro real.
Como en toda pareja real, han tenido una disputa y han dejado de comunicarse, y es tan fuerte el dolor que siente el protagonista que se va al bar y se emborracha; el exceso de alcohol le hace hablar más de la cuenta; el camarero le asusta y se lo lleva fuera del bar; luego regresa y comenta con risas ante los parroquianos el suceso.
En la otra parte del mundo, su amada también sufre, tanto que al considerar la pérdida de la relación se suicida.
Es pues una historia de verdadero amor, aunque no se hayan visto de otra manera que en fotos y hayan descubierto su alma en los escritos que diariamente se intercambiaban. Es más: es el amor del futuro, ya existen muchas parejas que se han conocido y unido gracias a este medio virtual.
Pero he aquí que llega una señora, maestra ella, que le dice al autor que está mal el cuento porque dice que la mujer amante se suicida y ella, sus creencias, no ven bien esa acción, y le recomienda que corte el cuento en el último párrafo, donde el camarero regresa y comenta el suceso con los parroquianos. Y el autor la cree y lo ejecuta. Sí, digo bien “ejecuta,” porque ha asesinado el cuento, ya no es el mismo: de una historia de amor sincero entre un viejo lleno de ternura y una mujer, su alma gemela, al otro lado que prefiere la muerte a quedarse sin realizar su sueño, ha convertido el texto en una crónica de un viejo que se pasa las horas enviciado y chateando por la red hasta que alguien le asusta con amenazas y le hace prometer que no volverá a hacerlo.
El autor no ha tenido aquí la suficiente personalidad para defender su texto, se ha dejado convencer fácilmente por alguien que profesa creencias distintas y le ha impuesto sus puntos de vista.
Una verdadera lástima.
Y lo digo yo, que soy el menos indicado y no tengo interés alguno en que ese cuento esté publicado, pero me joden las moralinas de una persona cuya vida, contada por ella misma en episodios continuados, deja mucho que desear
Hola Juan:
ResponderEliminarCreo que tienes razón, no podemos hacer que cambien los textos por cuestión de religión, menos porque no nos parece como fue escrito.
Siento que cada escritor tiene su modo peculiar de ver y decir las cosas, por lo tanto debemos respetar los contenidos,nadie puede ofender ni hacer cambiar un escrito por que así le parece mejor, truncando el contenido y por ende el mensaje que se pretende dar.
hasta siempre mario